viernes, 22 de julio de 2011

Un viejo que leía novelas de amor


Antonio José Bolívar Proaño vive en El Idilio, un pueblo remoto en la región amazónica de los indios shuar (mal llamados jíbaros), y con ellos aprendió a conocer la Selva y sus leyes, a respetar a los animales y los indígenas que la pueblan, pero también a cazar el temible tigrillo como ningún blanco jamás pudo hacerlo. Un buen día decidió leer con pasión las novelas de amor -«del verdadero, del que hace sufrir»- que dos veces al año le lleva el dentista Rubicundo Loachamín para distraer las solitarias noches ecuatoriales de su incipiente vejez. En ellas intenta alejarse un poco de la fanfarrona estupidez de esos codiciosos forasteros que creen dominar la Selva porque van armados hasta los dientes pero que no saben cómo enfrentarse a una fiera enloquecida porque le han matado las crías. Descritas en un lenguaje cristalino, escueto y preciso, las aventuras y las emociones del viejo Bolívar Proaño difícilmente abandonarán nuestra memoria.

Luis Sepúlveda (1949), narrador chileno, es uno de los escritores en lengua española más leídos y traducidos de Europa. Nacido en Ovalle, participó en el movimiento estudiantil de su país; fue apresado y, más tarde, durante el régimen militar, tuvo que exiliarse. En 1980 fijó su residencia en Hamburgo (Alemania), donde ha trabajado como escritor y periodista. Ha escrito colaboraciones para periódicos y revistas de España y América Latina. Ha cultivado diversos perfiles de la narrativa, como el relato ecologista, el cuento infantil, la novela de intriga, la novela policíaca, la novela negra y la crónica de viajes.

Entre sus títulos figuran:
Un viejo que leía novelas de amor (1992), obra que transcurre en la selva ecuatoriana, en el mundo de los indios shuar o jíbaros, y que ha recibido el premio Tigre Juan y otras distinciones internacionales, además de haber sido traducida a catorce idiomas; Mundo del fin del mundo (1994), premio de novela corta Juan Chabás; Nombre de torero (1994); Patagonia Express (1995); Historia de una gaviota y del gato que le enseñó a volar (1996); Desencuentros (1997), libro de cuentos; Diario de un killer sentimental (1998); y Yacaré (1998).

El director chileno Miguel Littín llevó al cine en 1999, con el título Tierra de fuego, la novela Un viejo que leía novelas de amor. Coproducción italiana, chilena y española. El propio Luis Sepúlveda aparece en el filme, en el papel del poeta. Actualmente está afincado en Gijón, España.
Un viejo que leía novelas de amor es su novela más vendida, teniendo en su haber 18 millones de copias.
Luis Sepúlveda es Caballero de las Artes y las Letras de la República Francesa. Doctor Honoris Causa por la facultad de Literatura de la Universidad de Tulon (Francia). Doctor Honoris Causa por la Facultad de Literatura de la Universidad de Urbino (Italia).

UN VIEJO QUE LEÍA NOVELAS DE AMOR
Luis Sepúlveda

“Luego de comer los sabrosos camarones, el viejo limpió prolijamente su placa dental y la guardó envuelta en el pañuelo. Acto seguido, despejó la mesa, arrojó los restos de comida por la ventana, abrió una botella de Frontera y se decidió por una de las novelas.
Lo rodeaba la lluvia por todas partes y el día le entregaba una intimidad inigualable.
La novela empezaba bien.
“Paul la besó ardorosamente en tanto el gondolero, cómplice de las aventuras de su amigo, simulaba mirar en otra dirección, y la góndola, provista de mullidos cojines, se deslizaba apaciblemente por los canales venecianos”.
Leyó el pasaje varias veces en voz alta.
¿Qué demonios serían las góndolas? (…)”

El protagonista de esta historia es Antonio José Bolívar Proaño, un hombre que vive en el interior de la selva amazónica, en un pueblo conocido como “El Idilio”, donde conoce a los indios shuar y, gracias a ellos y a sus costumbres, aprende a sobrevivir en la selva.
Sin embargo, ese mundo que él disfruta no está libre del accionar del hombre. Producto de estas vivencias derivadas de la codicia y la injusticia de la “civilización”, es decir, de los cazadores que intentan destruir ese entorno, Bolívar Proaño decide refugiarse en la literatura, en especial, en las novelas de amor que, dos veces por año, le obsequia un dentista.
Luis Sepúlveda utiliza la historia de “Un viejo que leía novelas de amor” para despertar en el lector un espíritu comprometido, respetuoso y solidario hacia el entorno selvático amazónico.

Me ha gustado mucho este libro, por su tono simple, por su mensaje, por como esta narrado, por sus palabras, pero sobre todo por ese viejo duro en principio pero sensible. Un hombre curtido por la experiencia de sobrevivir en un infierno verde, misterioso y hostil. Un personaje solitario,  tierno, amante de la literatura, al que tomas cariño en seguida. Mientras lees temes por él, ya no es joven ni ágil, así que enfrentarse a los peligros es cada vez más difícil. No sabes como será el desenlace, lo que aumenta el interés de seguir leyendo. Los pasajes en los que persigue a la tigrilla me han recordado un poco a “El viejo y el mar”, esa lucha, esa pugna por sobrevivir, esa intimidad de hombre y bestia. Su final te trasmite esa impotencia y dolor del viejo ante la muerte inevitable del animal. La lectura te evade, te trasmite muy bien las sensaciones. Leerlo es soñar, viajar a la selva. Sus personajes están muy bien creados. He disfrutado mucho, sin duda un libro muy recomendable.

¡Feliz Lectura!

Fuentes: Lecturalia.com. Poemas-del-alma.com/blog/libros/resumen-viejo-leia-novelas-amor. Rincondelvago.com. Wikipedia. Google imágenes.

2 comentarios:

Nortiz dijo...

Interesante libro, Ana =) No lo conocía, pero de su biografía sí me suena Historia de una gaviota y del gato que le enseñó a volar.
Tiene que ser una buena lectura la de este viejo lector de novelas de amor, pero no sé si lo podré leer en algún momento. Ahora estoy con Ángeles y demonios, que se me va alargando y alargando porque entre unas cosas y otras, no tengo tiempo de leerlo. Y no creo que me dé tiempo a leer más... Llegará el curso de nuevo, y mal.
Un beso, Ana =)

Ana Bohemia dijo...

Hola Natalia. Este es un libro muy pequeño, pocas páginas y un estilo cristalino que hace mas fácil la lectura. Pero si sigues con Ángeles y Demonios lo primero es que te lo acabes, yo ese me lo leí hace años, y creo que me gustó mas que El codigo Da Vinci, aunque ambos pecan de peliculeros, jaja.
Un beso, ¡ya a leer!
:D

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