jueves, 9 de septiembre de 2021

Año 13

 


Le atribuyen al trece una aureola negativa, de mala suerte y mal fario, y puede que tengan razón. En el año trece de creación del planeta, mientras realizaba una incursión por el litoral norte de Bohemio Mundi, fui sorprendida por un grupo de piratas que habían arribado horas antes a la playa de arena blanca.

Imagino que buscando nuevas rutas galácticas hacía Orión se toparon con mi pequeña roca de colores. Con su fama de merodeadores y teniendo en cuenta sus muy lucrativos saqueos no les bastó con sondear el planeta de lejos, entraron en mi atmosfera, enturbiando las aguas cuando fondearon sus naves en la más septentrional de las playas de mi Mundi, con el propósito de arrasarlo todo, arramplar con las riquezas que pudieran hallar y de paso hacer suyo lo que por derecho de creadora era mío.

Los pájaros me lo anunciaron pero no supe interpretar sus cantos, y desventurada, me adentré en una expedición a través de los manglares en el lugar que yo había bautizado como Acuarela, era el nombre que me había inspirado aquel sitio, quizás por la mezcla de colores que simulaban haber sido rebajados con agua; verdes, rosas, turquesas y amarillos pincelaban el paisaje. Pequeños racimos de piedras se apilaban verticalmente a un lado, como haciendo de centinelas de la preciosa playa, entre los que afloraba una cascada ruidosa que olía a refresco de cereza. Tal vez por eso, por el incesante y estrepitoso goteo, no les oí. Cuando de pronto, me vi rodeada por tres o cuatro figuras enmascaradas. Nunca vi sus verdaderas identidades pero apostaría dos galeones de oro a que tenían cara de papagayo. Yo no llevaba armas, ni siquiera mi tan útil pluma de tinta verde, y no pude defenderme, no bastó siquiera mi tan cansina retorica para tumbarles, una lucha en definitiva pasiva que no sirvió para detenerles, y por tanto caí en sus pérfidas redes.

Los piratas son malos por naturaleza, así que puedo confirmar que las historias sobre la crueldad de los piratas son bien ciertas. “Me van a esclavizar, pedirán una recompensa”, presumí, pero nada de lo que imaginé sucedió. Los piratas me quisieron primero como guía, obligándome a llevarles a los mejores rincones del planeta: a las praderas donde las nubes rosas descargaban una lluvia de frambuesas con sabor a caramelo, producto con gran demanda en Brillante Canopo, así que, sirviéndose a placer, cargarían centenas de cajas de contrabando; a las colinas donde crecían las espigas de un silicato -flexible en mi tierra ,de ahí su extrañeza-, llamado Serendibita, que servía en Cor Caroli como componente esencial con el que se fabricaban unas pantallas demandadísimas por su excelente reflejo verdoso; les llevaría también a las salinas de escamas de perla rosa, no comestible, impregnadas de un pigmento rosa natural llamado antocianinas, y a los pozos subterráneos donde brotaba agua purpura que se trasformaba en la lejana Vega en ron “Quemacorchos”. A los piratas, no obstante, no les interesó las localizaciones dónde el recurso era un producto de librería y papelería, puedo garantizar que en lo que estuve con ellos jamás se interesaron por un libro, una historia narrada o un cuento inventado, y que no podían escribir sus nombres sin cometer flagrantes faltas de ortografía, aunque curiosamente sí que eran bastante peliculeros. Así que pude salvaguardar el pinar de portaminas, el monte de libretas sin estrenar y la vereda de clips en la gruta de los De bolsillo.

Los piratas rompieron muchos de mis folios-ladrillo, que eran castillos levantados en el aire, sólo para tener algo con lo que abanicarse en la playa. Los piratas atentaron contra la fuente de luz que daba brillo a la capital de Bohemio Mundi, la gran bombilla creadora, y sus calles, plazas y barrios se fundieron a negro. Los piratas robaron mis marcadores, mis bolígrafos, mis notas, gastaron las baterías de mis ordenadores y portátiles, cambiaron sin consentimiento las contraseñas de toda la electrónica bohemia, descalabrándolo todo, reduciéndolo a nada, atentando contra la inspiración que era el motor que generaba la energía para que el planeta siguiera expandiéndose, y en consecuencia ganando en riquezas. Todo quedó detenido. En ese secuestro de meses lograron que los valles, los vergeles, los jardines, todo lo que florecía, se fuera apagando y resecando. Y la atmosfera se hizo violenta, tormentas sacudían el planeta hasta entonces templado. Lo sentí encoger, al corazón del planeta, y anhelar sus días de luz. Perdía colores a diario, los piratas los juntaron todos, sin saber que extendían el negro. Para darse luz y calor, quemaron palmeras, selvas, el manglar, el fuego se filtró, llegando a una falla que explotó, agrietando la playa. Esa parte se inundó, y se alejó, como un corcho a la deriva conmigo a bordo. Los piratas lo consideraron divertido, una jaula para bohemios, y allí me recluyeron algunos meses grises, sin darme ayuda, indiferentes y fríos, ausentes. No sabía nadar para regresar a la orilla, y me devané la cabeza para planificar mi huida. “¿Y si me hago amiga de esos delfines?”, pensé un día, podrían remolcarme hasta la playa, pero los pájaros, que venían todos los días a visitarme y darme cháchara, me hicieron ver los contras del plan.  No me quedaba más remedio que aprender a nadar.

El día que llegué otra vez a la playa las olas me escupieron medio ahogada pero aún respirando. Los piratas no estaban ni tampoco sus naves. Lo habían gastado todo y ya no les interesaba lo que había quedado, un planeta con una cicatriz, seco, árido, ventoso, así que, por suerte, se largaron. Dejaron algunas huellas, unas se borraban, otras eran más profundas. Al regresar a la capital, al mirar la fuente apagada, la bombilla creadora, descubrí que parpadeaba azul con estrellitas, no estaba muerta ni moribunda, era otra, pero brillaba. Me senté  a su lado y le conté mi historia, y a medida que hablaba mas crecía en brillo, y en  las calles de Bohemio Mundi ya no era invierno, sino verano, una nueva estación, habiéndose comido toda una primavera de por medio. “Te toca seguir”, oí una voz dentro de la fuente, “no podrás recuperar del todo lo que has perdido, pero sí curarte, y sí curar al planeta, defenderlo de otros ataques, prepararte para otros piratas, nada ha sido en vano, quédate con el aprendizaje”. Asentí justo cuando la luz azul empezaba a colorearse a placer otra vez en mis retinas.

 


Hoy celebramos el trece aniversario de Bohemio Mundi. He escrito este relato después de meses de ausencia del blog como una forma de homenajearlo. Ojala no hubiera habido un parón pero a veces son necesarios, para reiniciarse, para enfocarse desde la distancia, para respirar y descontaminarse. Por causas que no pude evitar tuve que dejarlo aparcado, pero es mi criatura, es mi planeta, mi espacio, y vuelvo a él con cariño para darle las gracias por resistir aun en sus días más apagados. Hoy  le toca brillar, es mi baliza, mi salvavidas.

Gracias a todos los que aún visitan este lugar, invitados están a frambuesas con sabor a caramelo.

4 comentarios:

miquel zueras dijo...

¡Me alegra mucho volver a saber de ti, Ana! Además, has vuelto con una preciosa historia con piratas y playas de acuarelas.
Espero que sigamos en contacto y espero con ganas esas frambuesas con sabor a caramelo.
Besos!
Borgo.

lopillas dijo...

Viva el 13 y larga vida a Bohemia!
Me alegra tu resurgimiento. Te leo.
Besitos!

Montse dijo...

Esa gran bombilla creadora de "Bohemio Mundi" no puede dejar de brillar, así que celebro contigo este aniversario y brindo porque sigas adelante, cuando quieras, cuando puedas, pero siempre aquí.
¡Ummm, ricas tus frambuesas!
¡Feliz cumple-blog!

Ana Bohemia dijo...

Hola Miquel, ¡que ilusión verte por aquí después de tanto tiempo! Espero seguir con el contacto, tengo ganas de volver a leer tus letras y disfrutar de tu ingenio.
Gracias de corazón por estar en este aniversario. Muy agradecida.
Un abrazo
:)

Hola Lopillas, ¡que alegría leerte, guapa! Gracias por asomarte al blog como siempre, y por dejarme tus palabras y tu buen rollo.
Gracias por celebrar conmigo el aniversario.
Muchos besotes
:)

Hola Montse, ¡que bueno que es volver a leer tus palabras y sentir tu cercanía y cariño! Espero que esa bombilla no vuelva a apagarse, estaré pendiente que no pierda su luz.
¿A que están ricas ? Son exquisitas.
Muchas gracias por no fallar a la cita del aniversario del blog.
Un abrazo gigante
:)

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