Fue Luis
Pasteur, estudioso de las enfermedades infecciosas, quien descubrió que gran
parte de las enfermedades podían evitarse con el sencillo hábito de lavarse las
manos. Eso ocurrió en la segunda mitad del siglo XIX y algo tan sencillo revolucionó
la higiene personal. Desde entonces el concepto de aseo y cuidado del cuerpo
humano ha promocionado en prácticas saludables de limpieza. Pero aún lo hacemos
mal. Aunque cumplimos a rajatabla una serie de reglas de higiene personal, rutinas
que aprendemos desde pequeños tales como cepillarnos los dientes antes de
acostarnos, tener como (buena) costumbre tirar de la cadena o lavarnos las
manos antes de cocinar y después de ir al baño, hay cosas que, por mucho que pequemos
de obsesivos, todavía seguimos pasando por alto por ejemplo nos lavamos las
manos diez veces al día pero nos importa poco lo que se esconde en nuestro oído
o nuestro ombligo.
Y eso no es lo
único que hacemos mal…
Lavar la ropa en frío y tender en el interior
No hace tanto tiempo era costumbre
generalizada hacer coladas distintas con la ropa blanca y de color para que, al
lavar con agua caliente, no se mezclaran los colores. De un tiempo a esta
parte, en cada vez más casas (por falta de tiempo o porque descuidamos más el
cuidado del hogar), es habitual mezclar todo tipo de prendas: algo que solo
puede hacerse sin miedo a arruinar nuestra ropa utilizando agua fría.
Cada vez menos gente utiliza programas
de lavadora de más de 60 grados centígrados, la única temperatura a partir de
la cual la ropa quede libre de gérmenes. En cada calzoncillo o cada braga hay,
como poco, una décima de gramo de heces. Según explicó Charles Gerba, profesor de microbiología de la universidad de
Arizona, a ABC News, “si pones una
lavadora sólo de ropa interior se liberarán 100 millones de E.coli en el agua,
y estas pueden trasmitirse a la próxima colada”. Da igual el detergente que
utilicemos: este tipo de bacterias sólo se eliminan si se utiliza agua caliente
y tendemos la ropa al sol, algo en lo que, de nuevo, solemos fallar.
Pero lo peor de lo peor, el error
definitivo que puede acabar con toda nuestra ropa, es dejar la colada en la
lavadora sin tender durante todo un día: la humedad hace que las bacterias se
multipliquen, la ropa se pudra y su olor (tan característico de los pisos de
estudiantes) se extienda toda la casa. El horror.
Acumular cacharros en la pila de la cocina
Todos sabemos que no es muy limpio
dejar los platos sin lavar en la pila, pero es un descuido que solemos tolerar
cuando nos puede la pereza. Lo que no sabemos es que la pila de la cocina puede
llegar a acumular 500.000 bacterias por metro cuadrado y, si somos de acumular
vajilla, convertiremos el fregadero en el lugar más sucio de nuestra casa, por
encima del váter. Aunque la mayoría de la gente toma medidas para desinfectar
sus inodoros, pocos tienen las mismas preocupaciones por su fregadero, en el
que suelen acumularse todo tipo de bacterias como la E.Coli o la Salmonella.
Abusar del jabón
Los dermatólogos coinciden al señalar
que no debemos abusar del uso del jabón sobre nuestra piel. En España, sobre
todo en verano, hay muchas personas que se duchan, incluso, más de una vez al
día, algo que puede acabar siendo dañino. El jabón es, por definición, un
disolvente de la grasa y, si lo utilizamos con demasiada frecuencia, nuestra
piel perderá el manto graso que la protege.
Mención aparte merece la utilización
del jabón antibacteriano, que se popularizó enormemente tras la propagación
mundial de la gripe aviar entre 2004 y 2006. Este tipo de jabones, muy
habituales en forma de gel para manos, suelen incluir triclosán, un potente
agente antibacteriano y fungicida sobre el que pesan serias dudas sanitarias
desde que se demostrara su carácter de disruptor endocrino en animales.
No bajar la tapa del inodoro cuando tiras de la
cadena
Dejar abierta la tapa del váter es
otro descuido habitual (y enormemente tolerado) en hogares y aseos públicos. Y
el asunto es preocupante teniendo en cuenta que, cuando tiramos de la cadena,
los gérmenes fecales se reparten por la estancia como si rociáramos un aerosol
de heces por el baño. Y sí, las bacterías llegan hasta nuestros cepillos de
dientes, tal como comprobaron los populares Cazadores de Mitos, Jamie Hyneman y Adam Savage, en uno de sus programas de televisión.
Según explicó a The Atlantic Charles Gerba, uno de los mayores expertos del mundo
en lo que a brechas higiénicas se refiere, si la tapa del inodoro está abierta
cuando tiramos de la cadena los gérmenes fecales se desplazan casi dos metros a
todas las direcciones, así que es mejor que coloquemos nuestros cepillos algo
más lejos.
Confiar en los secadores de manos
Por suerte la popularización de los
secadores de manos se ha limitado a gasolineras, restaurantes y bares de copas.
Sus ventajas son claras: evitan la acumulación de toallitas de papel en las
papeleras. Pero sus inconvenientes ganan por goleada: gastan electricidad,
secan peor y, lo que es más importante, son menos higiénicas. Según un estudio
de la Universidad de Westminter, las
tradicionales toallas de papel son mucho más eficaces, ya que secan nuestras
manos mucho más rápido y evitan la acumulación de bacterias: los secamanos de
aire de alta velocidad incrementan su presencia en un 42% y los de aire
caliente en un 254%. Además, el chorro de aire puede llevar las bacterias hasta
a 2 metros del lugar donde se encuentra el aparato esparciéndolas por todo el
cuarto de baño. Al margen de esto, son pocos los que secan sus manos eficazmente
con estos aparatos. No nos engañemos: hasta el santo Job se aburriría secando
sus manos en los dichosos aparatos, que abandonamos siempre con las manos
húmedas hartos de su calamitosa ineficiencia.
“Rescatar” la comida que se cae al suelo
Cuando se nos cae algo de comida al
suelo, a no ser que la vianda en cuestión sea muy pringosa, muchos tenemos la
tentación de soplar un poco y llevárnoslo de nuevo a la boca. Parece que si
rescatamos la comida del suelo a toda velocidad los gérmenes no harán mella
pero, según un estudio de la Universidad Clemson, el 99% de las bacterias se
trasmiten a la comida inmediatamente en cuanto esta toca el suelo. Patógenos
como la salmonella tienen capacidad de sobrevivir en superficies secas hasta
cuatro semanas y de transferirse a los alimentos con el contacto inmediato.
No tratar debidamente las lentillas
El uso prolongado de las lentes de
contacto requiere unas pautas de limpieza que muchos descuidan. Si las
lentillas no se desinfectan se puede llegar a sufrir una queratitis bacteriana,
infección de la córnea que suele incrementarse en los meses de verano, cuando
nos bañamos con las lentes puestas en piscinas tratadas con cloro y productos
químicos.
Si se quiere evitar la formación de
hongos y bacterias en la superficie de las lentillas estas deben limpiarse,
aclararse y desinfectarse debidamente. Para ello debemos lavarnos las manos
antes de manipularlas, usar líquido limpiador (nunca agua corriente) y renovar
este en cada uso, un paso que muchos se saltan y que puede acabar haciendo que
el estuche donde se guarden las lentillas se contamine.
Fuentes:
Google imágenes.
4 comentarios:
Vaya, qué curiosa entrada! :)
Viene bien para saber pequeñas grandes cosas que hacemos mal, y así poder rectificar.
Lo de las lentillas lo sabía de usarlas y lo de ducharse mucho sabía que tampoco era bueno, pero desconocía lo de la ropa en frío o lo de la tapa del inodoro.
Un abrazo, Ana =)
Pues yo que soy un poco maniático de la limpieza, debo decir que soy un ciudadano ejemplar, aunque lo de la ropa no lo sabía.
El otro día estuve viendo el programa ese de los aspirantes a reposteros y me llamó la atención que uno de los profesores recomendó usar un secador de pelo para derretir no sé qué, y yo pensé: "pero, chaval, que eso esparce bacterias". Me quedé flipando.
Cada día estoy un poquito más cerca de ser como Jack Nicholson en Mejor... imposible.
Interesante tu entrada, Ana, no sabía eso de los secadores de manos ni que lavar con agua fría fuera tan malo ¡ohh!
No soy maniática de la limpieza, pero los platos los friego siempre nada más comer, mientras se hace el café, así luego me siento "tanagustito" a tomármelo con la tarea hecha.
He usado lentillas durante 16 años, ahora ya no, y nunca tuve problemas de ningún tipo y eso que me decían que había gente que cogía de todo a causa de un mal manipulado.
¡La de cosas que aprendo contigo!
Un besito.
Hola Natalia, que hay un montón de creencias que tenemos confundidas, pero no sólo en cuanto a higiene.
No es que ducharse mucho sea malo lo que puede ser agresivo es el jabón, nuestra piel tiene un ph y un manto graso . Lo de las lentillas es muy peligroso, se pueden contaminar de nada.
Un abrazo, y gracias por pasar por aquí.
Hola Einer, lo cierto es que cuanto mas vamos aprendiendo sobre lo que nos rodea, bacterias, gérmenes y demás cositas que pululan por ahí, mas crece nuestra escrupulosidad. Todavía no hemos llegado a usar mascarillas como los japoneses para andar por la ciudad, pero ¿quién sabe?
Cuando lavamos en frío la ropa no nos queda igual que si la hacemos a 60 grados centigrados, pero normalmente sólo usamos esa temperatura cuando la ropa esta muy sucia o es blanca. Lo que si sé porque lo tengo comprobado es que no queda oliendo igual, ¡por algo será!
¿Un secador de pelo en repostería? Esperemos que estuviera sin estrenar pero inventan cada cosa estos modernos cocinitas.
Un abrazo
Hola Montse, en mi casa pasa igual, no dejamos los platos amontonados y también para poder tomarnos la sobremesa con calma, un poquito de sol en la terraza, un buen postre de recompensa, jaja.
El problema es no cambiar el liquido limpiador o hacer mal uso de las lentillas. Mi madre se acostaba sin quitárselas y con frecuencia se olvidaba de que las llevaba puestas así que amanecía con los ojos muy irritados y rojos. Hace unos meses leí algo sobre una mujer que perdió un ojo por un problema con un hongo que había en una lentilla. Yo siempre he sido muy aprensiva con esas cosas así que me quedo con mis gafas para leer de siempre.
Un beso
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