miércoles, 12 de junio de 2019

Sentimientos envenenados



Hay venenos rápidos como el amor, y hay venenos lentos como el desamor… que se vuelven mucho más efectivos con la ayuda de alguna grácil toxina, pequeñas gotas suministradas con la idea de no dejar rastro en el organismo, la habilidad más que especial de Betty que ella había perfeccionado después de cinco largos años de infeliz matrimonio. Esta destreza como envenenadora y potencial asesina le había dado un sentido a su vida, esa vida que se había quedado en pausa aquel fatídico día en que Bill la maltrató por primera vez.
Betty tenía veinticuatro años, eso creía, lo que ponía en su partida de nacimiento parecía un poco inventado, un papel grueso y borroso en el que se desdibujada la fecha 1905, aunque la tinta bien podía estar engañándola, ¿acaso un seis, un siete, en vez de un cinco?, lo mismo daba, ya no se sentía joven, Betty sentía que había perdido toda su frescura lo mismo que ese ajado y mohoso papel.
Bill era tres o cuatro años mayor, un chico antaño fuerte y bronceado que pertenecía al cuerpo de Marines de los Estados Unidos. Ya no estaba en activo, su repentina y duradera mala salud se lo había impedido, lo que al mismo tiempo había agudizado una antigua lesión de guerra. Aquel incidente le había costado algo más que la movilidad de su brazo izquierdo, lo había trasformado en un monstruo que entraba en combate con su mujer siempre que podía. Los celos, la desconfianza, el alcohol, compañeros de cama y de vida, una multitud en la que no entraba nadie más…  de eso bien se ocupaba él.
Betty no era feliz, no era lo que quería, no era lo que deseaba para sí misma…
Ella quería más de la vida, más emoción, mas jazz, mas música, puede que algunas escapadas, un coqueteo espontaneo y eventual, sonrisas, proposiciones…
Betty no quería un trío con el odio, la rabia ni la posesión, que era lo que Bill le ofrecía, Betty quería recuperar su libertad, pero estaba atada, atada a esa vida desgraciada, a ese hombre que nunca le daría el divorcio, a ese ser sin corazón que estrujaba el suyo siempre que quería. Estaba cansada, harta de no ser ella misma, de solo ser una ama de casa y esposa ejemplar. Y fue así como descubrió las historias de Circe y Toffana, ¡que fascinación!, ¿si supiera Bill lo que su inofensiva mujer tramaba cada mañana en sus horas de biblioteca?
Lo que había empezado como una manera de amansar a la fiera se convirtió en la única manera de sentirse libre, su única salida, la forma más efectiva de cambiar de vida, acaso la más cruel, era cierto, pero prefería no pensarlo mientras escondía la botella con el cráneo y las tibias en cruz bajo el entablado de la cocina. Además los resultados la animaron a seguir…
Poco a poco Bill fue ablandándose, siempre estaba cansado y resfriado, dormido no era una amenaza, y ella empezó a proporcionarse todo tipo de diversiones sin disimulo ni cargos de conciencias. Hacía tiempo que ya no sentía nada por Bill por lo que no estaba en la obligación de cuidarlo, él no la había cuidado precisamente bien en los últimos años así que pensó que era el karma, ¡se lo merecía! Así fue cómo Betty fue endureciendo su corazón con cada gota de veneno vertida en la taza de Bill, y aquella chica se transformó, confiada en que nadie descubriría su secreto, en la excusa de que sólo se trataba de aplacar la furia de un monstruo.
Con el pretexto de olvidar su pecado salía cada noche a bailar, a beber a los clubs, a gastar el dinero de Bill, perdiendo la noción de la realidad. Pronto empezó a coquetear con personajes peligrosos, hubo flirteos y amantes, de alguna manera volvió a emplear sus dotes como envenenadora cuando algún tipo despechado empezaba a ponerse muy pesado. La mala salud quita las ganas de acosar. Aunque la dosis suministrada a su marido no había cambiado, éste, repentinamente, volvió a recuperar un poco sus fuerzas, las necesarias para darse cuenta del derroche de su mujer. Y no le dejó opción, Betty tuvo que doblar la dosis de veneno, esperando que la ponzoña volviera a amansar la furia interna de su marido. Funcionó tan bien que el monstruo se durmió para siempre. Ante la duda sobre qué hacer con Bill, sabiendo de antemano que cualquier autopsia revelaría su acción criminal, le pidió un pequeño favor a un mafioso del club dispuesto a todo por algunos dólares y otros pequeños favores, ¡impensable negarle algo a una envenenadora en deuda con lo rentable que sería tenerla en filas!, y éste se ocupó de  su marido con la misma disposición que quién se ocupa de deshacerse de una pequeña cucaracha muerta en la alfombra de la cocina.
Al que le preguntaba por su marido la respuesta era bastante sencilla, y creíble, porque nadie la cuestionó: Bill la había abandonado, vivía en algún lugar de la costa oeste, gastándose la pensión del gobierno en margaritas, típico de los marineros, típico de un hombre como él, con el corazón tan negro como el fondo del mar.
Ah, ¡que diferente fue todo desde entonces! Recuperada su libertad pensó que a la casa le vendrían bien algunos cambios, pintar un poco, sustituir esos muebles tan antiguos y baratos, por supuesto tirar todas las pertenencias de Bill, iba a necesitar ese espacio extra en el armario, quizás poner una valla que rodeara la parcela. Tenía tanto por hacer que se sentó un rato en el balancín del porche. Caía la tarde y la luz rebotaba en sus retinas, se sintió en calma persiguiendo con la vista el vuelo de una tornasolada mariposa. ¡Todo estaba cambiando! Y respiró profundamente, orgullosa de lo bonita que se veía la cicuta que nacía entre las hortensias del jardín.


Música: Beth Hart & Joe Bonamassa - Your Heart Is As Black As Night

8 comentarios:

miquel zueras dijo...

Está claro que a Betty se le fue la mano con la dosis, y eso que dicen que el veneno y el perfume... en frascos pequeños.
Siempre he creído que el peor veneno es el resentimiento, es como una poción que uno se toma esperando que haga efecto a otro.
Buen relato, como nos tienes acostumbrados.
Saludos!
Borgo.

lopillas dijo...

Siempre me han llamado la atención los personajes que viven fuera de lo establecido para el común de los mortales como esta Betty tuya. Claro que la pobre pocas opciones tenía con la no-vida que le daban.
Siempre paso un buen ratito aquí
Siempre besitos :)

Montse dijo...

Magnífico tu relato, Ana, me gusta como describes el desarrollo de la historia para que comprendamos que Betty acabó siendo el verdugo más que la victima y que aquellos que matan el amor, como hizo el marido con ella, acaban por matarse ellos mismos.
Me ha gustado esta frase "endureciendo su corazón con cada gota de veneno vertida en la taza" lo dice todo.
Sigue escribiendo tan bonito, Ana, me encanta leerte ;)
Besitos.

amparo puig dijo...

Me ha encantado. En realidad, podría ser una novela, una buena novela. Los monstruos acaban produciendo más monstruos. El círculo cerrado de la violencia y la violencia como única salida. Y es que eso de cultivar algunas plantitas es muy tentador. Hasta la próxima.

Recomenzar dijo...

Me has encantado .un abrazo

Ana Bohemia dijo...

Hola Miquel, pues esa frase me ha gustado mucho "el peor veneno es el resentimiento, es como una poción que uno se toma esperando que haga efecto a otro". El resentimiento es muy amargo, y la amargura es peligrosa.
Un abrazo y gracias por comentar
:)

Hola Lopillas, Betty se salió de lo establecido de una manera muy radical.
Gracias por leerme.
Besotes
;D

Hola Montse, a ella se le endureció el corazón con cada gota, tanto ella como su marido fueron verdugos. Gracias por leerme y por tus comentarios siempre amables.
Un fuerte abrazo
:)

Hola Amparo, un gusto tenerte por aquí otra vez. Enfrentarse a la violencia con mas violencia y odio es siempre un callejón sin salida.
Muchas gracias por comentar.
Un abrazo
:)

Hola Recomenzar, gracias por leerme, me encanta que te encante.Un abrazo
:D

Rosana Martí dijo...

Vengo de un blog amigo, me ha gustado la manera tan original de tus textos, con tu permiso me daré un vuelta por tu blog a seguir admirando tus letras.

Abrazos!!

Ana Bohemia dijo...

Hola Rosana Martí, encantada de que descubras mis relatos y mi blog, vuelve cuando quieras, y muchas gracias por leer mi blog.
Saludos
:)

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