Enfundada en su deslumbrante vestido de lentejuelas negro miraba con expresión ansiosa la sala de baile, tan brillante y bucólica, tan invernal, tan navideña. Las luces, las risas, el eco de las copas, la música que se elevaba flotando igual que el alegre confeti, las parejas abrazadas, los torpes pasos de los camareros entre las mesas, el cristal escarchado de la copa de champán que delicadamente sujetaba y que llevaba mareando en la mano media hora le resultaron como diapositivas que alguien pasaba con desconcierto, sucesiva y rápidamente, sin darle ni un segundo para inmovilizarlos en su memoria, contemplándolos pero no reteniéndolos, disfrutando pero no participando de la algarabía general.
Deambuló pensativa, trastabillando por sus altísimos y vertiginosos tacones, también por las montañas de serpentinas que arrastraba tras sus pasos. Dejó la copa en una mesa vacía, desahogada por hacerlo. ¿Para qué se había vestido así?, pensó apoyándose en una columna, tenía el alma cansada. Sintió un poco de frío, su piel, erizada por la leve caricia del viento parecía como de hielo. Nunca, ni en sus sueños más románticos, imaginó que recibiría al año nuevo en la terraza del vigésimo piso del edificio más elegante y lujoso de la ciudad, ese lugar que parecía haber sido hecho para convertirse en el escenario de sus ilusiones… Pero era maravilloso, como un cuento de hadas. Un cuento al que sólo le hacía falta una cosa. Sólo faltaba el príncipe fuerte y apuesto y caballeroso, un galán a la altura que nunca daría plantones, que nunca faltaría a su palabra, que nunca rompería una promesa.
¿Vendría antes de la medianoche?, ¿se acordaría de la cita como había prometido un año antes?
Las campanadas amenazaron con romper su corazón. ¿Cuántas iban ya, siete, ocho? ¿Y si no aparecía? ¿Y si no venía? ¿Y si…? Nerviosamente contuvo el aliento dirigiendo continuas miradas a la puerta por si lo veía aparecer… pero nadie entró.
Por un instante el sonido se apagó, todo se volvió sordo y vacío, inútil, tan ajeno como la alegría que explotaba a su alrededor, como la pólvora de los fuegos artificiales que arañaban la bóveda del cielo, como los farolillos voladores que subían cuales almas con sus deseos a bordo hacía un reino estrellado. Y deshecha corrió hacía la puerta para escapar, como si al hacerlo abandonara allí y para siempre, aquella sensación de decepción.
Algo detuvo su carrera, una mano que la retenía, una caricia que le devolvía la esperanza, una sonrisa que la llenaba de amor, un beso que aceleraba su corazón.
Era él, ¡cumpliendo su promesa!
Música: Christmas Waltz-Mindy Gledhill
7 comentarios:
Una entrada de año muy romántica... :D (esperemos que la siga besando el resto del año)
Woooooh!!!, un relato romántico muy bien escrito y que te mantiene en suspense hasta ver qué va a pasar.
Me ha gustado, Ana.
Un abrazo de Mos desde la orilla de las palabras.
Hola Alury, sí, el primer beso de muchos otros, algo prometedor. Gracias por leerme.
:D
Hola Mos, me alegro de que te haya gustado el relato, un placer. Un abrazo grande
:D
Que bonita entrada, tan romántica para empezar el año y además acaba bien como en las pelis de amor..... pufff... que me pongo pelín melancólica con esta musiquita tan dulce .... Un besote y espero que te hayan dejado un montón de cosas los Reyes Magos,
Hola Nieves, el romanticismo flota y la música es un instrumento que ayuda, y con esta canción tan dulce imposible no ponerse tierna. Gracias por leerme. Los Reyes Magos hicieron una pequeñita visita, pero por suerte no se olvidaron de mí, jaja. Espero que contigo hayn sido esplendidos y mas que mogos majos.
Un beso
:D
Me ha encantado el relato, Ana. Muy bonito y mas con la música que has elegido.
Besos.
Gracias gemelinda, me alegro que te guste.
Un abrazo
:D
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