A
Miguel le sacudió un temblor que le erizó los pelos de la nuca. Iba en
bicicleta por el carril bus del centro de su ciudad, soñando despierto,
atrapado por la miel de sus recuerdos con Carmen. El temblor, ya te lo
adelanto, no era precisamente de frío. Los días se habían amontonado en puestas
y pospuestas de sol y de planes, pero él no podía olvidar ese aliento caliente
posado en su nuca desnuda, respirando sin asma pero con dificultad el vello y
el sudor de su piel. Nudo de cuerpos, almas que aplauden juntas, música
celestial que murmuraba y retumbaba en su tímpano, aporreando ahí, en el centro
exacto, haciéndole estremecer, creándole adicción. ¡Qué vicio era sentir el
corazón crecido, inflamado por la felicidad de sus caricias! Todo su ser
clamaba por un contacto, el de esa boca sobre su boca, por lo que casi no veía
las líneas rectas de esa carretera que le iba a llevar hacía ella, prefería ir
silbando, canturreando, improvisando versos como todo un Shakespeare de
pacotilla:
“Que maravillosas las líneas que dibujaban
tu sonrisa, que preciosa arquitectura la de tus tupidas pestañas, tu iris
dorado es cómo un templo que flota sobre las rocas en un acantilado lleno de
nubes mecidas por un viento suave. Allí quiere este peregrino vivir para
siempre. La luz que desprendes enciende bombillas y me hace pedalear con ganas
hacía ti. Ya voy en tu dirección después de estar pensándote toda la semana. ¿Y
tú?, ¿estarás igual de ilusionada que yo sólo por la idea de verte? Me das un
chute de electricidad, enciendes mi motor. Si yo fuese como tú las mariposas me
seguirían en procesión, las margaritas se sonrojarían…”
Atravesó
un cruce sin mirar, y sólo los pitazos de un camión le hicieron despertar,
maniobrando con equilibrio para salvar la situación. La suerte le sonrió, y
siguió su trayecto, confiado, sumido en empalagosos recuerdos. Hacía tan sólo
una semana que ambos se habían declarado, y el amor le había hecho flotar en
una nube todo ese tiempo. Menuda mofa se tenía su padre con la cara de panoli
que se le había quedado; “eres un bobo y ya por fin la cara te acompaña”. Bien
que se había burlado de su gesto soñador, quizá, creía Miguel haciendo de la
duda sin evidencia sentencia, porque ya había olvidado lo que suponía estar
enamorado.
“Él ya no hierve de pasión, ni siquiera
recuerda el efecto que provoca la sangre caliente arremolinada en unas
mejillas, ha metido todo eso debajo de la almohada igual que el pijama que usa
todos los días”.
El
camino se le estaba haciendo tan largo, y protestó cuando llegó a aquel semáforo
en rojo. Intentó distraerse en el paisaje, en los rostros de los conductores,
en la pena de la gota de la fuente del parque que caía lánguida por el grifo,
en la alegría de los niños de los columpios levantando la arena con la punta de
los zapatos, en el bullicio de las risas casi coléricas de los coleguitas de la
plaza, en la olvidada rotonda de mas adelante y en su hierba rasa, en esa parejita
acaramelada del banco…
Su
garganta se convirtió en un arenal cuando en un destello la vio, allí, riendo con
otro, besando a otro, haciendo con insolencia lo que una semana antes había
hecho con él, enseñándole a besar. Y las margaritas se deshojaron cual
vendaval, y las mariposas se trasformaron en murciélagos, y la bombilla se
recalentó y explotó, y el templo que flotaba sobre nubes doradas en lo alto del
acantilado cayó al vacío, rodando en ruinas hasta el fondo, ese fondo oscuro
adonde se marchó su amor, y el corazón se le secó, y tiró al mar la llave de
sus labios cerrados, y allí, esperando que el rojo se volviera verde, le creció
una armadura de hielo y odio, y sintió pena del peregrino, ese que se extravió
por el camino.
Música: Coti - La
suerte
3 comentarios:
Aysh qué penita me ha dado. Que me habías contagiado su locura bella y cataplof.
Cuántas emociones nos brinda la vida eh
Besitossss
¡Ah, la decepción, cuanto duele y qué bien la has expuesto!
Un beso enorme.
Hola Lopillas, infinitas emociones brinda la vida, y hay que saber gestionarlas para no empacharnos.
Un besote
:)
Hola Montse, los chascos amorosos, sí, espinitas punzantes.
Un besote
:)
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