martes, 27 de junio de 2017

Tirarse a la piscina

El diván del psicólogo era de piel marrón, olía a cuero, empujaba sus pensamientos, dejando entrar la luz de los recuerdos pasados, diluyendo las tinieblas de otras vidas, vidas donde no llegaba el sol. Él sabía que había muerto de forma trágica en cinco de sus siete vidas pasadas, ahogado si entramos en detalles, ahogado, así que el que le volviera a pasar era una posibilidad muy alta, tanta que había desarrollado un pánico exagerado al agua…
No había bañeras en su casa, las duchas eran cortas, sólo bebía espesos zumos, evitaba salir de casa los días de lluvia, todo porque estaba en su sino que algo malo le podía pasar a causa de ese ruin elemento que era el agua.
Sinceramente no era vida. Lo que más le fastidiaba era no poder ir a la playa o a la piscina, no poder meterse en el mar, no poder remojarse como hacía todo el mundo en verano, cuando el calor ahogaba y apretaba. Ni siquiera palpar las gotas caer a través de su ventana le relajaba, sentir el agua chorreando en la fría palma de su mano le traía a la mente un instante de dolor, el impacto de un relámpago, una explosión, un golpe contra el suelo, la inconsciencia, un río que crecía…
Los círculos intelectuales en los que se movía habrían puesto el grito en el cielo si hubieran sabido que el bueno de Marc, hombre formal, pasaba seis horas de la semana tumbado en un diván, sometido a hipnosis, recuperando recuerdos de aquellas vidas truncadas. Pero lo cierto era que cada vez se le hacía más sencillo enfilar aquel pasillo lleno de luz blanca, y abrir la puerta que lo llevaba a esa parte de si mismo que le daba la bienvenida. La  existencia se volvía más fácil, más gratificante. A pesar de todo, a pesar de ver siempre su final, nada era inesperado, y eso, le proporcionaba una paz extraña, una certidumbre, una fe sin sorpresas.
Al principio las imágenes eran sólidas y planas, pero pronto adquirían dimensión, e incluso, textura. ¿Era real? ¿No lo era? Se veía a sí mismo caminando hacia la nada, la luz titilando, la brisa campaneando en sus oídos, en donde el monótono sonido de las chicharras roncas de grillar amortiguaba sus pasos sobre la yesca. El campo adquiría un color desvaído, entonces el disonante vuelo de una libélula le distrajo, tropezó, perdió el equilibrio, el mundo se dio la vuelta, antes de acabar enterrado en aquella verdosa charca recibió la caricia de las iridiscentes alas del insecto en su cara, luego la boca se le llenó de agua… ¡y la puerta se cerró de nuevo! El momento de abrir los ojos en el diván siempre le dejaba desconcertado. Sus muertes siempre eran tan inesperadas y traicioneras.
Un río furioso, una ciénaga inadvertida, un naufragio en un mar helado, aquel avión volcando sobre el lago, y el peor de todos, el asesinato en la piscina. Marc regresaba muy poco a aquella vida, quizá porque los enfurecidos ojos de aquella mujer le acosaban en sus pesadillas. Su asesina. Había algo que presentía, una punzada de remordimiento en su corazón cuando pensaba en ella. A veces cerraba muy fuerte los ojos, relajaba su mente, inhalaba, prestaba su atención al rostro de aquella mujer, cada detalle, cada adorno, hasta que aparecía a su lado, y él la tocaba, pero ella le rehuía… el impulso de su memoria se frenaba siempre en ese instante, nunca podía ver nada mas allá de ese momento, hasta esa noche. Esa noche la naturaleza de su yo pasado se reveló: el odio, el maltrato, el abuso, la negrura de su ser, su cobardía para con aquella mujer, su manera de anularla. Entendió porque ella había acabado asesinándole, lo merecía, ¡lo merecía!
No pudo olvidarlo. Sentía aquel residuo de maldad recorriendo sus venas. Durante días y semanas se sintió infectado por aquella vida. El alcohol fue su refugio. “¿Morir ahogado en mi vómito?”, imaginó. “Sería un buen final para un desgraciado como yo”. Pero eso no pasó por mucho que lo buscara.
Una tarde, embriagado de dolorosos recuerdos, caminó sin rumbo, y llegó hasta un precioso jardín. Las enredaderas parecían caer de los arboles como delicadas cortinas, los flamboyanes explotaban a todo color a su alrededor, las flores lo salpicaban todo. De pronto los destellos del sol se reflejaron en las alas de una preciosa libélula que una parte de su alma reconoció, así que no se abstuvo de perseguirla. El azulado resplandor del agua se movió danzarín en sus retinas. Allí delante encontró una piscina. Sus pasos se clavaron de golpe en el suelo. No lo pensó mucho, fue un impulso, una necesidad, y Marc se zambulló en aquellas aguas sin miedo, como quien desea de una vez por todas dar cuenta, pagar, expiar, encararse al destino. Se hundió hasta el fondo, envuelto en burbujas, asfixiando un grito, deseando encontrar la luz blanca y la puerta. Marc tuvo la impresión de que trascurrieron mil años, mil siglos. Las imágenes se ralentizaban, se apagaban… Antes de que se fundieran unas manos lo abrazaron por el pecho, tirando de él hacía arriba.
La mujer que lo había salvado le miraba asustada y preocupada. Él recibió un impacto: ya conocía esos ojos, salvo que ya no estaban llenos de furia, sólo de agua.




domingo, 11 de junio de 2017

Bad company


¿Cómo podríamos considerar mala compañía a lo que te hace sentir tantas cosas buenas, especialmente a esa plenitud que recorre tu cuerpo como la electricidad fluyendo por las venas? Es culpa del rock, y del blues, de las guitarras y las voces, de esas notas que te van empapando como la lluvia cuando hay sequia. Con su rock bueno y su buena compañía, aquí te dejo a Bad company…

 Bad Company se fundó en 1973, integrado por exmiembros de la banda Free (Paul Rodgers, Simon Kirke), Mick Ralphs (exmiembro de Mott the Hoople) y Boz Burrell (exmiembro de King Crimson). Bad Company encontraron en Peter Grant al manager ideal, conocía el negocio a la perfección, era muy cotizado debido a su excelente trabajo con Led Zeppelin y, sobre todo, era una verdadera potencia en América.
Inicialmente se inspiraron en la película clásica del oeste homónima (Bad Company, 1972) protagonizada por Barry Brown y Jeff Bridges (el film se tituló en España Pistoleros en el Infierno), y que dio lugar al nombre de la banda y a su primer éxito en 1973. El disco no contiene sorpresas desde el punto de vista técnico y musical, pero posee el sabor del salvaje rock-blues de la época, sin excesos heavy metal y con textos simples y contundentes. El álbum obtuvo un enorme éxito, ayudado en parte por el single 'Can't get enough', en el que se destaca la voz de Rodgers, una voz ronca e inconfundible que constituye el verdadero punto fuerte del grupo.

En 1975 Bad Company publicaron 'Straight shooter', álbum del que se extrajo el single 'Feel like makin' Iove', y en 1976 consiguieron un disco de platino con el álbum 'Run with the pack', que permaneció en las listas durante casi un año. La fórmula era la misma, pero iban introduciendo ritmos más funky y baladas con un toque country. 'Burnin' sky' (1977) y 'Desolation angels' (1979) no tuvieron tanto éxito como los álbumes anteriores: el punk se estaba abriendo camino en el mercado y en los gustos del público rockero, indeciso entre la dureza del heavy metal y el sonido de las listas de éxitos. Además, Bad Company se estaban sumiendo en una profunda crisis creativa. 'Rough diamonds' apareció en 1982, precisamente en mitad de esta crisis. Poco después la banda se disolvía.

En 1983 Kirke pasó a formar parte de Wildlife, grupo producido por Mick Ralphs, y Paul Rodgers decidió publicar un álbum en solitario, 'Cut loose', en el que tocaba también la batería, teclados y guitarra: Poco después se unió a Jimmy Page en los efímeros Firm. Mientras tanto, Boz se integró en Nightfly, el grupo de Micky Moody en el que también tocaba Zak, hijo de Ringo Starr.

Bad Company parecían haber muerto; pero en 1986 el público se vio sorprendido por la noticia de que la banda se había reconstituido, con Brian Howe en el puesto de Rodgers y la incorporación del teclista Greg Dechert. El resultado fue 'Fame and fotune', un álbum producido por Mick Jones, de Foreigner. Se echaba en falta la característica voz de Rodgers, pero Bad Company lograron introducirse en un mercado que se había quedado sin Led Zeppelin. En 1988 apareció un nuevo álbum del grupo, 'Dangerousage'.



Que tu compañía sea la música, nunca será un mal acompañante…

Fuentes:

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