Una
lágrima acarició su mejilla y se precipitó al suelo al acabar en la punta de su
nariz, una niebla húmeda le empañó los ojos, un picor extraño invadió su
garganta, y boqueó para toser y espantar un suspiro al mismo tiempo, pero no
resultó.
No
quería hipar de llanto, su madre decía que los sollozos eran susurros al
desamor, y que al desamor no hay que hablarle bajito ni al oído, sino a los
ojos y en tono determinante, el hipo era una traición a su entereza, esa
entereza que no era suya y que por eso se le estaba escapando, amontonándose en
una montaña de añicos que iba creciendo… ¡De todas formas, ¿por qué tenía que
ser ella la fuerte si se estaba hundiendo en el barro?!
Todo
había empezado con un beso robado, con un beso había subido cual meteoro hasta
un planeta rosa que con el tiempo se fue destiñendo. Y allí, al borde de la
llanura gris ya sentía que nada era como tenía que ser: ojos, frases, gestos
contradictorios, delatores del hastío y la mentira. Podía ver en sus ojos esa
chispa del que tiene que enfrentar algo por sorpresa, “¿qué me dejas?”, y arrugaba la frente para darle a entender que no
entendía nada y que se merecía una explicación. Y ella, que tenía tantas
palabras que decir, tantos reproches que expresar, tanta basura que sacar, se
quedó en blanco, ese blanco del vestido de aquella chica con la que le había
visto la tarde anterior, no era solo que le hubiera visto, lo había sentido,
esa complicidad, esa unión, ese bienestar que con ella había perdido. ¿Cuánto
hacía que no reían, que no hablaban mirándose a los ojos? Ella lo sabía incluso
antes de confirmarlo, él ya no estaba por ella, y se habían perdido, él la
había dejado ir sin más pero fingiendo que nada pasaba, tratándola como a una
tonta que no ve, que no sabe que algo ha cambiado en el paisaje. Esa rabia al
verlo con otra, esa impotencia incendiaria se había quedado en nada, en un
explosivo mojado, un llanto inoportuno que la hacía parecer desgraciada y
deprimida. Él la había traicionado ¿por qué no podía echárselo en cara? ¿Por
qué quería salvar su autoestima haciéndole creer que la traidora era ella? Le
quería, pero sabía que no era suyo, nunca lo fue, y si todo había sido una
mentira tampoco estaba mal acabar con una…
-Ya
no te quiero, por eso te dejo.
Él
no podía discutir algo tan contundente, y hundiendo los hombros la vio dar media
vuelta para cruzar la calle.
Ella
hizo un esfuerzo para no mirar atrás, y en cuanto salió de su vista rompió a
llorar como una niña pequeña, con el corazón alborotado, hipando como nunca en
su vida. No iba a seguirla, ni a detenerla, sólo la odiaría por un tiempo, quizás
ni siquiera eso, la olvidaría pronto, ya lo había hecho.
Música:
Alice Wonder-Bajo la piel
6 comentarios:
Muy bueno tu relato. Todos hemos querido parecer que no estábamos rotos mientras nos partíamos en mil trozos. El amor, propio, lo tachado que está siempre el entristecerse, el hecho de ser humano y mostrarse vulnerable no están siempre permitidos en sociedad. Hay que hacerse la fuerte.
Un beso, Ana. 😘😘😘😘
Precioso tu relato, Ana, tan emotivo y cuyos personajes viven y nos hacen vivir el desamor ¡ah, qué triste cuando se acaba el amor y cada uno debe caminar por su lado!
Un beso muy grande.
Tu relato con esa triste despedida me ha hecho recordar aquella escena final de la película "El tercer hombre": "hundiendo los hombros la vio dar media vuelta para cruzar la calle."
Es muy duro cuando un amor pasa al olvido y lo peor es que eso a veces es inevitable.
Besos, Ana!
Borgo.
Hola Carol, hay mucho prejuicio sobre la tristeza, se siente, pero no sé expresa con total libertad, es muy humano, pero también es verdad que hay mucha gente que esconde sus sentimientos.
Un beso
Hola Montse, este relato me ha quedado muy nostálgico pero es lo que me inspira ese sentimiento del desamor y la traición amorosa. Gracias por leer.
Besos
Hola Miquel, pues sí es una escena parecida, más dura la despedida para ella que para él porque se fue sin decirle la verdad. Gracias por leer.
Un abrazo
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