Hoy la Luna transita por tu signo, otorgándote un halo magnético muy seductor. Momento ideal para que consolides esos proyectos que tienes en mente. Eso decía el horóscopo de Isabel, y aquella frase le alegró la mañana, una mañana tormentosa y helada. Se río para sí intentando dilucidar que proyectos serían esos ya que ese día no tenía nada que hacer…
A la hora del almuerzo y después de garabatear sobre el sudoku a medio hacer, Ismael ojeó su horóscopo con cuidado de que nadie le viera hacerlo, en el fondo no creía en esas farsas. El suyo decía: Puedes conocer a alguien muy especial y sentirte completamente hechizado. Sacudió la cabeza y estrujando el periódico con incredulidad lo encestó en la papelera. Eso le cabreó. Le esperaba una jornada intensa, solo, en su despacho, sin oportunidad de hablar con casi nadie.
El reloj corría hacía las once cuando salió del edificio de oficinas intentando no resbalar en los enormes charcos. Su endeble paraguas se debatía bajo el viento y los goterones. Había andado un par de manzanas cuando la adivinó, ahí, en medio de la calle, bailando sobre los charcos. El pelo empapado le caía sobre el abrigo y tenía los pies descalzos. Él no lo sabía porque no la conocía, pero la realidad era que ésa era su terapia contra el aburrimiento, contra el nerviosismo, contra la rutina. Porque hacer aquello la liberaba, la desahogaba, la hacía sentir libre y muy salvaje. Y ella quería ser así de salvaje: aullarle a la luna, danzar sobre la tierra y sentir la fría lluvia sobre su piel.
Ismael la contempló repentinamente fascinado, fascinado por ese gesto de su blanco rostro como si no le importara el frío que la calaba ni el agua que la bañaba.
Ella le presintió y detuvo su danza. Había aparecido de la nada, pensó ella, había aparecido como trasportado por la lluvia y el viento, y al mirarle le pareció estar contemplando a alguien de otro mundo. Una visión hermosa, una imagen irreal. Le miró y recibió idéntica respuesta porque él la miró también. Hasta las gotas se detuvieron, quietas, eternas, paralizadas. En aquellos ojos se presentía una expresión hechizada, como si lo que viese le causara un gran estupor.
Él había sostenido aquellos zapatos con lo que había tropezado. Y con ellos en las manos se le acercaba cautelosamente. Sonriendo ella había sacudido la cabeza a modo de negación. No, no quería ponérselos, pensó de forma pueril. A pesar de la locura que la había dominado estaba segura de que aquel ser de profundos ojos no la creía trastornada. “No está loca, es maravillosa” ¿Sería en verdad eso lo que pensaba al mirarla así?
-¿Son tuyos estos zapatos?
-Son míos pero están mojados…
-Tú también -dijo y una sonrisa encantadora cruzó su cara.
-Es cierto -se rió tontamente.
-Puedes pillar una pulmonía.
-Luego me tomaré un caldito de pollo.
-Es lo mejor para el frío, no olvides abrigarte bien…
-¡Claro que sí! -exclamó.
-¿Y donde dejo estos bonitos zapatos rojos?
-Ahí en el suelo, ahí estarán bien, no te preocupes -carraspeó.
Él los depositó en el suelo lentamente, mirándola de soslayo, como si creyera que ella no podía verle hacerlo.
-¿Vives cerca? -preguntó interesado, observando la manera en las gotas frías resbalaban sobre aquel rostro, interesado en la carrera que éstas seguían por la pendiente de sus mejillas.
-Aquí mismo, en el último piso de aquel edificio tan viejo de allí -le señaló a un oscuro edificio de ladrillo que en la distancia parecía un caserón destartalado y ruinoso.
Escudriñando en medio de la cortina de agua sus ojos buscaron el tejado de aquel lugar, tal vez para comprobar si alguna luz iluminaba una ventana, pero todo estaba oscuro. En realidad ella vivía sola, su única compañía era la de un gato muy viejo, muy gordo y muy pachón al que solía llamar Elvis, o al menos a ese nombre respondía. Su adorable gato estaría esperándola.
-A veces me gusta escapar de allí, en la calle hace mas calor que en esa casa helada.
-¿Sueles hacer esto a menudo? -preguntó otra vez.
-¿Hacer qué? -averiguó.
-Pues salir afuera cuando llueve, quedarte así, ahí, bajo la lluvia, cuando todos corren a refugiarse.
-Era un proyecto que tenía en mente, además me agradan las contradicciones…
-Me gusta esa respuesta…
-A mí me gusta que te guste…
-Ismael, me llamo Ismael, ¿y tú?
-Yo me llamo Isabel, pero llámame Isa, Isma.
Su propia carcajada le tomó por sorpresa. Una risa a la que ella se unió, contagiada.
-Eres muy simpática, en serio -añadió.
Fue entonces cuando la oyó estornudar, y él, un tanto preocupado, le ofreció su bufanda, esa tan larga, de lana azul con bolitas verdes y cuadrados anaranjados.
-¿Ves?, has cogido frío.
-Sí, un poquito, pero no importa.
-¡Si que importa! -paternalmente le anudó la bufanda con un nudo muy prieto, muy bien hecho.
-Isa tengo una idea…
-¿Qué idea?
-Puedo ir a por aspirinas, pero tienes que esperarme aquí, ¿me esperas?
No pudo describir el brillo de aquellos ojos pero si la calidez, la luminosidad, la candidez que se instaló en su interior al asentir como una boba.
-Entonces ahora vuelvo…
-Y yo estaré aquí, bajo la lluvia…
Este relato salió publicado en el quinto número de la revista digital “El vagón de las artes”. Si aún no conoces el sitio no lo dudes, súbete al tren.
7 comentarios:
Muy bueno y lleno d euna dulce y extraña poesia.
Un abrazo.-
Muchas gracias Prometeo, un gusto que te guste.
Un abrazo
;)
¿qué tendrá la lluvia que a todos los románticos y soñadores les gusta?
Un relato que se lee del tirón, con una extraña poesía como bien ha dicho Prometeo.
Un abrazo Ana :)
Parece una escena salida de un cuento jaja... singular, bella y romántica, quizás.
Hay chicas únicas que bailan bajo la lluvia y conquistan corazones, jaja. ¿Quién le iba a decir a Ismael que el horóscopo tendría razón y se encontraría con Isabel? (Los nombres no podían estar elegidos más a idea :P)
Qué suerte que te publiquen en la revista :) Felicidades.
Un abrazo
Hola Raquel, gracias por leertelo (no es uno de mis mejores relatos auqnue me gusta su atmosfera dulce) pero se agradece tu valoración, eso sí: la lluvia es elemento mas soñador y romántico que existe, ¡y cuanto juego da!
Un abrazo grande geme
:)
Hola Natalia, muchas gracias, jaja, los horoscopos nunca aciertan pero a veces dan ideas... Isa tenía que encontrar a Isma y viceversa, era el destino y el dios de la lluvia, jeje.
Pues tengo que agradecer que confien en mí para publicar mis relatillos, una suerte como dices que por lo menos alguien te lea.
Un abrazo grande
:)
Un cuento magnífico. Me ha gustado mucho, y también el vídeo musical.
Esos instantes que cuentas, suceden y pocas veces los atrapamos. Gracias por saber poetizarlos.
Besos, amiga.
Muchas gracias Carol por leerme y yo creo que si que suceden, pero eres tú quien decide si le pones magia o no. Un instante cotidiano puede convertirse en algo maravilloso y memorable si lo quieres.
Besos, amiga
:)
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