lunes, 20 de mayo de 2019

La embrujada



La gente había olvidado su nombre de tanto llamarla la embrujada, hasta que ella misma dejó de saber cómo se llamaba. Era una reinvención, por así decirlo, el producto de unir los pedazos de la persona que una vez fue, mellada, hecha añicos, tocada en todo su ser. Reconstruida ahora, diferente, menos estereotipada pero más fiel a su juicio de lo que el mundo era, de lo que significaba, no sólo de lo que aparentaba.
La embrujada era una extraña ruina que iba donde el viento la arrastrara, era lo apropiado entonces no responder por un nombre que ya no tenía sentido, que no la identificaba. El mote le gustaba, porque tenía un toque esotérico que le fascinaba, bien sabía que había algo de magia en ese extraño sentimiento del amor, único responsable de toda su desgracia.
La embrujada fue transformándose en un ser perturbador, una sombra de la mujer sensata que habitó sus carnes y sus pasiones. Y fue por sus pasiones por lo que se volvió loca, o ese es el cuento que la envuelve, que tanto ardió por el amor que se consumió. Ese fuego descontrolado de sus entrañas provocó un incendio, una niebla, y en el humo se perdió, se desorientó, y no fue ella nunca más y nunca más volvió a ver la realidad salvo detrás de ese velo ciego.
Fue el dolor, el dolor del amor perdido lo que le hizo perder el norte.  Se volvió loca de amor, y fue tan contagiosa su locura que hasta las estrellas del cielo se encendieron un poco más, la luna se enroscó en su paño de diamantes y esa sonrisa con la que contemplaba el mundo se volvió pícara, como un hechizo, como los peligrosos filtros con los que se recreaba día y noche, amarres de pelo humano y lágrimas, sudor, tierra, conchas marinas, incienso y savia buena.
La bruja, la embrujada, así la llamaban, iba por ahí buscando en los ojos de los extraños algo que la reconciliara con su pobre corazón, corazón en los huesos que sólo palpitaba por hábito, como una mala costumbre imposible de eliminar. No era muy exigente la embrujada, no le importaba la edad ni el físico, sólo que la miraran. Sus ojos eran negros, profundos, insondables, destilaban historia y brujería, encandilaban y envolvían a todo el que posara una mirada en su mirada. Sólo eso bastaba, entonces, trastornada, corría, atacaba, arrancaba mechones, gritaba, lloraba, y con eso hacía su mejunje, único entrante de su mesa para uno. ¡Pobre loca!, decía la gente, es una con su locura, buscando siempre a alguien, provocando el espanto, ganándose empujones e insultos, siempre aferrando en su puño cerrado un par de mechones arrancados.
La embrujada huía a la playa, a su escondite, a su refugio, a lamerse las heridas  y cuidar de su colección de pelo humano. Era cierto que era una con su locura, pero ¿qué importaba? Se deshacía de la ropa, hundía los pies en la arena helada, le sonreía a la luna y le gritaba a los peces, el cabello enredado, la mirada perdida, una expresión ofuscada, su flaco corazón cabalgaba con ilusiones renovadas. La embrujada dejaba su botín en una lata vieja, no sin besarlo antes, y volvían a brillarle los ojos, como si de nuevo fuera aquella mujer, la que una vez fue, la que amó sin medida, crédula, entusiasmada, deseando al pie de la marea baja que la amaran , que la amaran, que la amaran…


Música: Busco a alguien Flor Amargo ft. Mon Laferte

6 comentarios:

lopillas dijo...

Estoy segura que se puede enloquecer de amor, tan fuerte es el sentimiento que provoca las mil y una reacciones químicas de este laboratorio que somos.
Lindo relato, Bohemia
Besitos

Raquel dijo...

Loca de amor, loca por el amor...
Me ha encantado este relato y la canción que lo acompaña. Igual de intensa que tus letras.
Besos.

Montse dijo...

El amor no entiende de corduras.
Tu relato describe muy bien hasta donde puede llegar la locura cuando lo que se necesita es un poco de amor ¡me ha encantado!
Mil besos.

Ana Bohemia dijo...

Hola Lopillas, esa química que a veces nubla el sentido.
Un besote
:)

Ana Bohemia dijo...

Hola Raquel, la intensidad es parte del amor, hay niveles y a veces se desbordan.
Un besote, gracias por leer.
:)

Ana Bohemia dijo...

Hola Montse, la necesidad loca de afecto hace mucho daño en las personas hasta el punto de trastornarlas.
Gracias por leer. Un besote.
:)

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