Sólo ella me habla, a veces lo hace mirándome a la cara, entera y plena, llena de sí misma, y percibo que su voz denota gravedad, hay algo rasposo en ella, en esa voz cavernosa, cómo llena de ceniza, o tal vez sea escarcha porque a veces se muestra esquiva, dividida, cómo si tuviera otra cara, eso me perturba, la veo distinta cada vez, y cada vez habla diferente, no sé si es que está rota, pero se le nota herida, ha recibido muchos golpes, pero sigue, sigue girando, sigue existiendo y brillando. Me dice que haga lo mismo, que no me rinda, que no pierda mi carisma, mi esencia… No quiero, por supuesto, no quiero perder mi identidad, porque ella aún siendo cada vez otra distinta, conserva su embrujo, esa aureola atrayente y especial, ese poder influyente. Quiero parecerme a ella, ponerme roja, amarilla, blanca, quiero estar llena, aunque a veces me vea menguada o chiquita, porque sé que siempre volveré a brillar con todo mi esplendor, reinando en mi universo. Ojalá fuera como la Luna y no sólo serlo porque nos llamamos igual.
sábado, 27 de noviembre de 2021
martes, 9 de noviembre de 2021
Mi sol
Me hundí en su pupila, entonces, caí en su interior como absorbida por un agujero negro. No había gravedad y aunque flotaba en ese espacio neutro, caía, sentía el vértigo y la velocidad en mi rostro, comprimiendo mi cuerpo, mis pulmones, mi corazón, mi estómago. Un viaje hacia ese negro azabache bordeado de un iris furioso que era un mar verde y azul, brillante como mil soles, cómo cien diamantes juntos. Iba a chocar contra su pupila sin casco de astronauta, sin máscara de oxígeno, pero no choqué, entré dentro, dentro de esa mirada llena de estrellitas, sucumbiendo al misterio que desprendían sus ojos, que me llevaba en un viaje galáctico a las profundidades de una grandiosa galaxia. Por un instante mi propia pupila se dilató, y por allí se escaparon las mariposas de mi estómago, mariposas que se hicieron estrellas fugaces, fuegos artificiales.
Por un segundo compartimos fuegos.
Nunca me sentí más plena, más eufórica, más alegre y triste a la vez, con una mezcla plasmada en la cara de sonrisa boba y lágrima helada, tatuando en mi rostro alguna señal de amor, deseo, esperanza, tantos sentimientos cómo universos. Exploré su cara con las manos. En plena penumbra me pareció percibir que él también lloraba. “¿Por qué?”, pregunté. Él respondió: “Porque hace mucho que no encontraba un sol como tú”.