miércoles, 22 de abril de 2020

Esenciales (2)


Su radio-despertador perteneció a su padre, Martín lleva oyéndolo sonar 30 años, programado para encenderse con su emisora favorita que ahora está centrada en pasar partes de actualidad sobre la pandemia. Es un despertar crispado, desagradable, que le oprime el pecho. No es lo mismo levantarse con Marvin Gaye que con la cifra de contagiados. Ya desde ese momento su ánimo se tiñe de gris, no se colorea ni cuando su novia, a su lado en la cama, le rodea con los brazos la cintura desnuda, ni cuando se detiene en su nuca para aspirar con cariño el olor de su pelo revuelto. Él tiembla, por muchas cosas, frío, miedo, amor, y se aprieta contra ella que se endereza para dejarle llegar a la ducha, liberándolo del secuestro fallido de todas las mañanas.
“Hoy no tardare”, son las falsas promesas que rompe todos los días. Martín es policía y con frecuencia los operativos en los que se ve envuelto pueden complicarse demasiado. Ella ya no le pide que lo jure, sería un gasto de saliva inútil, y al momento le oye bajar a la carrera los tres tramos de escalera hasta la calle. Tan rápido se va que, sin querer, le da una patada a su bici de montaña, hace demasiado que está ahí, al lado de la puerta, cómo diciendo algo, con las ruedas desinfladas. No quiere detenerse demasiado pero se da cuenta de que el barro seco de las llantas le ha dejado una mancha en el pantalón oscuro. Ese barro tiene historia. Los caminos ya han tenido tiempo de secarse al sol de la primavera, pero ese barro aún es una huella del invierno, de antes de que todo se detuviera.
Martín va en coche al trabajo, así que acelera un poco, jugueteando con el dial de la radio, que salta nervioso por voces, ecos, hasta que encuentra la música con la que viajar fuera de todo esto, de la gravedad y la incertidumbre.
Dentro del coche policial asignado no suena nada que no sea la emisora policial o los avisos de emergencias y protección civil, a veces hay interferencias, cacofonías que no quieren decir nada pero que parecen mensajes del más allá. “¿Me copias?” Pero él se ha desconectado de la rutina, hasta que reciben un aviso y las sirenas rompen el techo de sus tímpanos.
Ya ha desbaratado algunos bares ilegales abiertos en garajes, o gimnasios que operan de extranjis a puerta cerrada, ya ha tenido que disolver misas y orgías, y tenido que multar a bañistas y ciclistas que egoístamente se saltan el confinamiento porque se creen por encima del virus, de las normas, del bien común, ya ha visto demasiada picaresca, demasiada desobediencia, demasiados irresponsables insolidarios, ya ha tenido que mediar en peleas conyugales, en agresiones, robos, asaltos, pero lo peor es la gente que se resiste.
Martín está preparado para actuar, no con guantes ni mascarilla, eso no se lo enseñaron en la academia, pero está entrenado para la gente que pierde los nervios. Cómo ese loco de esa tarde, ese que dice que si se acercan les va a escupir en la cara. Martin sabe que hay muchos enfermos que se escapan de los hospitales sin que les den el alta. ¿Puede este ser uno de ellos? El tipo está amenazando al empleado de una gasolinera para llevarse todo lo que quiere.  Tiene una actitud chulesca y agresiva. Se jacta, diciendo que está infectado y que va a hacer que mueran todos. En cuanto tratan de reducirlo, colocándole una bolsa de plástico en la cabeza, éste consigue lanzar algunos proyectiles de saliva, que desafortunadamente van a estamparse en la cara de Martín. Se le encoge el estomago, asqueado de lidiar con delincuentes, con tramposos, con esa maldad gratuita que es la que hiere al mundo, la que lo enferma.


Música: The Heavy - What Makes A Good Man?

6 comentarios:

Anónimo dijo...

Me encantan tus cuentos, especialmente estos "Esenciales" porque gracias a tus palabras logro empatizar con el personaje.
Haces mucho bien con tus palabras, Bohemia.
Enhorabuena, un gran abrazo, y ya lo sabes: te quiero mucho 😘 😘 😘 😘

Beni dijo...

Gran relato, dicen que la realidad supera la ficción, tú la has plasmado real y cruda, tal y como es.

lopillas dijo...

Tiene que ser tremendo. Qué homenaje tan chulo estás haciendo Bohemia. Sin trampas ni cartón.
Besitos!

Ana Bohemia dijo...

Hola Carol, gracias por empatizar con el personaje, y gracias por seguir valorando este blog y las palabras. Un fuerte abrazo, yo también te quiero mucho amiga.
:)

Hola Beni, encantada con tu visita al blog, la realidad de estos trabajadores esenciales es así de cruda y dura. Saludos.
:)

Hola Lopillas, gracias por visitar y leer mi blog, y por gustarte este homenaje a los trabajadores esenciales. Besotes
:)

CleveLand dijo...

La maldad gratuita. Admiro a quien tiene que lidiar con ella a diario. Admiro que no pierdan la fe en las personas, a pesar de todo. Con lo sencillo que sería todo con un poco de educación, empatía y civismo.
Saludos!

Ana Bohemia dijo...

Hola Cleveland, opino igual, admirable quien tenga que aguantar la maldad porque si, y a los que siguen confiando en que todo el mundo tiene su lado bueno y merece que se valore, pero es un trabajo muy quemado. Educación, empatia y civismo faltan en los diccionarios de muchas personas. Saludos y gracias por comentar y visitar el blog.

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