lunes, 31 de julio de 2017

Bandas musicales y obras literarias




Hay un idilio que nunca falla, la que une la música y la literatura: música dentro de la literatura, literatura dentro de la música,  músicos que escriben o escritores melómanos que hacen mención de las canciones o las bandas que más les inspiran y conmueven.


The Velvet Underground
También es el título de un libro sobre sadomasoquismo de Michael Leigh titulado exactamente "The Velvet Underground" que un amigo de Reed y Morrison y hermano de Maureen Tucker, encontró tirado en la calle.



The Doors
Es conocida la irremediable relación letras-música de Jim Morrison, por lo que el también escritor tomó el nombre para la banda del ensayo "The doors os perception” de Aldous Huxley, quien a su vez, se había inspirado en una cita del poeta William Blake.



Belle&Sebastian
La banda escocesa tomó su  nombre de una colección de libros infantiles llamada Belle et Sébastien por Cécile Aubry que también fue una serie de televisión en 1965. En esta historia se relatan las aventuras de Sébastien y su perro Belle.



Joy Division
Originalmente tenían el nombre de "Stiff Kittens" y aunque así aparecieron en algunos folletos de presentación, al grupo nunca le agradó ni lo aceptó oficialmente. Joy Divison, como los conocemos, proviene de la novela "La casa de las muñecas" del escritor judío Yehiel Feiner, allí describía las “Joy divisions”, grupos de mujeres judías usadas como esclavas sexuales por los nazis como una forma de luchar contra los tabúes.



Moloko
El nombre del dúo británico se inspira en la novela La naranja mecánica de Anthony Burgess, donde Moloko significa leche (de la palabra ucraniana para leche молоко). Exactamente es el nombre de una bebida láctea que Alex y sus "drugos" consumen mezclada con narcóticos.



Moby
Richard Melville Hall tomó su segundo nombre por Herman Melville, su tío bisabuelo, responsable de la famosa obra "Moby Dick", de la cual, tomó su nombre artístico.


Fuentes:

lunes, 24 de julio de 2017

Los amantes sin nombre

Siempre habían estado juntos, así que no podía recordar la primera vez que se vieron. Debió ser en la casa de su primo, continuamente llena de visitas y vecinos. Ella era libre como un pájaro, jovial y divertida, una niña consentida que no sabía demasiado de la vida, igual que le pasaba a él. Jugaban juntos pero nunca la vio como una amiga, ella era demasiado despreocupada como para tomarla en serio o plantarle una etiqueta. 
Naturalmente pasaron de jugar a juguetear. No sabía si era amor lo que le llevaba a mirarla con otros sentimientos porque lo que sabía del amor era que debía ser un acto hermoso entre dos personas enamoradas, el amor debía ser una unión de afecto, de entrega, una alianza solemne, pero no había sido así, no había empezado así.
Había habido deseo, había habido cierta ferocidad, y un poco de morbo, y un poco de turbación por si eran descubiertos, y urgencia, había habido urgencia cuando él cruzó la habitación, la tomó por los hombros, la levantó de la silla y aparatosamente la besó en los labios. Durante un rato sintieron que podían comerse a besos... y boqueando ambos intentaron respirar sin conseguirlo. Sus pies tropezaron. Sus manos se rodearon por las cinturas. Cayeron sobre el sofá uno sobre el otro, con los ojos relampagueando de avidez. Cuando los labios se pusieron libidos él la curó posando su boca sobre su boca, y así la alivió, saboreando con gusto, lentamente, la jugosa carne de sus labios. Ninguno sabía que se podía sentir todo aquello y celebraron aquel descubrimiento muchas más veces. Siempre a solas, a escondidas, como dos amantes clandestinos.
Entonces él se enteró que ella siempre había sido la novia de su primo, y en el fondo no se sorprendió ni se sintió traicionado. Se alejó, eso sí, y trató de mantenerse a un lado. No podía desaparecer del todo así que intentó anestesiar sus sentimientos, apagarlos, frenarlos, contenerse… Fue ella la que no se ató, la que no renunció a la pasión que sentía estando a su lado, esa pasión que era la medicina que nunca recibía, la que su novio nunca le ofrecía. Con ese argumento volvió a su lado, siempre de manera secreta, siempre velando por no ser descubiertos. Y fue fácil hacerlo, al menos durante un tiempo.
Su lugar favorito para encontrarse era allí donde crecía la hierba alta, al otro lado del caserón, donde terminaban las lindes de la propiedad. Recostados boca arriba cerraban los ojos a la brisa, medio despiertos, semidesnudos, embrujados por el sonido que el viento emitía al pasar rozando las hojas de los árboles. Respiraban juntos, hondo, creyendo que todo sería siempre tan dulce como ese sonido.
Pero la clandestinidad empezó a pesar, y en parte también los celos, esa tristeza que se le antojaba un cuchillo en su corazón cuando sus dedos repasaban sobre el cuerpo de ella las señales que otro amante había grabado a fuego y saliva sobre su cuello.
–Me voy –le dijo un día–, no soporto sentirme así, tan frágil, tan asustado por lo que siento, por lo que haría por ti, tan abatido, tan vencido por tu ser, por tu cuerpo, por tu risa, por tu aliento… y por ti.
Y el tiempo siguió su marcha hacia adelante. Unas cuantas vueltas al sol más tarde volvieron a coincidir. Ella ya era una mujer casada. Él no aspiraba a ello ni lo buscaba. Respetaba a su primo pero seguía siendo débil y volvió a sucumbir. Volvió la pasión, la urgencia, la necesidad, y vino acompañada de un furioso compañero; la posesión.
En público él hacía como si no se soportaran, y a otros ojos parecería que él se conformaba con un roce accidental, una mirada furtiva, un saludo casual para sentirla cerca, ese escueto momento del beso en la mejilla para oler su piel, para sentir su calor… En privado era todo muy distinto, porque en su escondite la maleza seguía creciendo alta pero la brisa ya no era fragante ni dulce.
–Tengo miedo cuando me miras así –Le confesó ella en uno de sus encuentros, cuando, piel con piel, sus senos pequeños y redondos presionaban aquellos otros, lisos y suaves, que trasportaban hasta su nariz un ligero aroma a hierba sesgada.
–Y yo –susurró él muy despacio en su oído–, tengo miedo de sentir ciertas cosas que aún están en mí, que me arañan y me consumen, sin embargo, ¿por qué te quiero?
–No deberíamos seguir con esto, no podemos, ya hay rumores, sabemos que nuestros actos traen consecuencias…
–¿Desde cuándo te importa eso?
¿Le importaba? Él tenía razón, no lo hacía. Y por otro lado estaban demasiado atrapados en su espiral amorosa como para salir indemnes de ello. Nunca serían un capítulo cerrado.
–Me acerco a ti y tú huyes, te tiendo mi mano y la rechazas. Sólo hay un lugar en el que realmente seas mía y es este… –Él apresó con sus manos su rostro–. No, no hagas eso, entornas los ojos cuando estas cansada, no quieres decir adiós, no quieres decir hasta aquí, no quieres ver ni sentir esto, pero siempre vienes y sientes esto, hay algo en ti que sólo se quiere dejar llevar, antes te creías fuerte ahora eres sólo débil…
–¿Hasta cuándo podremos seguir con esto?
–¿No puede ser para siempre?
Y sintió que en realidad ya habían pasado una eternidad allí tumbados, en la hierba, sobre la tierra, sin que importara nada ni nadie, esclavos de algo que no deberían sentir y que sin embargo sentían, explotando una pasión que nunca terminaba.




“Y así dos orillas tu corazón y el mío, pues, aunque las separa la corriente de un río, por debajo del río se unen secretamente”.

José Angel Buesa

viernes, 21 de julio de 2017

Segundos fuera

Tan relativo es el tiempo que cinco minutos bastan para soñar una vida entera, como decía el maestro Benedetti.
Ya he hablado del tiempo antes, de su cualidad elástica cuando se alarga soporíferamente al menos en el trabajo, y de su condición fugaz, sobre todo cuando deseas atesorarlo. Sea como sea, minuto a minuto, segundo a segundo, acontecen innumerables sucesos a nuestro alrededor que ni siquiera percibimos…


En un segundo un rayo de luz recorre 7.5 veces la circunferencia de la Tierra.
Irina Privalova corrió 50 metros en 5.96 segundos imponiendo un nuevo récord.
9 segundos tarda en recorrer a máxima velocidad un submarino Virginia tipo nuclear los 377 pies que mide de largo.
El río Mississippi vierte 157 millones de galones de agua en el Golfo de México en 35 segundos.
Usain Bolt es el hombre más rápido de la historia en 100 metros planos: 9.58 segundos.
Joey Chestnut es capaz de comer un hot dog en 11 segundos.
Y con 34 segundos por jugar, los 49s de San Francisco anotaron un touchdown que les dio la victoria ante los Bengalíes de Cincinnati en el Super Bowl XXIII.
Un avión de guerra F-22 tarda 3.16 segundos en recorrer una milla.
Un Tesla Roadster completamente eléctrico alcanza 100 kilómetros por hora en 4 segundos.
El primer y más famoso vuelo de los hermanos Wright duró 12 segundos.
Y una hormiga del Desierto del Sahara recorre a máxima velocidad, 30 centímetros en 36 segundos (durante el momento más caluroso del día, en la superficie la hormiga puede sobrevivir máximo 5 minutos).
En un minuto la Tierra es golpeada por 360 rayos…

¡Y todo esto en menos de un minuto!

Y bueno no sé si has tardado sesenta o más segundos en leer esta entrada, pero ¿a qué no se tarda nada en culturizarse un poquito más cada día?


Fuentes: Un día más culto app
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