jueves, 25 de octubre de 2012

#Atención, pregunta # 22


¿¿Qué ha sido eso??
La respuesta más rápida es la acción.
Proverbio americano

Era de noche y tendría que ser muy tarde porque la lejana ciudad parecía aletargada, vencida, sometida al sueño de la madrugada. Había mucho de furtivo en hacer algo cuando todo el mundo duerme, cuando no hay nadie despierto… aunque sólo fuera tender la ropa. Pero me gustaba la calma de aquellas horas, horas robadas, desveladas, horas trasnochadas que no habían sido hechas para pasarlas despiertos…
En el patio de atrás todo estaba muy oscuro, el cielo parecía tan negro como el futuro del  país. No hacía frío pero corría la brisa… una brisa que hacía hablar a los árboles, una brisa que arrastraba voces…
Imaginaciones, pensé, y seguí a lo mío. Pero los ruidos persistieron, haciéndose incluso más intensos. Dejé el cesto con la ropa y avancé hasta la tapia, escrutando la vigorosa naturaleza que me rodeaba, escudriñando la oscuridad. Un animal, pensé, eso será… Pero imaginarlo me dio miedo. ¿Y si era peligroso? Decidí ser cauta, retrocedí… entonces las ramas crujieron. Automáticamente miré hacía arriba, hacía la dirección del ruido y algo me miró desde el árbol, algo con unos ojos intensos y vívidos. La cosa se movió. Luego, como si fuera un misil a propulsión, cayó en picado sobre mí con un alarido súper agudo, y vi flamear sus enormes ojos amarillos. Grité, me cubrí con los brazos, me agaché. Cuando el zumbido se alejó me atreví a abrir los ojos descubriendo que estaba sola, que no había ni rastro del extraño ser que me había atacado.
Aquel suceso me acongojó, aún temblaba y no podía hablar. Vi entonces una luz encendida, allí, en casa, y totalmente asustada corrí hacía ella. Abrí la puerta del laboratorio con urgencia y la cerré de un portazo, pasando el cerrojo, asegurándome de que aquello no me hubiera seguido.
Estaba mirando por la mirilla cuando una pesada mano cayó sobre mi hombro. Di un respingo, gritando, y protegiéndome con las manos huí hacía una esquina, en donde me ovillé como un gato. Estaba a punto de darle un zarpazo cuando le reconocí, y entonces, más o menos, recuperé la cordura…
Le conté mi historia, y él, reticente, aceptó salir con una linterna a mirar. Le pasé lo primero que vi como arma (un trípode de metal) y le rogué que fuera con cuidado…
Ya estaba comiéndome las uñas de los dedos cuando regresó, para mi asombro ¡venía de una pieza!
 -¿Y bien?
 -Tienes una imaginación muy viva…
¿Pensaba que me lo había imaginado?, ¿qué lo había soñado? ¡Yo sabía lo que había visto!
 -¿En serio? –Él no creyó mi teoría y después de un par de cuestiones perspicaces hasta me hizo dudar. –Vete a dormir, ¿vale?
Fue tan rotundo que no lo discutí. Avergonzada por haberle “molestado” me fui.

Al día siguiente decidí buscarme algunos aliados más… crédulos, así que hice correr la voz entre mis amigos, invitándoles a que me ayudaran a capturar a la extraña cosa. Mi ocurrencia fracasó porque la reunión -aún no sé cómo- acabó desvariando y convirtiéndose en una fiesta “ovni”. Pero no estábamos buscando ovnis, no estábamos… ¿qué estábamos buscando?
La gente seguía emborrachándose en mi patio cuando oí el mismo alarido del día anterior. “¿Has oído eso, verdad?” “Sí, yo sí” “Y yo” “Yo también”. Pero nadie vio realmente nada. Las teorías se dispararon: que si una lechuza, un nogmo de jardín, un despistado engendro espacial que había cogido mal la curva al pasar por Saturno y demás memeces por el estilo. ¿Quién había traído el alcohol? Definitivamente no había sido buena idea. Mejor desalojaba aquella… reunión.
Estaba paseando muy preocupada por el patio cuando me lo encontré de frente. Ahora que todos se habían marchado el Científico parecía sumamente interesado en los resultados de mí sociedad caza-¿ovnis?
 -¿Alguna conclusión? –preguntó cruzándose de brazos.
 -¡Muchas!, fantasmas, duendes, gremlins -carraspeé y traté de esconder los restos de la fiesta con una sonrisa boba-. Sólo espero que el ruido no te haya… alterado, no me gustaría haberte distraído o haber alejado tu atención de los temas realmente importantes…
 -No, no sufras…
 -¡No sabes lo que me alivia! –musité sarcástica.
Él mostró un intento de sonrisa, después dijo:
 -Mira, la ciencia avanza demasiado para que se siga creyendo que hechos irreales son realmente posibles. Pero ¡si tú crees en esas mentiras… allá tú! Aunque estas perdiendo el tiempo…
Y ese es el peor pecado que puede cometer una persona racional, ¿verdad? Pensé al verle regresar a su laboratorio. Posiblemente fuese sólo sugestión, pero… ¿qué demonios había sido eso? En ese instante algo había pasado volando sobre mi cabeza… algo grande.

No me rendí, ya era una cuestión personal, le demostraría que él estaba equivocado,  así que decidí fabricar un par de trampas. Y durante algunos días trabajé en la emboscada a la cosa. Lo organice bien, me hice hasta un esquema.  Estaba instalando estratégicamente la trampa cuando le oí aparcar. El Científico no me había visto (¿o sí?) y accionó los aspersores. El agua desmoronó mi invento, y aparte de empaparme, me puso de muy mala leche. Mis recriminaciones le hicieron gracia porque se río en mi cara.
 -Creo que te estás obsesionando con esto, ¡olvídalo y verás que todo vuelve a la normalidad!
 -Hablas como si estuviera loca y todo esto lo estuviera provocando yo…
 -Quizás sí, inconscientemente.
No quería acabar con una camisa de fuerza y por otra parte me agotaba el que se dudara de mí con tanta vehemencia… así que intenté hacerle caso, olvidarme.

Curiosamente todo volvió a la normalidad y durante siete días no volví a saber nada de la cosa. Aquello me dio por pensar: ¿Sería verdad que yo lo provocaba?, ¿Era todo una fantasía arrancada de mí subconsciente? ¿O un onírico producto de mi imaginación?
La montaña de ropa por tender ya llegaba al Everest cuando me enfrenté con mis miedos y salí al patio a tender. Cuando oí algo moverse me reí, silbé, entoné una canción para distraerme. Cuando aquello me atacó y me derribó al suelo supe que lo mío o era de psiquiátrico o es que estaba pasando de verdad… ¡y era muy real!
Cuando entré en su laboratorio con la lengua por fuera y con el corazón desbocado poco menos que me tachó de histérica. Luego al verme tan fuera de mí me ofreció un poco de agua en un vaso de precipitados. Apenas miré si estaba limpio y tragué.
 -No me lo invento -balbucí atragantada-, no es mentira, por favor ve a ver… ¡hay algo ahí fuera!
Cejudo y cabezota sacudió la cabeza, prensando los labios y tan displicente como siempre me echó la bronca:
 -¿Por qué tiendes de madrugada? ¡Haces la vida al revés!
 -Arengas de predicador… ¡eso es lo tuyo!, ¿a qué viene eso ahora? Te estoy diciendo que algo me ha atacado…
 -Ah eres de esas…
 -¿Qué?
 -¡De las creen en el ratoncito Pérez! Nada es real, no hay duendes, ni brujas, ni gremlins, ni fantasmas, ni extraterrestres, ni vampiros, ni hombres lobo, ni sirenas, ni dioses, no hay hechiceros ni videntes, no existen, nos lo hemos inventado…
 -¿Por qué no puedo creer en lo sobrenatural?, ¿por qué te importa?, ¿por qué te quejas tanto, eh? ¡Siempre te metes conmigo!
 -¿¡Que yo me quejo!? Lo que te pasa es que es más fácil creer que pensar. ¿Por qué siempre la explicación más irreal para un hecho predomina sobre la realista? ¿Por qué una luz extraña en el cielo es un ovni y no un simple avión? ¿Por qué la aparición de fantasmas se asocia a un hecho sobrenatural y no a un brote de locura en una persona? ¿Por qué las experiencias cercanas a la muerte son consideradas hechos divinos y no una simple alucinación provocada por diversos factores propios de una situación tan cercana a la defunción?
Siempre hay una respuesta más realista y por ende más probable. Pero normalmente se toma la mas inverosímil como cierta. Todos sabemos que son hechos imposibles de suceder pero los necesitamos, son una forma de escapar al mundo real. La razón: los seres humanos nacen con un cerebro preparado para darle sentido al mundo, aunque sea a través de explicaciones que van más allá de lo racional y de lo natural. Esa característica les permite adaptarse y sobrevivir. Con la educación científica se aprende que las creencias sobrenaturales son irracionales, pero dado que éstas operan en un nivel intuitivo, en realidad son muy resistentes a la razón y pueden permanecer dormidas incluso en las mentes de los adultos más racionales.
Tú no tienes la culpa de  ser tan crédula, traemos heredada en nuestros cerebros una impronta que nos lleva a la creencia en la existencia de otros seres, de otras deidades, de otras cosas… nacemos con una predisposición para creer en lo sobrenatural, en lo mágico, en los poderes ocultos, en lo inexplicable… Aunque no tengan una sola prueba que le de veracidad o la que tengan sea dudosa.”

 -Tú siempre tienes la cabeza sobre los hombros, ¿verdad?, ¿nunca te ha pasado nada “extraño”?, ¿jamás has visto un fantasma, o tu alma ha hecho un viaje astral, o has tenido alguna premonición que luego se ha cumplido?
 -No… pero hace años fui testigo de algo extraordinario, ¡a mí entonces me lo pareció! Tenía cinco años, fue en un circo, ¿sabes que la palabra circo deriva del latín circus, círculo?, ¡un circulo encantado eso es!, en donde las proezas más extraordinarias eran posibles, los romanos podían hacer andar a los elefantes sobre una cuerda…
Carraspeé porque como siempre se desviaba de lo importante. Él percibió mi gesto y continuó:
 -Había un hombre, teóricamente doblaba cucharas y movía objetos con el poder de la mente, se hacía llamar psíquico. Recuerdo que sacaron a un voluntario del público, ¡y también dobló la cuchara! Nunca supe que estaban compinchados. Yo era tan pequeño que aquello me causó mucho estupor. Había una mesa muy larga con un vaso y logró trasportar el vaso de una esquina a la otra sin tocarlo…
 -¿Y qué pasó después?
 -Desapareció tras una nube de humo –se burló arrugando la nariz-. Lo que pasó fue que investigué, hice pruebas, me esforcé, quería ser como aquel hombre, quería repetir la hazaña… mi padre al ver que me afanaba tanto y que no lo conseguía me mostró el truco, me hizo ver el imán y me dio mi primera lección científica: que no es magia que es ciencia. Si frotas un metal repetidamente este se calienta y se hace maleable. Eso ocurrió con la cuchara…
 -Así que eres científico porque no pudiste ser mago –sonreí porque me resultó muy irónico.
 -No. Soy científico porque me lleve un buen chasco, por eso… ehh, ¿qué tienes en la frente?
Alarmada me palpé y descubrí un buen bulto, un chichón… O eso o que me estaba saliendo un cuerno, ¡ya puestos!
Su cara se tensó. Pero se lo había dicho y no me había creído: un extraño ser me había tumbado al suelo y con suerte no me había hecho nada más. De pronto un hondo alarido nos taladró los oídos.
 -¿¿Qué ha sido eso?? –bramó atónito el Científico.
Reconocí el sonido, aunque sonaba mucho más potente y mucho mas enfadado. Parecía un reclamo, nos llamaba… No quería que saliera, no quería que abriera la puerta pero él no me escuchó, ¡nunca lo hacía! Al hacerlo el Científico se quedó paralizado, boquiabierto… Lo vio igual que yo. Lo vio con sus propios ojos. Era una cosa fea y enorme, y que parecía crecer por momentos.
 -¿Qué me dices ahora, eh?
No me dio tiempo a jactarme porque aquella cosa  parecía a punto de abalanzarse sobre nosotros. Pensé con rapidez y actué igual de rápido. No sé cómo se me ocurrió pero vi el mechero bunsen y rápidamente quemé unos cuantos folios, saliendo luego con mi improvisada antorcha para atacar aquel ser, para espantarlo. Debía tener verdadero pánico al fuego porque a pesar del riesgo dio resultado y no volvimos a verlo nunca más.
Durante un par de días lo estuvimos esperando, en guardia, preparados. Según el Científico podía ser un animal nuevo, un eslabón perdido, una especie desconocida… Yo no dije nada, si lo era, si lo atrapábamos, le pondría mi nombre, tenía derecho, después de todo había llevado por algunos días un buen chichón por su culpa.
Lo más raro fue el cambio del Científico. Haberle salvado el culo me había granjeado su respeto… Y, ver para creer, hasta se disculpó conmigo.



Fuentes: Taringa.net/posts/offtopic/
13368847/_Por-que-siempre-predomina-la-explicacion-sobrenatural
Latormentaenunvaso.blogspot.com.es/2012/03/esto-es-paranormal-por-que-creemos-en.
Google imágenes.
Música: Roadrunner – Backbeat (Beatles)

7 comentarios:

roberto dijo...

Ana, interesante relato. Los científicos son proclives a ser frios calculadores y afectos a contradecir todo lo que no tiene explicación. Me paso algo parecido una vez que fuí a visitar a unos familiares al campo, nunca pude saber que era. Claro se rieron de mi como soy de ciudad y no creyeron mi encuentro "sobrenatural".

Un abrazo.

MEN dijo...

Si no lo veo nolo creo.. eso lespasa a los cientificos y por eso se pasan la vida buscando.Buen relato, me ha mantenido en vilo. Un bessito

Ana Bohemia dijo...

Hola Roberto, las personas mas racionales son las mas proclives a desconfiar de los sucesos paranormales. Curiosa tu anecdota en el campo, jaja, ¿y que incógnita, no? El único hecho paranormal que he visto es cuando extraigo el extracto de mi cuenta corriente, jeje.
Un abrazo y gracias por compartir tus encuentros sobrenaturales.
;)

Hola Men, un poco soy de esas, de verlo para creerlo, pero con la edad meos, no sé porque pero ya soy menos cínica y mas crédula.
Mealegro de que el relato te haya gustado.
Un beso
;)

Raquel dijo...

Me ha encantado el final del relato... el que no cree acaba creyendo. Y yo tengo que admitir que es más divertido creer, que lo lógico esta bien pero es aburrido, es más fascinante creer en fantsmas, en gnomos de jardín, en ovnis... dónde va a parar.
a mi me da que la cosa extraña que ataco a los pobres era una lechuza, yo una vez vi una por la noche e impresiona, son bichos fantasmales :)
Besos.

Ana Bohemia dijo...

Hola Raque, ya sabes lo que se dice: ver para creer. Es divertido creer, inventarse encuentros ovnis, o apariciones de duendecillos, gnomos, fantasmas... Ser racional también tiene su punto, pero casi siempre es un camino recto y por tanto aburrido.
¿Una lechuza?, ¡no lo creo!, era algo que no habían visto nunca, seguramente un engendro escapado de algun laboratorio secreto, tal vez no era ni de este mundo, posiblemente fuera el modificadfo producto de un accidente radiológico, yo quiero imaginar mil cosas, jaja, ¿tú que crees?
:D
Besos

Anónimo dijo...

Muy bueno este post. Me gusta mucho el apartado del científico: sobre todo la parte en que ve el chichón: pobre de ella.....
Tienes un blog genial, a riesgo de ser pesada.
Abrazos y besos, Anita bonita.

Ana Bohemia dijo...

Un abrazo de oso para Carol la chica graciosa de mirada simpática, jaja, yo también disfruto con las historietas del Cientifico, y la genial eres tú, de eso no hay duda...
Gracias guapa
:D

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