Historias de terror en días de lluvia
Cap. 1:
Sombras de amor
De
niña-adolescente mi hermana gemela y yo disfrutábamos inventando historias tenebrosas.
Las escribíamos por la noche con una única norma; que no fueran muy largas. Así,
dejábamos correr nuestra imaginación más gótica dejando que los aparecidos, los
fantasmas, los demonios, los vampiros y los monstruitos se abrieran paso en
nuestros pensamientos y en nuestras letras.
Una
vez acabados nuestros relatos, nos los pasábamos con la esperanza de que nos
pusieran un poco los pelos de punta. Compartiendo nuestros miedos y
escalofríos.
Esa
costumbre hace mucho que pasó al olvido… pero ya que se acerca Halloween y en
vista de lo “oscuro” que esta este Mundi Bohemio he decidido improvisar algunos
capítulos para compartirlos contigo…
El
pálido resplandor del crepúsculo se desvanecía a medida que el carruaje
traqueteaba de manera monótona por los caminos enfangados. Aferrada al
terciopelo violeta de su asiento, con los dedos crispados sobre su pecho,
sentía latosamente como aquel ridículo corsé se le incrustaba en el esternón
cortándole la respiración. El batir de las hojas, maltratadas por la fina lluvia,
le recordaron el incesante movimiento de su abanico que aquella tarde no había soltado
ni para tomar ponche, pócima azucarada que se le había subido a la cabeza.
La
fiesta de disfraces había sido multitudinaria, colorida y demasiado ruidosa. La
música le había resultado retumbante, las risas atronadoras, los cotilleos
incesantes. Lo más estridente de la sala de baile había sido aquel extraño de
la máscara blanca, ese hombre severo, alto e imponente, con el que ella –quizá
inconscientemente o tal vez no– había flirteado, primero ocultando su coqueta boca
con el abanico abierto, después moviéndolo con la mano izquierda, y por último –interpretando
bien aquella impúdica mirada del apuesto desconocido– entrecerrando su abanico
de seda con varillas de marfil en la derecha y sobre la izquierda. Aquel
lenguaje secreto había pasado desapercibido para el resto de invitados, al
menos eso creyó Cornelia, hasta que los burlones ojos de Madame Aciag la
asaltaron velados por la fina niebla roja de gasa de su máscara.
La
maldiciente fuerza de su media sonrisa le resultó insultante, cínica,
deshonesta, lo mismo que el detalle de apuntarla con el ojo azul de la sinuosa
pluma de pavo real que le servía de varita encantada. De alguna manera con el
gesto parecía estar indicando que lo veía todo, que lo sabía todo, que nadie
estaba a salvo de su ojo acechante. Desbordada, mareada, retrocedió para escapar;
la fiesta había perdido súbitamente su encanto.
El
siniestro bosque cercado por la niebla le resultó espeluznante. Lo más
aterrador fue el rítmico sonido de los cascos de un caballo invisible que a la
caza del Landó parecía avanzar sin tregua tras ella.
Cornelia
se sintió observada.
Las
puntiagudas y oscuras ramas de los árboles obstruían el gélido paisaje, entonces
la tortuosa luz se abrió paso y allí lo vio. Un jinete galopaba rastreando su
aroma. La curva de una sonrisa perversa la asaltó, unos ojos profundos
enmarcados por una máscara blanca la hostigaron.
La
marcha del carruaje se volvió violenta, encabritada, como fuera de control. El
peso de la velocidad la golpeó con rudeza. Vertiginosamente se aferró a lo que
pudo hasta que lentamente todo empezó a frenarse, a sosegarse, a apaciguarse, a
detenerse…
Dando
tumbos abrió la portezuela. El frio la hizo temblar, el miedo la paralizó. No
había nadie en el pescante del cochero, ni tan siquiera la sombra de un
fantasma. Enfocó la vista a la bruma que se disolvía. Un hombre, escoltado por
un sequito de cuervos, caminaba hacia ella.
Sus
miradas se estudiaron, fue como un látigo restallando en el aire, así había
sentido aquella visión efímera, como una oleada punzante extendiéndose por las
ramas de sus venas. Por un instante había visto en el fondo de aquellos ojos su
verdadera naturaleza; el odio, la crueldad, el peso acerado de la eternidad.
Tembló, súbitamente entre aquellos brazos firmes.
Su
alma viajaba a través de un sueño con espectros que volvían a la vida entre
ecos de risas arrastradas y tristes, ensueños que se enredaban en sus
retinas... la oscuridad empezaba a ganar y ella se dejaba ir.
Sus
pupilas se agrandaron hasta convertirse en dos pozos negros e insondables. Un
abismo tiró de ella desde su propio interior hacía el mismo centro de ese
núcleo que sentía palpitar de terror. Ahogado en su garganta estaba un grito…
pero no podía gritar.
Conmocionada
por aquel extraordinario gesto de ferocidad había tratado de retroceder pero
sus pies se encontraron anclados a la tierra, sus extremidades no reaccionaron.
Aquel hombre ejercía un poder sobre ella que le era nuevo y desconocido. Lo que
mas le fascinaba y turbaba al mismo tiempo era como la miraba, y con cuanta
intensidad lo hacía, como si la destapara con los ojos.
Había
algo poderosamente absorbente y atrayente en él, una fuerza sensual que la
agitaba hasta consumirla. Se sentía ardiente y ligera, libre como si estuviera
fuera de su cuerpo. Él la miraba, ¡como la miraba! Le atraía poderosamente
aquella aura peligrosa que desprendía, y le gustaba su tez pálida, ese tono
azulado, frío, templado como el de un diamante. Lo que mas le intrigaba era la
joya de su cuello, tan roja, tan llamativa que parecía titilar repleta de rasgos
hipnóticos…
Cayó
en el trance.
Despertó
en un aposento anticuado, desusado, polvoriento y lleno de telarañas, un lugar
que por un instante le resultó familiar.
Él
estaba ante la ventana, no había luz y la luna afilaba aquellas facciones
inmaculadas. Sus nacarados dedos punteaban depresivamente un arpa. La música
trasportaba a aquel ser a un mundo lejano y olvidado, un mundo en el que ya no
sobrellevaba la carga de la soledad y la eternidad.
Al
volverse, Cornelia descubrió que la mascara había desparecido… no pudiendo
soportarlo se desmayó
Horas
después volvió en sí. Había estado delirando por la fiebre, llorando en
silencio, atrapada por la sombra del amor había estado repitiendo palabras sin
cesar, repitiendo que no podía ser… ¡no podía ser! Él había muerto, él no
existía, el mar, la oscuridad, sus huesos perdidos en el limo, la oscuridad
verde, el mar.
Su
arrogante prometido había muerto hacía siete años en un naufragio, por eso no
habían podido casarse. ¿Cómo entonces era posible que estuviera ahí, mirándola
con esos ojos sin luz? ¿Qué era él? ¿Un fantasma, una ilusión, un engendro de
su imaginación?
El
Lucien irreal que estaba ante ella rellenó una copa. Una cucharilla removió el
contenido, las burbujas y unos venenosos polvos verdes se mezclaron en una
espiral que rugió igual que una tempestad en los oídos de Cornelia. Una
traidora lágrima surcó su mejilla cuando fugazmente reparó en el brillante aro
de oro que él sacó de su chaleco.
Entendió
el propósito de todo cuando le ofreció aquella copa. Lucien había regresado de
la muerte para llevársela. Ella debía cumplir su promesa de matrimonio, viva o
muerta.
Música: Phantasms of
Love - Wojciech Kilar
6 comentarios:
Me encanta como decoras y ambientas los temas de tu blog por estas fechas de Halloween, haces un gran trabajo. Todavia no es Halloween pero me adelanto ¡que tengas un muy feliz Halloween! y que lo disfrutes con Raquel igual que cuando eráis niñas. Un abrazo para las dos,
Me ha gustado, está muy bien. Y la música de la anterior entrada, me ha sentado de lujo, jaja.
Hola, Ana. Me gusta muchísimo tu blog. Buen relato con buenos escenarios: niebla, carruajes, una relación más allá de la muerte... un poético Halloween. Y muy bien acompañado con ilustraciones. Yo también preparo una entrada especial para esos días. Nos seguiremos visitando.
Saludos. Borgo.
Hola Nieves,lo mismo para ti ¡feliz Halloween!! Que sea divertido y dulce, que es lo mejor de esta fiesta.
Un abrazo grande
:)
Hola Einer, gracias, me alegra saber que el relato te ha gustado. En cuanto a la música la idea era que sentara de "muerte" jaja, pero me vale igual.
¡Que tengas un feliz Halloween!
:D
Hola Borgo, muchísimas gracias, no es que asuste mucho pero el relato me quedó poeticamente gótico, ¡y no era la intención!, jaja. Las ilustraciones son un experimento con el editor, pero me divirtió crearlas.
Por supuesto nos seguiremos visitando. Te deseo un buen Halloween.
Saludos
:)
Cómo echo de menos esos tiempos. Escribir en libreta, de noche, dejando que la inspiración te transportara a donde quisiera.
Un relato excelente, como todo lo que escribes. Muy bien recreado.
Un beso.
Yo también añoro aquellos tiempos, ahora ya no me dejo llevar tanto por la imaginación, me trasporta pero no de la misma manera.
Me alegro que te haya gustado el relato.
Un beso
:)
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