¿Esclavitud,
explotación… muerte? ¿No es ese un precio demasiado alto? ¿No es ese un precio
que nadie quiere?
Lamentablemente a
día de hoy este es el coste real de muchas de las prendas que vestimos.
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El
pasado 24 de abril de 2013, el edificio de ocho pisos Rana Plaza, a las afueras
de Dacca, capital de Bangladesh, se derrumbó. En su interior trabajaban más de
3.000 personas, en cinco empresas textiles diferentes. Los casi 1.000 muertos y
2.500 heridos que provocó despertaron muchas conciencias y sacaron a la luz las
injusticias que pocos denuncian y que nadie quiere oír: que para que unos pocos
vistan otros tienen que sufrir.
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Podemos
buscar responsables pero en el fondo tendríamos que entonar un mea culpa. Y no
es una exageración, somos cómplices ciegos. Nuestro capitalismo, nuestra
obsesión por el consumismo nos empuja a adquirir cada vez más, y más y más y
más, en una bulimia descontrolada que no cesa. Y para poder seguir empujando
esta rueda (que dicho sea de paso obtiene cuantiosos beneficios
multimillonarios) otros tienen que proveernos, vendernos, cebarnos, intentando
saciar una voracidad que ya no tiene tregua.
Es
entonces cuando estos proveedores primarios, desbordados por el principio de “mas cantidad, más rápido, más barato”,
tienen que devanarse la cabeza para bajar sus costes y así poder sostener este
poderoso mercado y que les salga a cuenta.
Lo primero que hacen para buscar el ahorro
es subcontratar, especialmente en
países como China o Bangladesh en donde el coste de los recursos es sumamente
ridículo. No nos puede chocar que este pequeño país empotrado en el este de
la India se haya convertido en “una autentica potencia textil”. Y es que
Bangladesh tiene los salarios más bajos del mundo: 32 € al mes, con jornadas de
15 horas. Los niños cubren alrededor de seis horas por unos 12 €. De los 20 € que cuesta una camiseta en
occidente, sólo 15 céntimos corresponden a los costes laborales.
La
presión de las multinacionales textiles para bajar sus costes ha llegado ya al
límite de la esclavitud técnica, por lo que los contratistas se ven incentivados a buscar el ahorro a través de
nuevas ideas emprendedoras como recortes, ajustes, etc. Y dado que no se
pueden flexibilizar más los salarios, estos empresarios han encontrado un filón de flexibilidad en la reducción de costes por
el mantenimiento de las infraestructuras.
Esta falta de control, este desinterés por
la seguridad, es como una carta blanca que permite que se construyan más pisos
en edificios que no pueden sostenerlos, que haya más personas de las permitidas
en una factoría, que no se subsanen la falta de salidas de emergencias, que las
condiciones higiénicas no sean las mejores… Con 32 euros al mes los
trabajadores no tienen siquiera para transporte, por lo que en muchos casos
duermen en las mismas fábricas. Por eso nunca sabremos siquiera el número de
muertos producidos en el edificio de Dacca.
No hay auditorias, ni revisiones periódicas
de seguridad, ni inspectores, y los contratistas occidentales se lavan las
manos, distrayendo su responsabilidad ante sucesos tan trágicos como el sucedido
en el edificio Rana Plaza. Pero irónicamente
son ellos (los proveedores originales) los que deciden si producir o no en un
determinado país o taller en concreto, son ellos los que aprueban si una
fábrica reúne las condiciones laborales necesarias para mantener el ritmo
competitivo que genere los suficientes beneficios empresariales.
Las
consecuencias son alarmantes:
La
federación Nacional de Trabajadores del sector Textil de Bangladesh afirma que en los últimos 15 años se han producido
unos 600 muertos y 3.000 heridos en accidentes ocurridos en fabricas de ropa de
este país. La cifra ha subido: 1.000 muertos, 2.500 heridos y cientos de
desaparecidos en el derrumbe.
Según
la Organización Internacional Foro de Derechos, más de 700 trabajadores habían
fallecido ya desde 2006, confeccionando la ropa que vestimos en occidente.
Esta
situación ha levantado muchos reclamos:
Para
empezar se exige compromiso y auditorias
independientes.
Muchos
reclaman indemnizaciones para los
heridos en Dacca, que tienen que hacer frente a tratamientos largos, y
también ayudas para los supervivientes que se quedan sin trabajo con el que
mantener a sus familias.
Otros
piden desde ya a las compañías que fabrican en Bangladesh que se suscriban al programa de mejora de seguridad textil con
sindicatos internacionales y locales.
Algunos
piensan que bastaría con legislar la
obligatoriedad de etiquetar las prendas en un sitio bien visible con un color
que identifique claramente el grado de respeto a los derechos humanos en la
cadena de suministro de la marca que nos lo vende.
Pero
somos nosotros los que tenemos que decidir. A la hora de comprar somos nosotros los que tenemos que hacernos las
preguntas adecuadas:
¿Cómo son
realmente las condiciones laborales en el país donde se ha producido la ropa
que llevas?
¿La han
confeccionado niños?
¿Se han pagado
sueldos dignos?
¿Se ha
confeccionado trabajando en jornadas con horarios sensatos?
¿Se ha hecho con
algodón ecológico, sin tratarlo con productos cancerígenos y sin emplear mano
de obra infantil en su recogida?
¿Ha sido fabricada
cerca de casa o, al menos, en nuestro mismo continente, de manera que se
reduzcan los contaminantes costes de transporte?
Uno de los éxitos de la industria textil,
ha sido la deslocalización de la ropa. Hasta hace relativamente poco,
alrededor de una década, era fácil saber cómo se hacía la ropa, porque se tejía
y cosía en nuestro país. A día de hoy seguirle la pista a una prenda de ropa es
casi una heroicidad.
Imposible competir
contra esta cadena de producción.
Según
el informe “Textiles from Spain” de marzo de 2012, en los últimos cinco años el
número de empresas de este ramo descendió de 14.062 a 9.389, lo que supuso la
pérdida de 50.000 puestos de trabajo.
Parte de lo que ahorramos hoy en la ropa masivamente producida tiene
consecuencias directas en la pérdida de puestos de trabajo en nuestro país.
Es decir, en el vital tejido empresarial.
Pero ¿por qué es tan barata la ropa?
El secreto está en manufacturar ropa donde
el coste sea menor: Bangladesh, China, Grecia, Hong Kong, India, Islas
Mauricio, Paquistán, Rumanía, Serbia, Montenegro o Turquía.
Y
son los grandes hipermercados mundiales –gigantes de la distribución– los
comercializadores más importantes de ropa
y los principales clientes de la producción “Low cost”.
Datos:
»Cada persona consume entre 8 y 9 kilos de
ropa al año, lo que supone unas 390.000 toneladas de residuos textiles. Y son
“residuos” porque van directamente a la basura, pero sólo un 15 % de esta ropa
que tiramos realmente es un desecho. Tal nivel de compra es posible por los
precios tan bajos que garantizan que las estanterías se vacíen y repongan a
toda velocidad.
»En
Bangladesh, 5.000 empresas de
manufactura textil dan empleo a cuatro millones de personas que trabajan en
nada menos que 200.000 instalaciones industriales. La exportación alcanza los 15.000 millones de euros anuales y
representan el 17% del producto interior bruto y el 70% de las exportaciones.
Un 10 % de los miembros de su Parlamento
posee fábricas textiles, con lo que es difícil que se legisle contra un negocio
que enriquece a los mismos políticos.
»El
sector textil de Bangladesh -junto con
el pakistaní- es el más competitivo del mundo y ha conseguido eliminar a China
(de donde sale un tercio de la producción mundial) porque los altísimos
salarios chinos no son competitivos en el sector.
»De
momento, hay un dato esperanzador: tras
la tragedia Bangladesh ha cerrado 18 fabricas textiles para mejorar su
seguridad y ha creado una comisión de investigación para inspeccionar 4.500
plantas más.
¿De
verdad necesitamos tanta ropa que además carece de calidad? ¿Tienen que sufrir
otros para que nosotras nos vistamos? ¿Vamos a usar lo que compramos o se trata
de una compra compulsiva?
Pensemos,
despertemos, hagámonos las preguntas adecuadas, apostemos por la justicia, la
calidad, el respeto y la vida. Y es que, puede parecer una frase hecha pero
tiene mucho de cierta: al final lo barato sale caro…
Fuentes:
Articulo “¿Quién
paga el precio de la moda barata? Por E. de los Ríos. Revista Mujerhoy”.
Articulo “Ropa
Sucia” Blog “El lagarto en tu laberinto”.
Google imágenes.
5 comentarios:
Hola Ana, muy interesante tu informe. Días atrás leía que las marcas más importantes son las que consumen mayor trabajo esclavo. Así que cuando compres Dior, Adidas, o cualquier marca ésas que "dan nivel" a muchos marqueros, no la confeccionan grandes modistos, sino un enjambre de mal pagos trabajadores para que se llenen de dinero los escaparates de multimillonarios esclavistas. Lo mismo pasa con los call center, que cuando llamás para algún reclamo seguro el acento con que te atiende el operador no es de tu país, seguramente es del otro lado del mundo. Claro el precio por el servicio que pagas no condice para nada con lo que ganan éstos trabajadores. La cadena cada vez se hace más larga y los empleos con salarios decentes cada vez más escasos.
Un abrazo.
No es mi caso porque, como dice la frase, soy mujer para un pobre, pero es cierto que miro a mi alrededor y veo compras compulsivas en amigas, compañeras, etc. Comprar y tirar en la próxima temporada. De locos.
Por otro lado, también es cierto que la ropa y el calzado de calidad (de la tierra) no está al alcance de cualquiera...
Un tema para pensar.
Besitos Ana
Hola Roberto, gracias por opinar y enriquecer la entrada con tu punto de vista.
El mundo es una gran rueda de consumo, demandamos mucho e inmediatamente, a veces no pagamos la calidad ni el trabajo sólo la marca, lo que en mi opinión pienso que esta muy sobrevalorado.
Creo que debemos respetar mas el medio ambiente no acumular por acumular ni comprar a lo loco.
Un abrazo
:)
Hola lopillas, te entiendo, soy igual, ahora mismo tenemos que mirar mucho el presupuesto que no es el mas boyante del mundo, las ofertas nos tientas pero a veces sabemos que estamos pagando una mierda por algo que no lo vale y que no te va a durar mas que lo justo.
Gracias por opinar.
Un beso grande
:)
Hola Ana: me ha encantado tu exposición; normalmente procuro comprarme ropa hecha en España, pero es difícil encontrarla al gusto.
Desde luego tu artículo no me ha dejado indiferente y cuando me vaya enterando de la procedencia de las marcas ya iré eligiendo más concienzudamente.
Estoy contigo.
Besos a todos, amigos.
Hola Carol, me pareció importante compartir este articulo, es verdad que a veces no le damos importancia a lo que compramos y todo lo que hay detrás, pero tendríamos que empezar a mirar estas cosas, no darle tanta importancia a las marcas como a la calidad.
Besos
:)
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