Mi
vena bohemia palpita en noches como esta, hay algo que se despierta, que toma
consciencia de lo que es el tiempo y del valor que tiene, del valor que al fin
y al cabo le concedemos. Despedimos años. Empezamos años. Lo hacemos llenos de ilusión
y propósitos, y nos llenamos la cabeza con planes en esa falsa tranquilidad de contar
con todas las horas, todos los segundos que queramos, sin darnos cuenta que no
debemos dejar que pase el tiempo en balde porque es algo que no se puede
recuperar. Lo que hay que aprender del tiempo es que “es un maestro”, y que “cura
lo que la razón en vano procura”, que “es como el viento, arrastra lo liviano y
deja lo que pesa”, así que mi consejo es que te centres en lo que pesa, y que hagas
que pese mucho, vivir, amar, reír, disfrutar, seguir sumando experiencias y
recuerdos. ¡Por un gran 2018!
(...)Mis ojos arañados por la
pena causaron un curioso efecto en ese extraño, en ese desconocido que tenía
delante de mí. Ese que se veía de pronto emboscado por mi dolor, por mi
ansiedad, ese que en algún rincón de su corazón empezaba a sentir unas
terribles ganas de hacerse amigo de mi alma.
Algo irreal sucedió
cuando, sobre nosotros, un mercurio de estrella pasó rozando nuestras cabezas
con todo su amor de universo prendido de su cabellera fugaz.
El atardecer turbaba el aire, tarde de púrpura
rota, moribunda de luz. ¡Qué bonito se hizo de pronto el cielo! ¡Qué agradable
parecía de repente aquel lugar!
Convertida en poeta de
la prisa reímos cuando compartí todo aquello con aquel desconocido, ese que sin
darme tiempo a reaccionar me apretó la mano, transmitiéndome con acelerada
respiración que era el momento de reír, de disfrutar, de relajarse, de
estremecerse, de embriagarse, de abandonar el dolor, de creer...
Caí en esa fiebre
contagiosa. Esa noche, enferma de locura, creí.
Extracto de una historia de cosecha propia titulada "Atención Pregunta" en la que cada capitulo gira en torno a una pregunta. En esta ocasión el instinto, ese impulso, esa parte del ser humano que te empuja a sólo dejarse llevar, biológica e irracionalmente.
Leroy Sánchez (1991) es un cantautor de pop español nacido
en Vitoria-Gasteiz, España. Desde bastante joven se interesó por la música, incluso
aprendió por su cuenta a tocar la guitarra, lo que le llevó a abrir un canal en Youtube donde
acompañado de sus amigos compartía algunos covers de temas de actualidad. Poco
a poco y gracias a su talento y constancia empezó a acumular fans hasta que en
el año 2010 el productor Jim Jonsin (Beyonce, Usher) se fijó en él. Ese mismo
año se mudó a Estados Unidos y adoptó el inglés para las futuras letras de sus
canciones. Sus videos han recibido 330 millones de visitas y más de 3.0
millones de suscriptores.
Leroy lanzó dos singles en 2014, "By My Side" y
"Little Dancer".
En 2016, fue nominado para Premios Jóvenes , y Teen Choice Award
.
Sánchez encabezó la gira del Hombre del Año, su primera
carrera internacional, de enero a marzo de 2017 y su Tour elevado, de
septiembre a noviembre de 2017. Sánchez lanzó su EP debut, Elevated, el 4 de
agosto de 2017. Actualmente también está trabajando en su álbum debut, que se
estrenará próximamente.
Kathrin Honestaes una diseñadora e ilustradora indonesia
afincada en Malasia. A pesar de su juventud, ya ha trabajado con agencias tan
importantes como Leo Burnett Malaysia o DDB Naga.
Su trabajo es cálido y vivo, colorido, ligero.
Kathrin dice que sus ilustraciones son historias sobre la
fe (es creyente por lo que Dios tiene una
gran influencia en su trabajo) y la gente. Vivencias, pensamientos e
inquietudes forman parte de sus ilustraciones ya que Honesta reconoce que no se
trata sólo de ser bueno estéticamente, sino que también, es importante el
mensaje de lo que se está expresando. Sus dibujos contienen frases de libros o
pequeños poemas de creación propia.
Muchas de sus ilustraciones forman parte de un “diario
honesto” con el que reflexionar sobre ella misma de vez en cuando y ahogarse en
pensamientos.
“No he experimentado el "flujo" por bastante
tiempo, ya sabes, ¿la sensación cuando te estás enfocando en algo tan
profundamente y el tiempo simplemente se escapó? Cuando te golpea, es cuando
funciona la magia ✨
La vida es un soplo, a veces tibio, otras frío, pero lo
importante es que siga circulando el aire porque en el soplo que trae la brisa
está la oportunidad, puedes ir tras el viento o puedes aprovecharte de él, lo
importante es que pase lo que pase nunca dejes de ajustar las velas.
El
escritor estadounidense Howard Lovecraft escribió varias docenas de libros, en
varios de ellos había una constante referencia al “Necronomicón”. Según se
relata, esta obra contenía formulas mágicas y rituales para invocar tanto a
monstruos como a demonios, haciendo de éste un material poderoso y quizá el más
peligroso conocido por la humanidad.
Durante
años muchos lectores han buscado una copia del misterioso libro del que el autor se aseguró de motivar brindando diferentes
pistas… que sólo conducían a un callejón sin salida porque el libro siempre fue
una invención.
De todos los libros mágicos del mundo, pocos son tan
famosos (o infames) como el Necronomicón, el libro de los muertos.
Se trata de una recopilación de conjuros y rituales
antiguos que según el mito traen la locura o la muerte a la persona que trata
de ponerlos en práctica. Sin embargo el Necronomicón no es un libro real. Se lo
inventó de cabo a rabo (título, autor y origen incluidos) el escritor de
novelas de terror H. P. Lovecraft.
La primera mención que existe del libro data de 1922, en el cuento corto “El sabueso”. Un año antes, Lovecraft
había colado el nombre del supuesto autor del libro, un árabe llamado Abdul
Alhazred en el cuento “La ciudad sin nombre”. La idea de un tomo mágico capaz
de invocar a dioses oscuros resultó tan atractiva que hasta el propio Lovecraft
recibió muchas cartas en vida interesándose por el libro. El escritor siempre
negó que el volumen fuera real y explicó en varias cartas que hasta el título
también es una invención suya. Sus palabras:
››En relación a los
libros terribles y prohibidos, me fuerzan a decir que la mayoría de ellos son
puramente imaginarios. Nunca existió ningún Abdul Alhazred ni el propio
Necronomicón, porque inventé esos nombres yo mismo. Luwdig Prinn y su grimorio
De Vermis Mysteriis fue ideado por Robert Bloch, mientras que el Libro de Eibon
es una invención de Clark Ashton Smith. Robert E. Howard debe responder del
personaje de Friedrich von Junzt y su Unaussprechlichen Kulten.... ‹‹
El problema del Necronomicón es que Lovecraft se tomó muy
en serio el trabajo de crear una historia verosímil alrededor del libro. Para
empeorar las cosas, mezcló esa historia con algunos detalles reales hasta el
punto de que muchos siguen convencidos de que es un libro real. Entre los datos
inventados por Lovecraft encontramos los siguientes:
·El Necronomicón fue escrito en el año 730 por un poeta y demonólogo árabe nacido en
Yemen llamado Adbul Alhazred. Se trata de un personaje ficticio cuyo nombre
procede de un pseudónimo que el propio Lovecraft usó en su juventud tras leer “Las
Mil y una Noches” (Se trata de una contracción de Abdul All Has Read, el que lo
ha leído todo).
·Alhazred tituló el libro en árabe Kitab Al-Azif (en árabe: El rumor de los insectos por la
noche, sonido que el folclore árabe atribuye a demonios como los djins y gules
que ya se mencionan en “Las Mil y una Noches”).
·Alhazred murió
en el año 738, despedazado y devorado a pleno día por una entidad invisible en
un mercado de Damasco. Parte del libro lo compiló otro erudito iraní
llamado Ibn Khallikan. Este último sí es un personaje real.
·El necronomicón lo tradujo al griego bizantino
un monje llamado Theodorus Philetas (ficticio), que fue el que le dio su título
actual. Las versiones en árabe y griego se han perdido. Las actuales proceden
de una traducción al latín realizada en el siglo XIII por un padre dominico
llamado Olaius Wormius. El problema es que sí hay un personaje real con este
nombre. Se trata de un médico y anticuario danés del siglo XVI.
·Pese a que la iglesia católica prohibió el
libro, editores españoles y alemanes realizaron un puñado de copias en el siglo
XVII. En la actualidad se conservan
cuatro copias: una en la biblioteca Widener de la Universidad de Harvard,
dentro de una caja fuerte; una copia del siglo XV, en la Biblioteca Nacional de
París; otra en la Universidad de Miskatonic en Arkham (Esa universidad no existe)
y otra en la Universidad de Buenos Aires.
Todos los datos expuestos hasta ahora, aunque contienen
referencias a algunos personajes o instituciones reales, son completamente
ficticios e inventados por Lovecraft. El problema es que el Necronomicón y la
propia obra de Lovecraft son tan fascinantes que desde entonces muchas otras
personas se han dedicado a engordar la bola de mentiras alrededor del supuesto
libro. Se dice, por ejemplo, que está
encuadernado en piel humana, aunque Lovecraft nunca llegó a describir su
apariencia. Hasta se han llegado a subastar copias supuestamente
confeccionadas en el Siglo XVII que no eran más que estafas para incautos.
En las universidades donde Lovecraft escribió que se
conservan copias del libro han aparecido fichas muy detalladas del mismo (que
figura como no disponible). Son obra de bromistas, pero legitiman la ficción de
Lovecraft hasta hacerla difícilmente distinguible de la realidad. Se dice que
hasta el mismísimo Jorge Luis Borges creó una ficha del Necronomicón en la
Biblioteca Nacional de Buenos Aires. No es el único caso. Hay muchas otras
universidades y bibliotecas del mundo en las que pueden leerse fichas del
libro, aunque el volumen en sí nunca está disponible.
En 1973, la editorial Owlswick Press publicó una supuesta
edición limitada del Necronoimicón basada en unos manuscritos supuestamente
encontrados en oriente medio por el escritor de ciencia ficción L. Sprague de
Camp. La obra está escrita en un dialecto inventado del árabe llamado Duriac.
En esa misma década apareció una versión del Necronomicón
escrita por alguien que se hacía llamar simplemente Simon. Se basa muy
libremente en las descripciones de Lovecraft unidas a la mitología Sumeria.
Detrás del libro está el escritor sobre ocultismo Peter Levenda.
En 1978 se publicó otra versión supuestamente obtenida tras
descifrar mediante un superordenador un texto oculto en una obra de John Dee,
un científico y ocultista real que sirvió como consejero a la reina Isabel I de
Inglaterra y que frecuentemente se le asocia como uno de los traductores del
Necronomicón. Hasta se ha llegado a decir que el Códice Voynich es, en
realidad, un Necronomicón disfrazado.
A día de hoy, encontrar una copia del Necronomicón es
fácil. Solo tienes que acercarte a tu librería favorita o buscar en Internet.
Lo que ya no te podemos garantizar es que sea el auténtico, ni que los rituales
que describe vayan a ayudarte a algo más que a pasar un rato escalofriante
jugando a la magia negra con tus amigos.
El género de terror cuenta con varios elementos para
provocar el susto: las luces, las sombras, el escenario tétrico, los espantos repentinos,
el maquillaje terrorífico, los efectos sonoros, una puerta que chirria, un
suelo que cruje, un trueno que deja sordo, una silueta extraña parada en la
oscuridad… ¡pero sobre todo la música!
Más que el personaje, más que la careta, más que la forma
de matar, el sello, la marca característica de muchos films de terror son sus increíbles
y aterradoras bandas sonoras. Instrumentos que ponen la piel de gallina, notas
que paralizan, acordes que aceleran la pulsación cardiaca y el ritmo de la
respiración.
- LA SEMILLA DEL DIABLO (Roman Polanski, 1968)
Una pacífica canción de cuna cantada por la protagonista
Mia Farrow es el ejemplo perfecto para mostrar como una dulce canción puede
tornarse tétrica y angustiosa con el contexto adecuado. Aunque el compositor polaco Krzysztof Komeda
no puede evitar incluir acordes siniestros para recordarnos que esto no va a
ser un paseo por el parque. Inolvidable.
- VIERNES 13 (Sean
S. Cunningham, 1980)
Al compositor Harry Manfredini le pidieron una música escandalosamente
terrorífica para hacer saltar a los espectadores de sus asientos, algo que
evocara cuchilladas y griterío. Pero él
fue más allá y agregó un par de sonidos a su banda sonora. Un susurro con eco,
que terminó transformándose en sinónimo de la presencia del asesino.
- LA NOCHE DE HALLOWEEN (John Carpenter, 1978)
Estamos, a mi juicio, ante la mejor banda sonora de su
generación y una de las mejores de la historia del cine. Curiosamente, estuvo a
punto de solo ser una sucesión de diálogos y silencios. Sin embargo, Las
críticas que recibió en los pases previos por no incluir una banda sonora llevaron a John Carpenter a añadir una
partitura a última hora. La compuso, grabó y montó en cuatro días, improvisando
directamente sobre el montaje final. El resto, como suele decirse, ya es
historia.
- EL EXORCISTA – William Friedkin, 1973
William Friedkin encargó dos bandas sonoras a sendos
compositores para este clásico del terror, entre ellos Lalo Schifrin. Pero eran
tantas sus exigencias que terminó desechando las dos. Finalmente, compuso la
banda sonora con temas preexistentes de distintas fuentes. La más
característica, sin duda, Tubular Bells del inglés Mike Oldfield. Aunque
originalmente era parte de un álbum de estudio de rock progresivo, su
asociación con la película “más aterradora de todos los tiempos” transformaron
al tema en un icono siempre ligado a la posesión diabólica, las niñas insolentes
y los sacerdotes heroicos. No creo que pueda escucharse su tema principal sin
sentir un gélido escalofrío.
- PSICOSIS (Alfred Hitchcock, 1960)
Es muy probable que la mítica escena de la ducha deba gran
parte de su grandeza a las afiladas cuerdas del compositor Bernard Hermann, que
acompañan a cada puñalada con una fuerza descomunal. Para este emblemático
momento, Hermann solo usó violines puesto que, en su opinión, se trata del
instrumento que más se asemeja a la voz humana. Esa parte en concreto de esta
fantástica banda sonora siempre la relacionaremos con la locura, la demencia y
el asesinato. La corona del cine de terror.
- POLTERGEIST (Tobe Hooper, 1982)
Es muy probable que si alguien escucha este tema sin saber
su relación con la película no pueda imaginar que se trate de un clásico del
cine de terror. Posiblemente piense que se trata de una película infantil o un
anuncio navideño. Sin embargo, precisamente es eso lo que hace terroríficamente
inolvidable esta composición. Esa “inocencia” con la que Jerry Goldsmith quiso
impregnar la canción para después llevarnos a la oscuridad absoluta mezclando
los peores horrores inimaginables con la ternura infantil de la protagonista.
- PESADILLA EN ELM STREET (Wes Craven, 1984)
Charles Bernstein fue el primer compositor de toda la saga.
Fue escogido por el propio director del film, Wes Craven, y compuso una banda
sonora con un sonido típico de la época, utilizando sintetizadores en lugar de
una orquesta convencional, y añadiendo efectos sonoros dentro de los temas para
lograr transmitir algo del horror de las pesadillas que los protagonistas sufrían
en pantalla. El tema principal es uno de los más reconocibles de toda la banda
sonora y ya ha quedado asociado al personaje principal.
También merece una mención en especial la inquietante
canción de las niñas saltando a la cuerda. Unas estrofas que han conseguido
convertirse en un elemento significativo
de la saga.
-LA PROFECÍA – Richard Donner, 1976
Jerry Goldsmith volvió a hacer de las suyas con la
composición de este legendario tema. Richard Donner sabía perfectamente que
necesitaba una banda sonora que no pasara desapercibida y acertó de pleno con
la elección de Goldsmith. De hecho, este éxito fue refrendado con un Oscar.
Es una banda sonora de terror pleno con coros en latín que
cantan al mismísimo Satanás. Esta canción consiguió que una película que no
daba especial miedo ascendiera al status de clásico absoluto del cine de
terror.
- EL RESPLANDOR (Stanley Kubrick, 1980)
Con esta banda sonora, Stanley Kubrick consigue que, con
sólo escuchar los créditos que abren El Resplandor, se te anude el estómago.
Con un “temazo” que logra mezclar en siniestra armonía el oscuro poder
sobrenatural con la demencia del personaje de Jack Nicholson. Sin duda, se
trata de uno de los grandes hitos del terror cinematográfico de la historia.
Creo que estamos de acuerdo en que las películas slasher y
de serie B tienen algo que las hace especiales, puede que se deba a su
inconfundible estilo cutre, a sus planos de baja calidad, a su estética improvisada,
sucia y grunge. Hoy te traigo un montón de posters de películas modernas que
han sido diseñados con inspiración de estas películas de terror vintage. Todos
capturan perfectamente el carácter de los originales usando las herramientas
digitales para imitar viejas impresiones del cartel, de aquella vieja tipografía
cepillada a mano y con un montón de salpicaduras de sangre.
Cortometraje de la película Paris Je t'aime (2006) dirigido
por el canadiense Vincenzo Natali en el que un joven turista (Elija Wood) se
encuentra con una extraña vampiresa (Olga Kurylenko) en un barrio de París.
Este fragmento pertenece al film “Paris, je t'aime” dirigida
por varios directores de distintas nacionalidades, entre los que se encuentran
los hermanos Cohen, Isabel Coixet, Wes
Craven, Alfonso Cuarón, Christopher Doyle, Walter Salles, Gus van Sant.
Está compuesta de dieciocho cortometrajes, cada uno de los cuales sucede en un
barrio distinto de la ciudad de París. Además cuenta con la participación de
reconocidos actores como Natalie Portman,
Elijah Wood, Nick Nolte, Juliette Binoche, Willem Dafoe, Bob Hoskins, Gérard
Depardieu y Steve Buscemi, entre otros.
El amor se respira en cada uno de los rincones de París.
Diferentes historias sobre la alegría, los encuentros inesperados, las
separaciones, etc.
Cuenta con una versión estadounidense, New York, I Love
You, estrenada en 2009.
Paris es la ciudad del amor también para los vampiros…
La tarde caía sofocante sobre las montañas cercanas
moteándolas de un color rojizo. En un
tinte cada vez más púrpura la noche acechaba sobre los plácidos tejados al
vecindario. Hacía demasiado calor para hacer nada, y la sensación de agobio
crecía lo mismo que la desgana, una desgana que se dilataba, ya sin estructura,
como el hielo del vaso.
Tenía las manos encharcadas, la nuca sudorosa, la frente
nublada y me dolía la cabeza. Las moscas andaban a sus anchas por la terraza,
los mosquitos se afanaban en chuparme la sangre, mi perro ladraba sin parar
mientras corría de un lado a otro como si se hubiera vuelto loco por culpa de
un gatito majadero que deambulaba provocador por el tejado cercano con un equilibrio
digno de un maestro acróbata. Pero aparte de que la tarde caía calurosa, los
mosquitos se estaban dando un festín a mi costa y que el dolor de cabeza iba a más,
todo era perfecto: la calma, la paz, el silencio, la plenitud de no necesitar
nada para ser feliz, ¿qué más podía pedir…? Me gustaba mi nueva vida y adónde
me había llevado.
Entonces el timbre sonó insistente resonando en mis oídos. Me
incorporé malhumorada, no esperaba a nadie y no quería ser molestada. Traté de
no hacer caso al ruido infernal, pero la
persona del otro lado de la puerta no parecía dispuesta a rendirse. Buba, mi
perro, saltó hasta la puerta y se quedó quieto, muy quieto y muy calladito, lo
cual me sorprendió, mi perro jamás se comportaba de esa manera. Me levanté descalza
del sofá, me sujeté un poco mejor el desinflado moño, alisé con una mano los
shorts y coloqué el descocado tirante de mi camiseta que insistía en resbalar
por mi hombro derecho sin permiso. Miré por la mirilla y no vi nada, pero aquel
majadero seguía haciendo sonar el timbre. Suspiré para abrir la puerta en un
acto impensado e impulsivo.
–¡Eh, que vas a quemarme el timbre! –grité sin pararme a
mirar al que tenía delante, quizá porque mi perro se había arrojado a la puerta,
dispuesto a escapar, y yo quería impedirlo.
Lo primero que vi fue una mano que asía por el collar a mi
Buba, y luego reparé en el anillo, aquel anillo de poderoso brillo y mágica
fosforescencia.
Durante algunos segundos la refracción de la gema bailó en mis
ojos hasta que rodó como una bola de billar por el agujero de mis pupilas.
Sentí cierta extraña sensación que no sabría calificar cuando esa mano agarró
la mía. Rápidamente busqué los ojos de aquel individuo, ojos grises, profundos
y siniestros, fríos como el hielo.
–No grites… –su voz
era melosa, y densa como la miel, y a mí no se me ocurrió contradecirle porque
el brillo del anillo seguía encandilando mis ojos con cierto poder hipnótico.
Su mano seguía sujetando mi mano que yo no podía recuperar.
Se coló en el interior cerrando la puerta tras de sí. Buba parecía hipnotizado
igual que yo, mi resistencia no servía porque no se materializaba, así que mi
lucha era estéril. Yo era un trozo de granito, y estaba terriblemente asustada
por advertir que ninguno de mis impulsos eléctricos funcionaba, ninguna de la
ordenes de mi sistema nervioso tenían respuesta.
–No te muevas…
¿Cómo?, pensé, ¿cómo moverme si me sentía hecha de piedra?
Intenté no mirarle, alejar el pánico de mí, dejar la mente en blanco, no
pensar en la piedra del anillo, no pensar que había techo ni suelo. Debí romper
la conexión hipnótica que me atenazaba al intruso porque logré exhalar un grito
terrorífico y desorbitado. Acto seguido una mano grande y maloliente me hizo
callar.
–Error número uno, ¡no se grita! –Susurró muy cerca de mi
oído.
Recuerdo que le miré inquieta sin saber qué hacer, tragando
saliva, mirando en todas direcciones, sintiendo un nudo en el estomago.
Entonces aquel chico de ojos grises me miró a los ojos fijamente, tanto que me
hizo estremecer, creo que nunca había experimentado ese tipo de temor, el del
miedo ramificándose dentro de mí con miles de tentáculos afilados.
–Me sorprende que seas cada vez más fuerte, créeme no va a
pasar nada que vaya en contra de tus principios, sólo quiero que compartas
conmigo un poco de tu fortuna, ¡y del dinero de tu caja fuerte, claro está! Me
ayudas y te ayudo, es simple, ¡nada que pueda lamentar una millonaria como tú!
¿Esto ya había pasado
antes? ¿Eso había entendido? ¿Ese ladrón cara dura había usado la hipnosis para
robarme? ¿Cuándo? ¿Dónde? ¿Tan maleable era mi mente? Algunas tinieblas se
disolvieron, el recuerdo empezó a aparecer como el humo de una hoguera
incendiaria. Ese asaltante sabía lo del premio, sabía dónde vivía, sabía cómo
alterar mi voluntad. Me sentí tan invadida que creo que mi primer impulso fue
abandonarlo todo, dejarle ganar.
–Esta vez será un poco más, cien mil, para ir tirando… ¡ni
recordaras que fue tuyo alguna vez!
Intuí la luz que desprendía la gema acercándose a mi
rostro. Era una luz roja que hizo que me escocieran los ojos. ¡Esto no podía
estarme pasando a mí, no podía dejarle ganar!
–Y no vuelvas a cambiar la contraseña, es terriblemente
frustrante –dijo llevándome por la casa hasta el punto exacto dónde yo ocultaba
el dinero, obviamente ya había estado allí.
Llenó una bolsa con billetes que ni él ni yo contamos. Seguramente
mucho más de lo que venía a buscar.
–Eres mi mejor marioneta, ¿sabes?, la más generosa –sus
manos acariciaron el tirante caído sobre mi hombro lo que me hizo desfigurar la
cara por el asco–, siempre es un placer visitarte…
Mi primer impulso había sido gritar, pero mi segundo impulso
más irracional que el primero fue golpearle, arrebatarle el anillo, revolverme
con él en la mano para advertirle que no diera un paso más hacia mí. Imagino
que no se lo esperaba porque se carcajeó con incredulidad.
–¡No podías permanecer calladita y sin moverte, eh! Ahora
tendré que hacerte daño, ¡anda!, devuélveme eso...
Hablaba en serio pero yo me adelanté volviendo a atacarle.
El brillante anillo le arañó el rostro, rasgando su cara, abriendo una herida
que le cruzó el pómulo y de la que resbalaron algunas gotas de sangre. La joya
brilló fulminantemente, haciendo que el ladrón se quedara aturdido, paralizado,
aparentemente dominado por la poderosa luz. Todo parecía haberse vuelto rojo,
una extraña pero grata sensación de poder recorrió mi espina dorsal.
Sobre la piedra vi cómo las salpicaduras de sangre se fundieron
hacía el corazón de la gema que por unos segundos se volvió oscura y malévola. Y
tuve una visión, temblorosas imágenes de otras épocas, de poderes alquímicos,
brujerías, y rituales, antecedentes de dominación y absolución. Sentí miedo
pero no me atreví a deshacerme del anillo, quizá porque era mi mejor escudo
contra el asaltante.
–¡Quieto! –le ordené, y él ladrón se convirtió en estatua.
Parecía imposible pero ahora era a mí a quien el anillo
obedecía. Me temblaron las manos. La magia del objeto se hizo débil y el ladrón
gruñó empezando a deshacerse de la hipnosis. Buba ladró avisándome. No podía
dudar, era urgente que actuara bien y con rapidez. Empuñando el anillo le
apunté con él.
–Siéntate ahí, no me mires, harás lo que yo te diga, reconocerás
tus delitos, todos, devolverás lo que has robado, te vas a entregar, ni
siquiera imagines que te libraras de esto, ¡quiero que te arrepientas, que
confieses, y que acabes en la cárcel! Di que si…
–Sí –le oí decir.
–Vamos, ¡rápido!, hazlo ahora mismo. Di que sí…
–Sí –fue un sí tan sumiso y resignado como inmediata fue acatada
mi orden.
El ladrón llamo a la policía y se entregó allí mismo.
Desde la ventana vi como las luces estroboscopicas del
coche policial resplandecían.
Anonadada observé el radiante anillo. ¿Debería entregarlo? Tuve esa idea fugaz. Trataba de decidirlo pero
ese rumor no me dejaba razonar, las moscas seguían zumbando a mí alrededor y no
me dejaban pensar, así que de manera inconsciente dirigí el anillo hacia esos
majaderos insectos. Funcionó. Cesó su zumbido, se apagó el incordio, y la mosca
escapó calladamente por la ventana abierta. Abierta se quedó mi boca. ¿Significaba
eso que la magia del anillo afectaba a cualquier cosa viva del planeta?
Increíble, y pensé que después de todo era inútil deshacerme del objeto, nadie
me iba a creer, ¿quién lo haría?, además no se veía tan mal en mi dedo, así que
tuve una idea mejor…
Seguro que tú
también te lo has preguntado, pero antes de la invención del despertador –un
invento que podríamos denominar de reciente creación (apenas tres siglos)–, ¿cómo
se levantaban de la cama a tiempo?
Buceando
en información recopilada, y según consta, en 1787 el relojero Levi Hutchins movido no
solo por el ingenio, sino por los imperativos de su oficio (mientras sus
coetáneos se levantaban con la salida del sol, el señor Levi debía hacerlo a
las 4 de la mañana, lo que obviamente le impedía valerse para estos fines de la
luz del astro rey), añadió un mecanismo de apariencia
trivial a la manecilla pequeña de su reloj que activaba una campanilla cuando
llegaba a una hora determinada, creando así el primer despertador tecnológico
de la historia. Porque si hablamos de despertadores, tenemos que mencionar que
ya existían ingenios elaborados en diferentes épocas y lugares destinados a
medir y a avisar del tiempo trascurrido: la
clepsidra, de origen mesopotámico que delimitaba fracciones de tiempo,
según lo que tarda una cantidad de agua en pasar de un recipiente a otro de
iguales dimensiones; el reloj de sol
egipcio, vinculado en principio a funciones sacerdotales; el pájaro mecánico inventado por los
griegos (250 a.C.), que sonaba cuando subían la mareas; los campanarios de las iglesias comunales que tañían, en los
albores del mercantilismo (siglo XII), al ritmo de las actividades de
comerciantes y artesanos; el reloj de
arena usado para establecer la duración de las misas (siglo XVI), o el cuerno utilizado por los encargados
para despertar a los trabajadores de los talleres en los distritos textiles
ingleses (siglo XVI).
Pero
hoy te quiero hablar del más curioso de todos: el despertador humano.
Hace
ya varios años, cuando el avance tecnológico aún iba lento, trabajar en las
ciudades era una costumbre muy popular y la gente vivía a partir de horarios
establecidos en vez de horarios “naturales”, como se usaba en trabajos de
campo.
Por
el año de 1920 aún no existían los relojes despertadores, por lo que la
sociedad tuvo que acudir a una solución más simple: pedirle a alguien que les
tocara la puerta por la mañana.
El
knocker-upper fue una profesión durante la Revolución Industrial en Inglaterra
e Irlanda alrededor de 1920 y su trabajo consistía en despertar a la gente para
que llegaran a sus respectivos trabajos a tiempo.
No
era tan sencillo, los que se dedicaban a esto tenían herramientas especiales,
utilizaban una vara para golpear la puerta de sus clientes o arrojaban piedras
a sus ventanas. A ellos les pagaban de manera semanal y ni siquiera se
cercioraban de que el cliente hubiera despertado. Cuando el cliente vivía en un
edificio alto, el despertador golpeaba hasta la ventana con una vara lo
suficientemente larga.
Muchas
personas que se dedicaban a esto, en especial en las ciudades más desarrolladas
como Manchester, eran hombres y mujeres viejos y algunos oficiales que buscaban
ganar un dinero extra.
Cabe
destacar que Charles Dickens hace mención de esta curiosa costumbre en su libro
“Grandes Esperanzas”. Un oficio de ayer que ya no tiene tiempo ni sitio en la
sociedad de hoy.