sábado, 28 de julio de 2012

#Atención, pregunta # 19

¿Por qué flotan los barcos cuando si tiramos una moneda al mar se hunde sin remisión?

Sentimos que aun cuando todas las posibles cuestiones científicas hayan recibido respuesta, nuestros problemas vitales todavía no se han rozado en lo más mínimo. Por supuesto que entonces ya no queda pregunta alguna; y esto es precisamente la respuesta.
Ludwig Wittgenstein

“Siempre que pienso en mí padre lo asocio a algunas escenas marítimas, quizás por lo mucho que le gustaba salir en su bote a pescar. Cuando mis pensamientos vagan de esa forma, tiendo a distraerme, a disociarme de lo que hay alrededor… Entonces veo la luz parpadear, brillando como si me lanzara señales. Y rápidamente entro por ese túnel que conduce al pasado. Estoy ahí, en medio de la playa cubierta por la arena blanca y fina. Papá sonríe como si no le importaran las nubes amenazantes que avisan del peligro de una tormenta. Las olas se suceden. Parecen teñidas de distintos azules, azules que van in crescendo hasta que se tornan tan oscuras que parecen negras. Me dan miedo. Sus formas, sus tamaños, me asustan, pero me callo, no quiero llorar ante papá… Él señala las gaviotas viajeras que planean solitarias sobre los espigones. Quiere distraerme. Hay viejos veleros, y remolcadores, y bañistas…  Pero yo no puedo subir al bote y me quedo en tierra. Mamá me abraza, no me riñe, y juntas corremos por la dársena viéndole navegar, viéndole agitar sus brazos diciendo adiós. Su barquita se aleja, debatiéndose de pronto con el viento y el mar furioso. Y mi corazón se encoge, se encoge tanto que pienso que se ha detenido…
Allí sólo hay espuma blanca, olas picadas que sacuden el mar como si lo estuvieran centrifugando. Pienso que la barca sobre la que va mi padre podría volcar y él desaparecer… Y cierro los ojos, los aprieto con fuerza para no ver… Entonces…”
…Tengo que dejar de hablar, docenas de miraditas con ojitos impacientes me atienden y no sé que hacer con esa prole. Así que digo:
-Eso casi ocurrió. Mi madre y yo estuvimos esperándole horas y horas, temiéndonos lo peor. Mi corazón se rompió. ¡Fue terrible…! Y ese es el motivo por el que no puedo montarme en esa cascarita que llamáis bote…
Estoy hablando para un público entregado, una pandilla de pequeñajos con edades comprendidas entre los 6 y los 12 años. El Científico está a mi lado y distingo el reproche en sus ojos. Pero los niños han pillado el mensaje y se van…
-¿Qué? –No puedo soportarle cuando se pone en plan escéptico-. Ellos lo han comprendido…
-¿El qué?, ¿tu mentira?, ¡eres una cuentista!
-Yo no miento, es la verdad, ¡me aterran los botes!, debe ser un trauma, un shock, ¡o yo que sé! Mira, te agradezco que me recomendaras para este trabajo, está muy bien esto del campamento de verano y todo eso, pero… ¡no me gustan los niños!
-Pues menudo problema porque resulta que eres su monitora…
-Vale, ¡sí!, ya lo sé, pero que conste que no cederé, no voy a meterme en el mar sobre eso…
¡Que peligroso puede ser mentir en un curriculum! Tenía que darme cuenta así, de ese modo… y yo que creía que acabaría lavando platos y sonando mocos.

No tenía ni idea de que el siempre sorprendente Científico iba a mover sus hilos para darme trabajo en el mismo campamento en el que iba a pasar el verano. Su taller de experimentos era curiosamente divertido. Y yo… yo no estaba a la altura. Sí, podía montar de la nada un circuito de instrumentos improvisados, u organizar un maratón de baile, o contar historias inventadas a la luz de una hoguera, pero… soportar las embestidas del mar sobre una cascara de nuez ¡no!
Debí mostrarme acongojada. Puede que él no soportara mi cara de pena porque al rato le oí decir:
-¿De verdad tienes miedo de subirte en un bote?
Asentí y hubo un breve cruce de miradas. Nunca me había percatado de que había un inmenso océano en sus ojos… Iris tornasolados, olas y marejadas, verde y azul furiosos…
-Ven –suspiró tendiéndome una mano- quiero ayudarte, vamos a dar un paseo, superaras tu miedo…
Lo superaría si asociara los botes con un recuerdo alegre y agradable… pensé, y no tuve tiempo de batallar con él, quien, literalmente me secuestró, arrastrándome hacía la orilla.
-¿No debería ponerme un chaleco salvavidas o algo por el estilo?, ¡los niños lo llevan!
-¡Sube, vamos! –me ordenó tajante-. No querrás que te meta a la fuerza, ¿verdad?
¡Como si pudieras!, pensé alborozada, pero no me atreví a contradecirle. Y chapoteé torpemente para subirme a la barquita. Ya tendría tiempo de arrepentirme de mi docilidad.
El Científico hundió los remos en el agua para impulsarse. Con sus paladas algunas gotas salpicaron mi cara, por un instante me dio la impresión de que lo hacía adrede. El horizonte tembló… pero no menos que yo. Cerré los ojos respirando profunda y hondamente, recordando algunas pautas de autocontrol para los momentos tensos. Al abrir los ojos, él, más niñato de lo normal, se puso a hacer el ganso, a mover la barca, a sacudirla de un lado a otro. Chillé, lo que le divirtió. Grité, lo que le trajo sin cuidado. Le insulté, lo que también le resbaló. Le imprequé… pero pasó. ¡El agua estaba entrando, nos íbamos a hundir! Y me puse en pie para huir. Entonces la barca se desestabilizó peligrosamente. Fue en ese momento cuando reaccionó, exigiéndome que me sentara. Pero me hice la sorda y no lo hice. Al rato, un poco agobiado, se levantó, me tomó por los hombros, captó mi atención. Respirando conmigo me pidió que me calmara, que razonara. Con muchas reticencias lo hice. Cuando nos sentamos sucedió lo imposible… y la barca recuperó su equilibrio.
-¿Es que no sabes nadar?
-Si, ese no es el problema… me da pánico hundirme, sólo eso.
-¿La historia sobre tu padre era cierta?
-Sí, ¡claro que sí! Todavía hoy me cuesta pensar en aquello. Me asusté tanto… Hasta aquel día nunca había visto a mi madre llorar. Y la veo corriendo, dirigiéndose al puesto de socorro para que alguien la ayudara, y empujándome para que caminara más rápido. Recuerdo las angustiosas horas que pasaron,  y la gente que hablaba a mí alrededor, marineros que querían ayudar, personas anónimas que contaban historias sobre cuerpos desaparecidos y tumbas marinas, sin cortarse un pelo porque yo estuviera allí. Me acuerdo muy bien de lo que dijeron. Aquello me me dio pavor… sólo tenía siete años.
-Lo siento, de verdad, ¡que poco tacto! –era sincero al decirlo, lo leí en su rostro, en su gesto-. Pero esta barca no se hundirá, te garantizo que no lo hará…
-¿No?
Sacudió la cabeza, incluso (sólo porque yo insití) juró sobre dos dedos en cruz,  y de buen talante, respondió a la cuestión que allí mismo lancé:

¿Por qué flotan los barcos cuando si tiramos una moneda al mar se hunde sin remisión?

“Cuando se sumerge un cuerpo en un líquido parece que pesara menos… ¡seguro que te has dado cuenta! Esto es debido a que, todo cuerpo sumergido recibe una fuerza de abajo hacia arriba.
Cuando en un vaso lleno de agua sumergimos un objeto, podemos ver que el nivel del líquido sube y se derrama cierta cantidad de líquido. Se puede decir que un cuerpo que flota desplaza parte del agua. El líquido ejerce fuerza hacia arriba. Arquímedes -quien era un notable matemático y científico griego- llegó a esta conclusión mientras se bañaba al comprobar cómo el agua se desbordaba y se derramaba fuera de la tina, y postuló la siguiente ley que lleva su nombre: Todo cuerpo sumergido en un líquido recibe un empuje, de abajo hacia arriba, igual al peso del líquido desalojado.
Los barcos no se hunden porque su peso específico es menor al peso específico del agua, por lo que se produce un empuje mayor que mantiene el barco a flote. Es decir, el agua empuja hacia arriba al barco con una fuerza equivalente al peso del agua que la nave desaloja al introducirse en ella. Esto a pesar de que el hierro o acero con que están hechos generalmente los barcos es de peso específico mayor al del agua y se hunde (un pedazo de hierro en el agua se va al fondo), pero si consideramos todas las partes del barco incluyendo los compartimientos vacíos, el peso específico general del barco disminuye y es menor al del agua, lo que hace que éste se mantenga a flote.
Resumiendo… los barcos flotan porque son menos densos que el agua y porque son huecos y en su mayoría están llenos de aire... En el caso de que se le haga un agujero en el casco, el agua entrará expulsando el aire hacia fuera, entonces la densidad de barco será mayor que la del agua y el barco se hundirá. No sé si me has entendido, ¿me he explicado bien?”

No quería parecer distraída, pero ¿quién podía pensar con claridad cuando su camisa abierta dejaba entrever su atractivo torso? Puede que fuera porque nunca lo había visto así, tan informal, tan desaliñado, tan despreocupado… pero el Científico exudaba una sensualidad inesperada, y me sorprendió lo que mucho que me tuve que esforzar para quitarle los ojos de encima.
Ya le había visto haciendo algunos trabajos físicos, además se le daba muy bien partir leña…  era un gran deportista, pero jamás imaginé que su camisa ocultara aquellos abdominales marcados ni ese pecho fuerte sin afeitar ni depilar que me resultó tan masculino. No creo que se diera cuenta de la dirección de mis ojos, porque yo carraspeé y le rogué que regresáramos, y él se limitó a complacerme sonriendo.
Antes de sujetar los remos, se arremangó, de modo que pude ver los músculos de sus brazos abultándose ligeramente. Navegamos en silencio. Los primeros botones de su camisa estaban desbrochados y dejaban al descubierto los músculos de su pecho, músculos que se contraían con cada movimiento. Intenté contener mis pensamientos, pero no pude, fue imposible…
Lo más curioso fue darme cuenta de pronto de que los botones de mi blusa también estaban desabrochados, algo que a él tampoco le había pasado desapercibido… Comprendí el respingo que dio cuando me abotoné y le pillé mirándome. E inmediatamente pensé en algo que él había estado enseñando a los niños en el campamento: las acciones mutuas de dos cuerpos siempre son iguales y dirigidas en sentido opuesto. La tercera ley de Newton nunca me había resultado tan interesante, porque acaso ¿no sabía lo que estaba pensando, él y sus golosos ojos? Lo sabía, porque era exactamente lo mismo que estaba pensando yo.
Y fue curioso… pero nunca volví a tener miedo de subirme en un bote.




Fuentes: Aprendergratis.com/%C2%BFpor-que-flotan-los-barcos.
Profesorenlinea.cl/fisica/ArquimedesEmpuje.
Aldiaconlaciencia.blogspot.com.es/2007/11/por-qu-los-barcos-flotan.
Google imágenes. YouTube.
Video musical: Les Feuilles Mortes - Yves Montand

4 comentarios:

Raquel dijo...

Muy interesnate esta respuesta... pero cada día esta sección es más larga y divagas más :))) La última escena es erótica perdida, si al final esto de ciencia va teniendo poco... XD

Ana Bohemia dijo...

Esto es ciencia pura, hay fisica... ¡y mucha química!, jaja.
Sí, divago mucho, me explayo escribiendo, un capítulo largo y mira que intento no excederme, pero no hay manera, jeje.
Me alegro de que te haya gustado esta nueva entraga del Cientifico. Ya sabes...CONTINUARÁ.
Besos
:D

Anónimo dijo...

jajajajajaaj, entre el científico y tú hay feeling, ¿¡eh!?
A mí me gusta. jajajajajajajaaj
Excelente post.
Abrazosssssssssssss

Ana Bohemia dijo...

Hola Carol, jaja, la chica del relato no soy yo, pero quizá un poco sí porque todo esto sale de mi cabecita, jaja. Y tienes razón, empieza a haber mas que feeling entre estos dos.
Me alegro de verdad que te guste el relato. Gracias por la valoración.
Abrazosssssss
;)

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