Números, números que volaban en todas
direcciones, salían de los alientos, de las cabezas, de los gases de los
vehículos, de la lluvia, de las fuentes, de las luces, de las ventanas
encendidas, de los zapatos de los caminantes, del asfalto húmedo de la ciudad
pero también del seco, números que se elevaban como volutas de vapor hacía
alguna parte. Él era un pescador de números, una profesión extraña. Miraba a su
alrededor y sólo veía columnas de cifras, dígitos que parecían ser empujados
por una fuerza imprecisa pero gravitacional. Estaban en el aire, en el
universo, llegaban desde las estrellas. Él capeaba esas tormentas que nadie más
sentía, y siempre lo hacía sin paraguas dejando que lo calaran de la cabeza a
los pies.
Allá donde mirara veía manar los guarismos,
goteaban, le salpicaban, le anegaban las ideas. Era un pescador de números, nunca
aprendió el oficio, nació con él, un ejercicio al que había dedicado una vida.
Por eso mismo sabía que todo, absolutamente todo tenía una métrica, un ritmo, un
tiempo, todo tenía que encajar en una medida, regla esa que se había convertido
en una obsesión.
¿Era el único en entenderlo?
Todo tenía una lógica, nada, nadie,
estaba ahí porque si. Todo encerraba un secreto, una incógnita que él tenía que
desenredar: contar las letras de una palabra, sumar las matriculas de los
coches, calcular los mosaicos de una acera y las líneas entre estos, enumerar
el total de ventanas de un edificio, las consonantes de las palabras que dice una
persona, las veces que un semáforo cambia de color, y lo más importante, hacer
que todos esos cálculos dieran siempre un resultado par.
Horas, gastaba horas en esas tareas,
horas perdidas que no contaban, que él no contaba.
Su cabeza era una enorme calculadora, sus
dedos un ábaco, sus pupilas una maquina de sumar, su vida un despacho cerrado
de contabilidad en donde los balances no se registraban en ningún libro
mercantil. Y en aquel despacho cerrado y sin ventilación iba pasando sus días
sin ningún otro objetivo que tender sus redes…
Los números caían a plomo, a veces se
deslizaban, otras volaban como plumas, pero él siempre los recogía y se los
llevaba a la hermética habitación que era su vida, allá donde no entraba nada
que no se pudiera desglosar o fraccionar. No importaba que estuviera en un
parque o en una calle, él siempre se sentía dentro de su oficina contable,
resolviendo cuentas: las veces que alguien estornudaba, los que iban vestidos
de verde, las pisadas de los que iban y venían…
Hasta que un día una desconocida le
preguntó la hora y al dársela, al mirarla momentáneamente a los ojos, él perdió
la cuenta, y ya nunca más recuperó la métrica de su vida, su corazón se desajustó,
su respiración se atribuló, pensó que iba a caerse, no podía entenderlo pero
sus latidos no eran pares ni eran impares, no podía seguirlos, y cuando trató
de recuperar el dominio sobre si mismo se dio cuenta de que no podía, porque no
podía dejar de pensar en lo bien que olía aquella chica.
Música: Metric-Sick muse
6 comentarios:
Es que hay momento, es que hay sensaciones que todo lo para, que todo lo cambia.
Besitos
Un relato precioso, con final feliz ¡de los que nos sacan una sonrisa! gracias por hacernos añicos los números para leer en tus letras que lo que importa en esta vida es el amor.
Muchos besos, Ana.
Bravo, bravo. Un relato lleno de números pero sobre todo de ritmo, de un ritmo trepidante, veloz, perfecto.
Me ha encantado este relato. Y es que a veces la vida nos descuadra, nos descoloca, y eso es maravilloso. Un placer leerte.
Hola Inma_Luna, es cierto, hay sensaciones que nos hacen cambiar nuestro rumbo, detenernos, sentirnos casi fuera de nosotros mismos, del mundo.
Un placer tu visita, besos.
:D
Hola Montse, satisfecha con haberte sacado una sonrisa con este relatos que rompe algunos números y mira mas allá.
Muchos besos para ti también
:D
Hola Amparo, gracias, un placer que te haya gustado, me cuesta a veces pillar el ritmo en los relatos, con este no estaba del todo convencida, pero agradezco mucho tu opinión.
Sí, no contamos con eso, pero es cierto que la vida a veces nos descuadra para bien, bonitas sorpresas, ¿verdad?
Un placer leerte a ti.
Un abrazo
:D
Bellísimo, Ana. Cada día con más imaginación, con cada relato aprendo más. Gracias.
Abrazos:
Carol
Gracias a ti Carol por tus visitas a mi blog, y sobre todo por leerme, muy feliz de que te guste.
Un beso
:D
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