Su larguísimo pelo era una cascada oscura y ondulada que
casi tocaba su cintura. Sus ojos siempre se ocultaban tras gafas negras o
verdes, cuatro kilos de rímel y lápiz negro remarcaban unos ojos ambarinos que
cambiaban de color según el nivel de hambre. Se hacían rojos en las cotas más
bajas de energía y amarillos cuando las presas abundaban, que no era muy a
menudo. Ella era esbelta por naturaleza pero casi siempre estaba hambrienta. La
base de su dieta eran pelirrojos, chicos flacos, pecosos, pálidos, ¡le
encantaban estas cualidades en un hombre!, le resultaban realmente fascinantes.
Para tratarse de un súcubo era bastante exigente, no le servía cualquiera, era
un principio arraigado en lo más profundo de su ser, tenía un fetiche con el
rojo, siempre el rojo, el color de la sangre y la vida, del poder, un símbolo
de fuego y destrucción pero también de vida. El rojo fue uno de los primeros
colores que el hombre primitivo supo confeccionar en forma de óxido de hierro,
siempre relacionado con la maduración y la regeneración de todo ser u obra. A
ella le estimulaba en su fuerza y despertaba su deseo de lo prohibido, de lo
peligroso, era también el color preferido de su padre, y una verdadera panacea
demoniaca, por eso siempre se iba tras hombres de cabellos escarlatas como toda
una purista.
Micalaisa no vivía como un demonio aunque lo era. Tenía 367
años lo que en apariencia humana venía siendo algo así como 25 años, los justos
y necesarios para pasar como una estudiante o como una violinista roquera, que
era en realidad su profesión en el mundo, su tapadera era la música. Hacía
mucho tiempo que había sido desterrada del lugar donde habitan los demonios,
que si te lo estás preguntando no es en un lugar concreto, porque hay lugares
malditos por el terror y marcados por el miedo, y esos sitios existen pero
también se crean. Micalaisa no vivía en una cueva, ni en una sima, vivía en un
apartamento alquilado que había decorado con muebles suecos. Tenía amigos
humanos con los que compartía charlas góticas y gustos siniestros, porque hasta
en la naturaleza hay leones que se hacen amigos de las cebras. Ninguno de ellos
la había visto jamás sin sus gafas aunque fueran las once de la noche. Pertenecía
a una banda, y tal era la fascinación de su presencia, que su figura despertaba
pasiones e instituía legiones de seguidores. Era fácil ser un súcubo siendo una
violinista de gira musical por el mundo. Irlanda y Escocia eran sus destinos
favoritos, y estaba pensando muy seriamente fijar su residencia en Islandia,
una islita gélida repleta de cañones y geiseres donde el diez por ciento de la
población tenía el pelo como las zanahorias, que a propósito, también eran la
base de su dieta “humana”. España no estaba mal para vivir si es que tienes
gusto por el sol, pero ese lugar la estaba matando de hambre, lo cual era
realmente ridículo para el padre de Micalaisa.
-No quiero discutir lo que eres, lo acepté el día que me
confesaste tus preferencias, pero hay cosas de las que no te estás dando
cuenta, cada día que pasa tus poderes merman, tu vida se acorta, tu fuerza se
pierde –el rostro del padre de Micalaisa se definió del todo en las llamas
azules de la lumbre de gas, la manera habitual de comunicación de los demonios
modernos-. Come hija mía, eres superior
pero te estás poniendo al nivel de esos humanos diabéticos.
Su padre quería decir vegetarianos, pero se le hacía más
divertido decir diabéticos porque pensaba que lo de su hija era una enfermedad,
como lo era la diabetes, y no una preferencia, un gusto, un principio, un
estilo de vida, como lo era ser vegetariano.
Micalaisa estaba harta de sermones, él nunca la entendería.
-Papá, corto. Mis compañeros de piso se mosquean cuando la
bombona del gas se queda vacía, lo que pasa muy a menudo gracias a ti y tus
llamadas intempestivas, ¡vamos a tener que comprarnos un móvil como todo el
mundo!
-Me niego a darme de alta en cualquier empresa telefónica,
¡no he caído tan bajo…aún!
-Voy a mudarme
pronto –soltó ella con poca paciencia–, sí, a un lugar con chimenea, no te
preocupes... podremos hablar a través de las llamas como hacen los demonios
normales…
-¡Por fin! –suspiró su padre–. Estaba a punto de declararte
la oveja blanca de la familia, ¡que disgusto…! Y a propósito, ¿adónde te mudas?
-Te lo comenté papá, una vez, ¿lo has olvidado?, ¡a Islandia!,
me gustan sus volcanes…
-¡Sí!, y sus pelirrojos
-la interrumpió él jocoso–. Pero me parece estupendo, allá podrás
recuperar tu salud, dejaré de preocuparme por lo que comes.
-¡Grrr, hay que ver cómo eres papá!, que ya no soy ningún diablito
en pañales…
-¡Para mí siempre lo serás!, y ya verás cuando te salgan
los cuernos –le oyó decir Micalaisa a su padre antes de quedarse sin gas.
Girando la llave para cambiar la bombona con gesto
distraído, reconoció que se moría por verse ya con cuernos, a su edad estaban
tardando en salir, y no podía dejar de pensar que su dieta había tenido mucho
que ver. Y por un momento, en su interior, a su pesar, terminó dándole la razón
a su padre, sí a regañadientes, pero él estaba en lo cierto, nunca sería un
súcubo cómo debía ser, ni una demonia completa con tantas melindrerías.
Música: Wasted-
Mazzy Star
5 comentarios:
Jajaja qué original. Violinista rockera, no se quejará la diabla del oficio que le has concedido eh :)
Besitosss
Le deseo mucha éxito a tu pelirroja. La verdad es que la gente de pelo rojo lo pasó mal durante la edad media cuando dijeron que estaban poseídos por el diablo. Fueron acogidos por el obispo de Irlanda, muchos fueron para allá y la endogamia hizo el resto, por eso en la "Isla esmeralda" hay más pelirrojos que en el resto del mundo.
Saludos!!!
Borgo.
Dan ganas de volverse rojitariana, alimentarse de jóvenes pálidos tiene que sentar de maravilla.
Me gusta tu relato, Ana, tiene originalidad y frescura.
Mil besos.
Realmente genial, genial. Empiezas fuerte este año. Me encanta el ritmo de este texto.
Hola Lopilas, no podía ser de otra forma, ponerla de abogado hubiera estado muy trillado, jaja. Un besote.
:)
Hola Miquel, pues no sabía ese dato, gracias por aportarlo, me gustaría mucho viajar a esa isla esmeralda. Saludos
:D
Hola Montse, una dieta exquisita, y seguro que sienta muy bien, jeje. Besos.
;)
Hola Amparo, muchas gracias, pues no sé si fuerte pero hay ganitas de escribir. Un abrazo
:)
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