Era pequeño, diminuto, desvalido, tenía ese aire frágil y triste del que está perdido cuando llegó a mí. Su mirada era intensa, profunda. En aquel iris ambarino podía atesorarse un universo entero, brillaban en sus retinas pequeñas esquirlas doradas, verdes, marrones que navegaban en una pupila resplandeciente, penetrante, lejana. Pero eso lo descubrí minutos después de limpiar sus ojos con una toalla. En aquel momento en que mi precioso gato clavó sus misteriosos ojos en mí y me hechizó.
Era muy pequeño cuando lo encontramos abandonado en una carretera a punto de ser arrollado. Tenía los ojos pegados, estaba sucio, negro de tierra y del humo de los coches; y seguramente hambriento porque del cuenco con leche que le puse no quedo ni una gota. Recuerdo que lo acurrucamos un rato y que improvisamos una cama para él con una manta vieja. Cuando tomó confianza la casa empezó a ser suya y ya nada pudo detenerlo: era una figura de porcelana sobre la estantería, o un peligroso “leopardo” al acecho en el pasillo, o un peluche suave sobre el sofá, o un espía acomodado en lo alto del marco de la ventana. Era un gato y un amigo que oía, veía, y te decía que te quería con sólo acercar sus bigotes a tus rodillas.
Ya había tenido gatos antes, pero ninguno como aquel, tan loco, rebelde, tan independiente. Creo que nunca pensó en que le hicimos un favor al recogerlo y salvarlo de la fría calle, al revés, creo que siempre pensó que el favor nos lo hizo él al honrarnos con su presencia. Puede que tuviera razón…
A veces pienso en él, en lo elástico que era, en su maullido de “quiero jamón” o en su ronroneo de “quiero mimo”. Y nosotros, sus esclavos, accedíamos, le dábamos todo lo que quería. Una sesión de masajes en el lomo, un collar con cascabel que siempre perdía, un poquito de comida para perro porque era lo único que había. Lo añoro. Añoro ver su atlético cuerpo dar un salto hasta el muro y perderse con andares danzarines hasta los tejados vecinos. Y no poder acariciar la línea de sus orejas puntiagudas, o el blando y acolchado tacto de sus patas. Extraño no ver su iris dorado, sus ojos brillando en la oscuridad, o su silueta recortada contra la luna. Hace dos años que está allá arriba, en el cielo de las fieles y buenas mascotas, en ese sitio al que se van los buenos amigos, haciendo de las suyas.
¿Estás allí gato loco?, ¡seguro que si! No sabes lo que te echo de menos, ¿cuidarás de mis otros gatos amigos?, ¿de Zipi, de Rayis, de Misi? Cuida de todos, y aguarda hasta cuando volvamos a reunirnos. Y no te portes mal aunque seas muy travieso… porque lo sabes, ya sabes a donde conducen las travesuras de los gatos rebeldes.
8 comentarios:
Jo, qué bonito Ana... ='D Seguro que está ahí arriba desapareciendo cascabeles y comiendo todo el jamón del mundo ^^
Yo perdí hace unas semanas a mi agaporni Simón... no sé si lo recordarás...
http://alury.blogspot.com/2010/09/simon.html
Creo que el que lo pasó peor fue mi padre... joooo :(
Seguro que si, Zorrocloco, así me lo imagino yo, haciendo de las suyas allí. Gracias. Un beso
:)
Ay Alury, cuanto lo siento, con lo bonito y listo que era Simón, que pena, entiendo a tu padre, se ve que estaba muy apegado a Simón. Es curioso cuanto puedo uno querer a sus mascotas. Ánimo a los dos. Un abrazo
:)
Oh me encanto tu entrada, amo a los gatos! tuve miles pero hubo uno que fue más especial que el resto, le encantaba la comida de mi perro!
Era muy mimosho y juguetón hasta después de grande.
Tuve otro que era super rebelde y por ahí hasta un poco malo le encantaba esconderse atrás de los sillones y agarrar las piernas mordiscasos y rasguños de quien pasara!
Te mando un besito dulce!
Yo también amo a los gatos, y eso a pesar de tener 3 perros, pero me gustan por lo mimosos y ariscos que son, entre otras cosas. Así que eres de las mías, jaja.
Un beso
:D
¿Y qué te puedo decir yo de ese gato que tú no sepas?
Adoraba a esa mascota traviesa, y siempre la recordaré con especial cariño. Sin duda fue el gato más rebelde que hemos tenido.
Un beso :)
Vaya chica que pena. La verdad que es una pérdida que se siente, yo como te he contado he tenido muchos gatos merodeando por mi casa, y aunque a ninguno lo he visto morir, sé que lo están porque ya hace años que ni vienen.
Bueno, a levantar el ánimo, que esos gatitos traviesos siempre estarán ahí.
Abraaaazoss!!!
Ay Raque, nuestro Lenito, ¡como echamos de menos su travesuras! Un beso enorme.
:)
Ya Ángel, a mí también me han desaparecido otros gatos, a algunos si sé que los han atropellado y otras cosas, es triste también porque tienes la esperanza de que vuelvan. Este gato se fugaba a veces y regresaba semanas después echo un asquito pidiendo comida de perro, jaja, era muy rebelde y juguetón.
Un abrazo enorme!
:)
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