Negras sombras tatúan su marca sobre mi
piel, la oscuridad se derrama sobre mi cuerpo, me mareo, siento al mundo girar
por primera vez y parece que lo hace de una forma violenta y vertiginosa, todo
se mueve, las estrellas caen del cielo y se hunden en mí. El universo parece
apagarse, pero mi corazón sigue latiendo, mas y mas fuerte, mas y mas rápido,
hay una sensación electrizante en la manera en la que mis pulmones crecen, hinchándose,
llenándose con el perturbador aire de la noche, ese aire que llega flotando
como si viniera de muy lejos, lo mejor es el perfume que trae, a algo caliente
y viscoso, a algo que me inquieta, que me corroe, que hace salivar a mi boca,
que pulsa e impulsa mi necesidad de comer, desatando un extraño instinto, no es
el hambre, no es una sensación que proceda de mi estomago ni de hipotálamo, es
una sensación que viene de un sitio más hondo, mas negro, más profundo, ¡huele
a sudor!, y ese olor, ese olor me ciega. No sé porque ni desde cuándo me ha
sucedido eso pero tengo que correr, sofoco un gruñido involuntario y mi cuerpo
o lo que creo que es mi cuerpo se precipita en una loca carrera hacía alguna
parte mientras lo que queda de mi humanidad se desvanece con la luna llena.
Con las primeras luces volvió a mí la
cordura y el alba me encontró desnuda, acurrucada, delectada sobre aquellos
pobres restos mutilados que yo había arrastrado hasta lo más frondoso de un
bosque.
A mi alrededor algunas pistas: una mochila
abierta con varias libretas, una sudadera desgarrada, una zapatilla
ensangrentada, y entre el revoltijo de tripas una cabeza, la de un joven con
una expresión aterrada, aún con los ojos abiertos como platos que parecía
mirarme con pavor. Mi víctima, mi cena, algo que había escapado a mi control,
marcas y huellas, señales profundas hechas con las uñas. Asesinado, devorado. Yo
rebané su carne, yo sorbí su bilis, yo trunqué su vida, yo detuve la sangre que
desde hacía veinte años bombeaba en su corazón, yo…
Hay una fuerza en la oscuridad, como
cuando miras lo negro de un pozo o el fondo de un abismo, es como si algo te
empujara a adentrarte en sus misterios, fue la primera vez pero no la última,
seguí caminando por lo negro, por lo oculto, seguí matando, dominada por una fuerza
animal e irreal, y negras siguieron siendo mis horas, más negras que las alas
del cuervo de la tempestad. Ya lo sé, la máscara de la muerte no es roja ni
negra la he visto de cerca y es blanca como un hueso, pálida y verdosa como la
misma luna de otoño. No temo a lo que me pueda seguir pasando, no temo al monstruo
escondido bajo mi piel, no quiero que siga encerrado, no voy a retenerlo dentro
de su frágil cascara humana, no lo encarcelaré ni censuraré, no me esconderé,
saldré de mi cárcel para siempre y a ella le aullaré, a ella que tanto me
perturba tras su media sonrisa cruel.
5 comentarios:
Oh qué chulo!!!
Todos tenemos un animal, una bestia, deseos incontrolables o inconfesables que hay que dejar salir de vez en cuando. Lo irrefrenable quizás es lo que en realidad somos, sin filtros, sin cohibiciones...
Un abrazo!
Escalofriante tu relato, Ana, tan bien escrito en ese "in crescendo" que a medida que se avanza en la lectura una se va poniendo en la piel de la bestia.
Llevamos dentro aún ese animal que somos, devoramos a los otros con palabras más afiladas que los dientes de un lobo y aniquilamos sin piedad a los débiles. Aún queda mucho lobo suelto por ahí, lamentablemente.
Muchos besos!
Me ha gustado...y la foto del lobo, genial..un saludo desde Murcia...
Una muy buena revisión sobre el tema de la licantropía. Has definido bien el retorno a la parte humana cuando afloran las dudas y los sentimientos de culpa.
Me ha gustado mucho también tu entrada anterior sobre Salomé, una historia que me encanta. Yo tengo una edición de Oscar Wilde con las geniales ilustraciones de Beardsley.
Saludos! Borgo.
Hola Mynorita Cris opino como tú y creo que es muy acertado lo que has dicho, posiblemente lo irrefrenable sea eso que llevamos dentro y negamos tener, eso que quiere salir de nosotros pero no lo dejamos.
Un abrazo, y gracias por visitar mi blog.
Hola Montse, es muy interesante que digas eso, que somos como lobos crueles los unos con los otros porque creo que es verdad, que a veces somos muy despiadados con los demás y sus problemas, somos una sociedad que ataca para no ser atacada o para encajar en una manada.
Muchos besos y gracias por leerme.
:D
Hola Alp, gracias por comentar y por tu visita, saludos desde Tenerfie.
:D
Hola Borgo, me alegra mucho que te haya gustado el relato y también la entrada anterior sobre Salomé y su capricho. Me encantaría ver ese libro y todas sus ilustraciones.
Saludos
;)
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