Cursilandia

Hay un lugar al que quiero llegar, no recuerdo si existe realmente o si es sólo el producto de una fantasía, de un sueño que soñé hace tiempo y que idealicé. Quizás si. Hay un lugar que esta hecho de amor. Alguien lo tejió, lo bordó con hilos dorados de ilusión y pasión. Y a rudos brochazos lo pintó de cariño, una mezcla a partes iguales de frenesí y otra de efervescencia, así fue como obtuvieron aquel color. El color con el que se tiñó todos los rincones sin excepción. Me contaron que todas las ventanas de aquel lugar dan a un magnifico jardín en donde las flores se trenzan con las emociones y en donde los estanques a parte de peces de colores y de burbujas, contienen

pócimas amorosas, todas rosas y sabrosas. En dicho lugar los cielos siempre son azules y los horizontes amplios, y los caminos anchos, y los mares tibios. Las sonrisas son abiertas y los abrazos cálidos. Y hay besos dibujados en las nubes. Besos que vuelan y viajan, y vienen y van, y vuelven. En aquel lugar la luna siempre sonríe y el sol le da la mano. La hierba es de esmeralda y las hojas secas de rubís. Y hay sitios en los que todo gira en remolinos de colores y no hay oscuridad, porque todo es luz. No sé realmente si existe este sitio o yo lo dibujé. Sólo sé que si alguna vez estuve en el, ahora quiero volver. Volver al país del amor, acampar en la llanura de los afectos, alojarme allí, al pie de la montaña del querer donde todo es felicidad, y construirme una casa de amor, y de paz. Una casa con muchas ventanas, todas abiertas al jardín, y al cielo, y al mar. Y desde donde siempre se vea ese cielo de besos dibujados en las nubes. Besos que vuelan, que viajan, que van… que vuelven.