Caen los velos, siete, uno tras otro, suave,
dulcemente. Ella los hace flotar en el aire leve, etéreamente para después dejarlos
caer como sin querer. Los pañuelos rubrican de colores el aire cargado de especias
y aceites. La estancia contiene el aliento cuando magistralmente tardan apenas unos
segundos en posarse en el suelo con delicadeza y sin ruido, como si no pesaran,
como si importaran menos que aquella desnudez que ya se adivina. Lentamente la
bailarina mueve los brazos haciendo tintinear unos pequeños platillos de bronce
que parecen seguir los compases de sus piernas de odalisca. Sutilmente ella mueve
sus caderas. Graciosamente contonea su cuerpo como prolongando cada golpe de
tambor, es un movimiento seco, como un latido, mientras sigue despojándose del
siguiente velo, el último, que vuelve a caer, expectante, a los pies del tetrarca,
en el suelo…
La seducción y el exotismo de Salomé obnubilaron
el sentido de Herodes, tanto como para prometerle cualquier cosa:
–“Querida,
hermosa Salomé, la más bella entre las hijas de Judea, ¿qué queréis que os
traigan en una bandeja de plata? ¿Qué queréis que os traigan en una bandeja de
plata? Decídmelo. Sea lo que fuere, os será otorgado. Mis tesoros os
pertenecen. ¿Qué queréis que os traigan, Salomé?”
–“La cabeza de Iokanaán… os pido la
cabeza de Iokanaán”.
Y así fue, porque un juramento es un
juramento, que el deseo le fue otorgado y Juan el Bautista perdió la cabeza,
pero no precisamente por amor sino por venganza y despecho.
Unos dicen que fue siguiendo las
instrucciones de su madre (Herodías, a la que Juan reprochaba convivir con
Herodes a pesar de estar casada con Filipo, hermano de Herodes), otros que
estaba enamorada de él (un hombre asceta y célibe que la había rechazado), lo
cierto es que ningún baile, por muchos velos que llevara, fue pagado con algo
tan escandalosamente visual, como la cabeza del Bautista en una reluciente
bandeja de plata.
Oscar Wilde, se atreve a escribir en su
novela, que Salomé beso los labios muertos de Juan, labios seguramente fríos,
pero mudos para negar. La necrofilia es la forma de amor correspondida más
segura y certera, ningún muerto rechaza o abandona.
Fuentes:
Wikipedia.
Grooveshark. Música: Nicos-Dream.
6 comentarios:
Vaya si te gusta la historia y los cultismos, so devadasi de Neith, Quetzalcóatl, Cerridwen, Imhotep, Tot, Menrva, Atenea, Ea, Minerva, Etsai, Hermes, Sophia, y Nayru también, que sé de buena tinta que eres freaky JiJiJi XPPP
Disfruto muchísimo, no te puedes ni imaginar, con estas entradas históricas y de fabulosa recopilación. Hasta me parece ver a la bella Salomé deshaciéndose del último velo ¡buena descripción del momento!
Un beso grande, Ana.
Una entrada muy interesante, que no se lee, como dijo Montse, se recrea en la mente gracias a las descripciones.
Buena historia, pero de una crueldad que asusta. Al leerla es inevitable pensar eso de que una mujer despechada es lo peor que hay.
Un beso Ana :)
Hola Poda, gracias por tu aportación de ideas, anotadas quedan amigo, haré buen uso de ellas. Saludos de freaky a freaky.
:D
Hola Montse, que bien que te gusten las anécdotas históricas, hay sucesos muy interesantes que es bueno rescatar, a ver si seguimos haciéndolo.
Un abrazo
:D
Hola Raque, el despecho y la ira, mala combinación, y ese ánimo de venganza que siempre consigue provocar las peores atrocidades.
Un beso y gracias por acercarte por aquí.
:D
Terrible recreación, por despecho, por amor o por venganza. Pero la Salomé no deja de ser un mal bicho, porque ¿si el beso no es correspondido para qué sirve? Muy buena entrada.
Hola Amparo, terrible sin duda pero es que la venganza también lo es, el peor de los deseos y sentimientos.
Gracias por seguir por aquí.
:)
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