lunes, 25 de enero de 2016

El cuerpo humano en cifras


Nuestro cuerpo está compuesto, por término medio de 60% de agua, 39% de materias orgánicas (lípidos, prótidos, glúcidos), y el 1% de sales minerales.
Tenemos 650 músculos y 206 huesos (en realidad nacemos con 300, pero 94 de ellos se sueldan entre sí en la infancia).
El estornudo viaja a una velocidad aproximada de 170 kilómetros a la hora.
Segregamos 1 litro de saliva al día, lo suficiente para llenar una botella.
Al día producimos una media de 150 gramos de heces, lo que al cabo de una vida supone cerca de 4 toneladas. La evacuación líquida se cifra en unos 540 litros de orina al año, consumiendo una media de 1,5 litros diarios de agua.
0,9 segundos de reacción al dolor.
Nuestro manto cutáneo, extendido, ocuparía una superficie de 1,5 metros cuadrados.
Poseemos 200.000 kilómetros de venas. Y por ellas corren aproximadamente 5 litros de sangre.
Producimos 3 millones de cabellos en toda una vida, teniendo en cuenta que cada pelo vive unos 4 años. Los cabellos crecen una media de 0,35 milímetros al día, lo que supone 12,8 centímetros anuales.
A lo largo de nuestra vida derramamos alrededor de 70 litros de lágrimas
La lengua mide unos 10 centímetros de largo.
Una persona produce unos 18 kilos de piel inerte a lo largo de su vida.
Las uñas crecen medio centímetro a la semana.
Podemos distinguir hasta 5000 olores distintos.
Parpadeamos unas 15 veces por minuto.
Tenemos 32 dientes.
El intestino delgado mide unos 6 metros. El grueso 1,5 metros.
Los pulmones adultos tienen una capacidad media de 3 litros de aire y respiramos unos 6 litros por minuto. Unos pulmones sanos tienen más de 300 millones de alvéolos, con los que se puede llenar la mitad de un campo de fútbol.
En el momento de la eyaculación un hombre sano expulsará de 150 a 400 millones de espermatozoides.
En el momento de nacer una niña tiene 1.000.000 de óvulos en sus ovarios.
En un milímetro cúbico de nuestro cerebro hay unas 40.000 neuronas y 1.000 millones de conexiones de fibras nerviosas.
440.000 millones de células son las que el organismo humano va perdiendo en un día, que se reemplazan enseguida. Tenemos alrededor de 100 billones.
Un hombre llegado a la edad adulta pesa 20 veces más que en su nacimiento y su talla ha aumentado más de un metro.
A los 60 años, un hombre ha respirado casi 260.000 m³ de aire y ha absorbido 65 toneladas de alimentos; su corazón ha bombeado 180.000 m³ de sangre.


Conclusión: A pesar de los grandes progresos de las ciencias, el hombre jamás conseguirá construir una máquina tan perfecta como su propio cuerpo…

lunes, 18 de enero de 2016

Idiota

La única profesión que no se necesita preparación, es la de idiota, para lo demás hay que estudiar.
(Anónimo)

Se podría decir tanto sobre los idiotas, es un tema tan extenso, que… ¡que no, que no tengo tiempo! Pero para que no nos quedemos con las ganas de meternos en materia idiota aquí te dejo un avance para ir abriendo boca…


Algún idiota nombró a Hitler, Hombre del Año 1938, ese tontaina fue Henry Luce, propietario y fundador de la revista estadounidense Times. Por aquel entonces algunos creían en las buenas intenciones del canciller alemán. Sin ir más lejos el propio primer ministro británico Neville Chamberlain, quien tras regresar de su viaje a Berlín para firmar el llamado Pacto de Munich, alegó en 1938,  que: “Si hubiera más hombres cómo Hitler, la paz estaría garantizada en Europa”. Ja. Un año después, los nazis invadieron Polonia, y lo otro ya lo conoces, ¿verdad? Menudo ejemplo de paz, ¿eh?


Otro personaje idiota fue John Coffee, un constructor irlandés que en 1873 fue contratado por las autoridades de su país para que edificara nada más y nada menos que la prisión  de Dundalk. Hasta ahí todo bien.
Pero como suele pasar con algunos bobos que a veces se creen muy listos Coffee hizo algo mal, muy mal, y no me refiero a los cimientos, no. Este constructor acabó las obras en el plazo acordado, pero al revisar las cuentas, los funcionarios gubernamentales descubrieron que el empresario había falsificado todas las partidas para cobrarles mucho más dinero. El truhán fue condenado por estafa y, cosas de la vida, cumplió su condena en el mismo penal que él mismo había construido.


Tampoco tiene desperdicio el caso de Menelik II, emperador de Abisinia. En 1887, un empleado de Thomas Alba Edison llamado Harold P. Brown inventó la silla eléctrica, y en 1890 se ejecutó con ella al primer reo: William Kleiner.
La noticia dio la vuelta al mundo, y al enterarse, el emperador abisinio hizo las gestiones para comprar una que, creía, sería un símbolo de su gran poder. Pero Menelik no tuvo en cuenta un detalle esencial. La silla letal solo funcionaba con electricidad, un adelanto que por aquel entonces todavía no había llegado al país africano. Evidentemente, el rey no pudo achicharrar a ningún reo con aquella silla, pero, tratando de buscarle alguna utilidad, no se le ocurrió mejor idea que utilizarla como trono durante algún tiempo.


El caso del cineasta Stanley Kubrick es otro de esas ocurrencias… “geniales”. Kubrick creía firmemente en la existencia de extraterrestres, por eso, cuando inició el rodaje de “2001, una odisea del espacio (1968)” quiso suscribir un seguro con la Lloyd’s de Londres, temiendo que en ese período se pudiera producir un contacto con seres de otros mundos que echara por tierra las tesis de su carísima película y le arruinase. Pero lo gracioso del caso es que la Lloyd’s no firmó el trato alegando: “altas posibilidades de riesgo”.


El más idiota sin entrenarse fue Theodor von Bischoff, un fisiólogo alemán y experto en Anatomía de la Universidad de Heidelberg que, a finales del siglo XIX, estudió la diferencia entre los cerebros del hombre y de la mujer.
Terminadas sus investigaciones, llegó a la conclusión de que el cerebro masculino pesaba una media de 1.350 g, mientras que el femenino solo llegaba a los 1.250 g. El investigador se basó en esa diferencia de peso para afirmar la superioridad intelectual del varón sobre la mujer. Conviene señalar que es cierto que los cerebros masculinos suelen pesar más que los femeninos, aunque ese hecho no tiene ninguna relación con la capacidad intelectual de las personas. Pero von Bischoff no lo creía así, y defendió su tesis machista hasta el final de su vida.
La lástima es que, tras su muerte, uno de sus discípulos quiso pesar el cerebro del científico. ¿Y adivinas cuál fue el resultado? 1.245 g. Menos mal que el pobre Bischoff ya no estaba vivo para afrontar semejante ridículo.



Música: Los Ronaldos-Idiota

viernes, 15 de enero de 2016

El chico que llegó de las estrellas


Se me pasó por alto mirar al cielo el lunes por la noche, posiblemente hubiera advertido algo diferente, quizás una mayor reunión de estrellas brillantes señalando un punto, un camino, porque el chico que llegó de las estrellas estaba de vuelta a ellas.  
El pasado día 10 de enero David Bowie emprendió su viaje al espacio, un cáncer de hígado que no superó tuvo la culpa. El famoso artista sólo tenía 69 años y muchas ganas de seguir sorprendiendo a su público, hacía muy poco que había lanzado su trabajo “Blackstar”, se puede decir que se encontraba en plena fiebre creativa.
Bowie fue un innovador, no sólo en la música, su aspecto andrógino y extravagante lo convirtió en un personaje importante de la cultura popular, un ser reivindicativo y visual.
David no se limitó sólo con la música, también fue actor, y no se le dio nada mal.
Su característica más especial eran esos ojos disonantes, padecía anisocoria, asimetría en la dilatación de sus pupilas, esta peculiaridad terminaba de configurar ese aspecto tan chocante y extraordinario. Pero si por algo será recordado el chico que llegó de las estrellas es por su talento. Por eso, el mayor homenaje que se le puede hacer a una artista que ya no está es asomarse a su legado y compartir lo que nos dejó,  en este caso, algunas de sus mejores canciones.



Canciones: Life on mars. Space Oddity. Ashes to ashes. Let´s dance. China girl. Dancing in the street.

jueves, 7 de enero de 2016

Autorretratos sin cabeza


Erase una vez una fotógrafa que se llamaba Heidi Lender, una exploradora del color, tan detallista que con su toque impregnaba en sus fotos cierta esencia de ilustración. Un día Heidi pensó que podía sondear las capas de su propia personalidad retratandose. Una forma de explorar su conciencia, una manera de lanzar un mensaje. La singularidad fue que siempre ocultó su rostro, nunca mostró nada que estuviera de cuello para arriba. Siempre subida en un pedestal. Siempre vestida con su propia ropa, esa que ya nunca usaba. Siempre justo a su mascota… Y así creó una colección, una serie de fotografías con las que pretendía dar otra visión sobre la importancia de la moda y los espacios que nos rodean, al parecer en guerra constante contra nuestra presencia interior.
Y todo esto para decirte que aunque el resultado es… no sé, algo inquietante, ¡¡me encanta el perro!!













Fuentes:

Música: Pulp-Babies
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