viernes, 22 de septiembre de 2017

Di que sí

La  tarde  caía sofocante sobre las montañas cercanas moteándolas de un color rojizo.  En un tinte cada vez más púrpura la noche acechaba sobre los plácidos tejados al vecindario. Hacía demasiado calor para hacer nada, y la sensación de agobio crecía lo mismo que la desgana, una desgana que se dilataba, ya sin estructura, como el hielo del vaso.
Tenía las manos encharcadas, la nuca sudorosa, la frente nublada y me dolía la cabeza. Las moscas andaban a sus anchas por la terraza, los mosquitos se afanaban en chuparme la sangre, mi perro ladraba sin parar mientras corría de un lado a otro como si se hubiera vuelto loco por culpa de un gatito majadero que deambulaba provocador por el tejado cercano con un equilibrio digno de un maestro acróbata. Pero aparte de que la tarde caía calurosa, los mosquitos se estaban dando un festín a mi costa y que el dolor de cabeza iba a más, todo era perfecto: la calma, la paz, el silencio, la plenitud de no necesitar nada para ser feliz, ¿qué más podía pedir…? Me gustaba mi nueva vida y adónde me había llevado.
Entonces el timbre sonó insistente resonando en mis oídos. Me incorporé malhumorada, no esperaba a nadie y no quería ser molestada. Traté de no  hacer caso al ruido infernal, pero la persona del otro lado de la puerta no parecía dispuesta a rendirse. Buba, mi perro, saltó hasta la puerta y se quedó quieto, muy quieto y muy calladito, lo cual me sorprendió, mi perro jamás se comportaba de esa manera. Me levanté descalza del sofá, me sujeté un poco mejor el desinflado moño, alisé con una mano los shorts y coloqué el descocado tirante de mi camiseta que insistía en resbalar por mi hombro derecho sin permiso. Miré por la mirilla y no vi nada, pero aquel majadero seguía haciendo sonar el timbre. Suspiré para abrir la puerta en un acto impensado e impulsivo.
–¡Eh, que vas a quemarme el timbre! –grité sin pararme a mirar al que tenía delante, quizá porque mi perro se había arrojado a la puerta, dispuesto a escapar, y yo quería impedirlo.
Lo primero que vi fue una mano que asía por el collar a mi Buba, y luego reparé en el anillo, aquel anillo de poderoso brillo y mágica fosforescencia.
Durante algunos segundos la refracción de la gema bailó en mis ojos hasta que rodó como una bola de billar por el agujero de mis pupilas. Sentí cierta extraña sensación que no sabría calificar cuando esa mano agarró la mía. Rápidamente busqué los ojos de aquel individuo, ojos grises, profundos y siniestros, fríos como el hielo.
–No grites…  –su voz era melosa, y densa como la miel, y a mí no se me ocurrió contradecirle porque el brillo del anillo seguía encandilando mis ojos con cierto poder hipnótico.
Su mano seguía sujetando mi mano que yo no podía recuperar. Se coló en el interior cerrando la puerta tras de sí. Buba parecía hipnotizado igual que yo, mi resistencia no servía porque no se materializaba, así que mi lucha era estéril. Yo era un trozo de granito, y estaba terriblemente asustada por advertir que ninguno de mis impulsos eléctricos funcionaba, ninguna de la ordenes de mi sistema nervioso tenían respuesta.
–No te muevas…
¿Cómo?, pensé, ¿cómo moverme si me sentía hecha de piedra? Intenté no mirarle, alejar el pánico de mí, dejar la mente en blanco, no pensar en la piedra del anillo, no pensar que había techo ni suelo. Debí romper la conexión hipnótica que me atenazaba al intruso porque logré exhalar un grito terrorífico y desorbitado. Acto seguido una mano grande y maloliente me hizo callar.
–Error número uno, ¡no se grita! –Susurró muy cerca de mi oído.
Recuerdo que le miré inquieta sin saber qué hacer, tragando saliva, mirando en todas direcciones, sintiendo un nudo en el estomago. Entonces aquel chico de ojos grises me miró a los ojos fijamente, tanto que me hizo estremecer, creo que nunca había experimentado ese tipo de temor, el del miedo ramificándose dentro de mí con miles de tentáculos afilados.
–Me sorprende que seas cada vez más fuerte, créeme no va a pasar nada que vaya en contra de tus principios, sólo quiero que compartas conmigo un poco de tu fortuna, ¡y del dinero de tu caja fuerte, claro está! Me ayudas y te ayudo, es simple, ¡nada que pueda lamentar una millonaria como tú!
¿Esto ya había pasado antes? ¿Eso había entendido? ¿Ese ladrón cara dura había usado la hipnosis para robarme? ¿Cuándo? ¿Dónde? ¿Tan maleable era mi mente? Algunas tinieblas se disolvieron, el recuerdo empezó a aparecer como el humo de una hoguera incendiaria. Ese asaltante sabía lo del premio, sabía dónde vivía, sabía cómo alterar mi voluntad. Me sentí tan invadida que creo que mi primer impulso fue abandonarlo todo, dejarle ganar.
–Esta vez será un poco más, cien mil, para ir tirando… ¡ni recordaras que fue tuyo alguna vez!
Intuí la luz que desprendía la gema acercándose a mi rostro. Era una luz roja que hizo que me escocieran los ojos. ¡Esto no podía estarme pasando a mí, no podía dejarle ganar!
–Y no vuelvas a cambiar la contraseña, es terriblemente frustrante –dijo llevándome por la casa hasta el punto exacto dónde yo ocultaba el dinero, obviamente ya había estado allí.
Llenó una bolsa con billetes que ni él ni yo contamos. Seguramente mucho más de lo que venía a buscar.
–Eres mi mejor marioneta, ¿sabes?, la más generosa –sus manos acariciaron el tirante caído sobre mi hombro lo que me hizo desfigurar la cara por el asco–, siempre es un placer visitarte…
Mi primer impulso había sido gritar, pero mi segundo impulso más irracional que el primero fue golpearle, arrebatarle el anillo, revolverme con él en la mano para advertirle que no diera un paso más hacia mí. Imagino que no se lo esperaba porque se carcajeó con incredulidad.
–¡No podías permanecer calladita y sin moverte, eh! Ahora tendré que hacerte daño, ¡anda!, devuélveme eso...
Hablaba en serio pero yo me adelanté volviendo a atacarle. El brillante anillo le arañó el rostro, rasgando su cara, abriendo una herida que le cruzó el pómulo y de la que resbalaron algunas gotas de sangre. La joya brilló fulminantemente, haciendo que el ladrón se quedara aturdido, paralizado, aparentemente dominado por la poderosa luz. Todo parecía haberse vuelto rojo, una extraña pero grata sensación de poder recorrió mi espina dorsal.
Sobre la piedra vi cómo las salpicaduras de sangre se fundieron hacía el corazón de la gema que por unos segundos se volvió oscura y malévola. Y tuve una visión, temblorosas imágenes de otras épocas, de poderes alquímicos, brujerías, y rituales, antecedentes de dominación y absolución. Sentí miedo pero no me atreví a deshacerme del anillo, quizá porque era mi mejor escudo contra el asaltante.
–¡Quieto! –le ordené, y él ladrón se convirtió en estatua.
Parecía imposible pero ahora era a mí a quien el anillo obedecía. Me temblaron las manos. La magia del objeto se hizo débil y el ladrón gruñó empezando a deshacerse de la hipnosis. Buba ladró avisándome. No podía dudar, era urgente que actuara bien y con rapidez. Empuñando el anillo le apunté con él.
–Siéntate ahí, no me mires, harás lo que yo te diga, reconocerás tus delitos, todos, devolverás lo que has robado, te vas a entregar, ni siquiera imagines que te libraras de esto, ¡quiero que te arrepientas, que confieses, y que acabes en la cárcel! Di que si…
–Sí –le oí decir.
–Vamos, ¡rápido!, hazlo ahora mismo. Di que sí…
–Sí –fue un sí tan sumiso y resignado como inmediata fue acatada mi orden.
El ladrón llamo a la policía y se entregó allí mismo.
Desde la ventana vi como las luces estroboscopicas del coche policial resplandecían.

Anonadada observé el radiante anillo. ¿Debería entregarlo? Tuve esa idea fugaz. Trataba de decidirlo pero ese rumor no me dejaba razonar, las moscas seguían zumbando a mí alrededor y no me dejaban pensar, así que de manera inconsciente dirigí el anillo hacia esos majaderos insectos. Funcionó. Cesó su zumbido, se apagó el incordio, y la mosca escapó calladamente por la ventana abierta. Abierta se quedó mi boca. ¿Significaba eso que la magia del anillo afectaba a cualquier cosa viva del planeta? Increíble, y pensé que después de todo era inútil deshacerme del objeto, nadie me iba a creer, ¿quién lo haría?, además no se veía tan mal en mi dedo, así que tuve una idea mejor…



música: Audioslave-Sound of a gun


sábado, 16 de septiembre de 2017

El despertador humano


 

Seguro que tú también te lo has preguntado, pero antes de la invención del despertador –un invento que podríamos denominar de reciente creación (apenas tres siglos)–, ¿cómo se levantaban de la cama a tiempo?

Buceando en información recopilada, y según consta, en 1787 el relojero Levi Hutchins movido no solo por el ingenio, sino por los imperativos de su oficio (mientras sus coetáneos se levantaban con la salida del sol, el señor Levi debía hacerlo a las 4 de la mañana, lo que obviamente le impedía valerse para estos fines de la luz del astro rey), añadió un mecanismo de apariencia trivial a la manecilla pequeña de su reloj que activaba una campanilla cuando llegaba a una hora determinada, creando así el primer despertador tecnológico de la historia. Porque si hablamos de despertadores, tenemos que mencionar que ya existían ingenios elaborados en diferentes épocas y lugares destinados a medir y a avisar del tiempo trascurrido: la clepsidra, de origen mesopotámico que delimitaba fracciones de tiempo, según lo que tarda una cantidad de agua en pasar de un recipiente a otro de iguales dimensiones; el reloj de sol egipcio, vinculado en principio a funciones sacerdotales; el pájaro mecánico inventado por los griegos (250 a.C.), que sonaba cuando subían la mareas; los campanarios de las iglesias comunales que tañían, en los albores del mercantilismo (siglo XII), al ritmo de las actividades de comerciantes y artesanos; el reloj de arena usado para establecer la duración de las misas (siglo XVI), o el cuerno utilizado por los encargados para despertar a los trabajadores de los talleres en los distritos textiles ingleses (siglo XVI).

Pero hoy te quiero hablar del más curioso de todos: el despertador humano.
Hace ya varios años, cuando el avance tecnológico aún iba lento, trabajar en las ciudades era una costumbre muy popular y la gente vivía a partir de horarios establecidos en vez de horarios “naturales”, como se usaba en trabajos de campo.


Por el año de 1920 aún no existían los relojes despertadores, por lo que la sociedad tuvo que acudir a una solución más simple: pedirle a alguien que les tocara la puerta por la mañana.
El knocker-upper fue una profesión durante la Revolución Industrial en Inglaterra e Irlanda alrededor de 1920 y su trabajo consistía en despertar a la gente para que llegaran a sus respectivos trabajos a tiempo.
No era tan sencillo, los que se dedicaban a esto tenían herramientas especiales, utilizaban una vara para golpear la puerta de sus clientes o arrojaban piedras a sus ventanas. A ellos les pagaban de manera semanal y ni siquiera se cercioraban de que el cliente hubiera despertado. Cuando el cliente vivía en un edificio alto, el despertador golpeaba hasta la ventana con una vara lo suficientemente larga.
Muchas personas que se dedicaban a esto, en especial en las ciudades más desarrolladas como Manchester, eran hombres y mujeres viejos y algunos oficiales que buscaban ganar un dinero extra.

Cabe destacar que Charles Dickens hace mención de esta curiosa costumbre en su libro “Grandes Esperanzas”. Un oficio de ayer que ya no tiene tiempo ni sitio en la sociedad de hoy.



Fuentes:

sábado, 9 de septiembre de 2017

+⑨


Bohemio Mundi suma años: ¡¡nueve!!
Estamos de celebración en el blog, así que no podía pasar por alto esta fecha, es ya una tradición. Al ser una planeta en constante construcción ya te he hablado antes de este mundo que se mueve, que crece, que se expande en sus nuevos rincones, esos espacios dónde la creatividad crece, el amor se siembra, la paz se planta como un jardín de girasoles y la música se vuelve cascada y rio, no furioso pero si plácido y brillante como una laguna que refleja la luz de la luna, mi astro favorito. Nuestro planeta bohemio recibe la cálida luz del sol, de esa que llevan consigo sus eventuales pero sobre todo estables visitantes, darle las gracias a cada uno de los seguidores y comentaristas del blog por traer tanta luz a este planeta.

Hoy quiero profundizar más en esta cifra, porque el nueve es un número muy especial, los antiguos Caldeos dirían que mágico, místico, que está en todo lo que nos rodea.
El 9 suma…
Si sumas todos los números de nuestro sistema  numérico 1+2+3+4+5+6+7+8+9= 45, reducido el 4+5= 9
Si se suma o se multiplica a su propio múltiplo, el resultado es si mismo ej: 9x1= 9, 9x2= 18, 1+8= 9, 9x3= 27, 2+7=9, etc.
Un Gran Año Sideral equivale a 25.920 años. Estas cifras sumadas 2+5+9+2+0= 18, que reducido es el número simple 9.
En cada día hay 86.400 segundos que reducidos suman 18,  1+8=9
Un círculo (símbolo de la rueda de la vida) tiene 360 grados, 3+6= 9
El ritmo normal de respiración para el ser humano medio es de dieciocho veces por minuto 1+8=9
El ritmo cardíaco medio es de 72 latidos por minuto, 7+2= 9
La cantidad de latidos por hora suma 4.320, 4+3+2+0= 9
En 24 hrs. tu corazón late un promedio de 103.680 veces, 1+3+6+8+00 = 18= 1+8= 9
En ese mismo período respiras como promedio 25.920 veces, es decir la misma cifra que un Gran Año Sideral.
En Astrología los aspectos armoniosos o ángulos formados entre los planetas son de 30, 60 y 120 grados, que reducidos dan los armónicos 6 y 3; sin embargo los aspectos inarmónicos corresponden a los ángulos entre planetas de 45, 90 y 180 grados, cifras equivalentes a 9.
Los investigadores han descubierto que se producen cambios mundiales con consecuencias arrasadoras cada 180  años 1+8+0= 9
El Novendial (9) era un ayuno que se hacía en la primitiva Iglesia Católica Romana, para evitar catástrofes y calamidades de cualquier especie. De ella proviene la actual práctica que duran nueve días denominadas "novenas".
Hoy en día en el comercio basta con rebajar un centavo o elevarlo hasta la cifra 99 para atraer compradores. Cuando el potencial cliente ve el número 9 repetido en su inconsciente se produce "la orden de compra".
El 9 es usado 49 veces en la biblia
9 es el cuadrado de 3 y 3 es el número de la perfección divina.
El 9 puede ser representado por 3 triángulos que simbolizan los triples aspectos del hombre: cuerpo, alma y espíritu, esto indica que el 9 es el numero de la universalidad, de la conciencia amplia que todo lo abarca.



Mas curiosidades asociadas al número 9:

9 Veces que se casó Pancho Villa, todas por la Santa Madre Iglesia Católica Apostólica y Romana.
9  Sinfonías compuestas por Beethoven.
9  Círculos del Infierno en la Divina Comedia de Dante Alighieri.
9  Vidas de un gato, según los anglosajones.
9  Meses de gestación de los humanos.
9 Musas: Calíope (elocuencia, belleza, poesía épica  y canción narrativa), Clío (historia y epopeya), Erato (poesía lírica-amorosa y canción amatoria), Euterpe (música, especialmente la de flauta), Melpómene (tragedia), Polimnia (cantos y poesía sacros), Talía (comedia y poesía bucólica), Terpsícore (danza y poesía coral) y Urania (astronomía, poesía didáctica y ciencias exactas).


¡Y ahora que siga la fiesta, estáis invitados a tarta!



Fuentes :

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