Avanzó por la habitación rastreando el agua de colonia de
aquel muchacho, eso era lo llamativo, haber estado dormida trescientos años y
despertar por ese olor tenía que significar algo. Bergamota. Ese nuevo mundo no
era como el que recordaba, los hombres olían muy diferente, y eso era nuevo,
fascinante, y bueno… Sintió un irrefrenable deseo de retenerle y él se dejó
atrapar sin hacer ademán de sacar su espada, quizá los hombres de esa época ya
no usaran espadas. Ella parpadeó cuando el hombre que apretaba gimió soltando
un instrumento rectangular y oscuro. ¿Qué
nueva arma era esa?
–Llévatelo y no me hagas daño –murmuró
el joven con ese gesto de pánico que a ella tanto le satisfacía.
No se atrevió a tocar eso que
brillaba en el suelo pero lo apartó con un pie de una patada y se volvió hacía
él interesada. ¿Cómo había entrado ese hombre en la catacumba si llevaba
clausurada cientos de años?
–Mira, sólo quiero volver a la
fiesta, ¿de acuerdo?, no quiero problemas con borrachas…
Sintió una oleada de apetito
cuando aquel hombre trató de apartar sus manos de él, y su risa, que no había
oído en tanto tiempo, sonó silbante, cruel y cascabelera. El hombre alzó la
mirada para protestar y debió encontrar un brillo de malicia en esos ojos de
intenso color rojizo porque enmudeció, pálido como la luna llena. Ella le
observó de cerca deseando comprobar si su sonrisa seguía siendo infalible y
letal. Muy pronto lo descubriría, pero antes quería jugar un rato. Le daría tres
segundos de ventaja, después de todo seguía algo oxidada por el prolongado
sueño, ¡maldita maldición y maldito Helsing!
–Corre –dijo ella casi con dulzura, forzando las
erres por su trasnochado acento húngaro.
Y su presa corrió dócil y obediente sin encontrar la salida
de la catacumba, cada vez más nervioso y torpe, arañando las paredes de piedra,
intentando escalar hasta una lejana ventana, aporreando las puertas cerradas,
deseando desandar los pasos que le habían llevado hasta aquella ratonera cuando
lo único que buscaba era el lavabo. ¡Maldita suerte!, era ridículo encontrarse
con una vampira resucitada en un castillo perdido. Gritó y lloró al unísono
cuando sintió que ella le mordía una mano, dejándole otra vez un poco de
ventaja, que él desaprovechó al tropezar en un escalón. Entonces ella le hincó
los colmillos en su pierna, perforando con sus dientes la tela del vaquero. Él
cojeó anestesiado por el miedo escaleras arriba, hasta la salida. Una gruesa
cortina de lluvia anegaba el exterior del castillo, llovía con virulencia
cuando sintió que ella, apareciendo de golpe a su lado, susurraba en su oído:
–Corres muy mal.
El sintió un aliento gélido posarse en su nuca. Se
estremecieron; ella de placer, él de dolor. Sus cuerpos y sus almas se correspondieron.
La sangre y la lluvia emulsionaron. Timbales
y flautas parecían resonar en los oídos de la vampira sólo porque le sentía
cerca, y su muerto corazón crecía, inflamado por la felicidad de su contacto.
No estaba soñando, no era el coma de la maldición, él era real, existía, y
estaba ahí, en sus brazos, junto a ella, enseñándole como entrar en un mundo etéreo
en el que las almas y los labios se tocaban. Los vampiros no saben besar, por
eso que ello estuviera ocurriendo era algo tremendamente especial
–Hazme volar, hazme flotar, no dejes que yo caiga en el vacío,
en ese fondo abisal profundo que igual que una placa tectónica, tiembla de
dolor –se oyó decir la vampira, poseída por
un extraño recuerdo, cursi, intenso–. Quiero tejerme a ti lo mismo que una
araña a su presa.
Eran las palabras que le había dicho a Helsing antes de que
él la condenara al silencio, al hambre y la oscuridad. ¿Cómo era posible que
ella hubiera deseado doblegarse y entregarse al hombre que podía terminar con
ella? ¿Cómo era posible que ella se cegara por ese hombre a cambio de nada?
Él asesinó su amor, asesinó su corazón, su poca humanidad…
Y ella, confundida por el odio, creyendo que el hombre que mecía
entre sus brazos era aquel tramposo amante, devoró su corazón.
Música:
The Curse
7 comentarios:
Estremecedor relato y muy bien conducido, seduce de principio a fin. Me gusta mucho como escribes, Ana, como das giros inesperados al relato y siempre un final tremendo.
Muchos besos!
Me ha gustado lo que evoca el relato. Empieza sugestionando el olfato; bergamota, un olor que resucita algo dormido; hambre, ansias, instintos, que rompe maldiciones. Luego el oido se revoluciona; una risa que hiela la sangre, una amenaza, una carrera hacia la lluvia, fría, hacia los recuerdos que se confunden con la realidad, y ese final... como siempre dejando con ganas de más.
Besos!
Muy bueno Bohemia! Tus letras atrapan
Besitossss
Hola Monte, como siempre muchas gracias por tus amables palabras y tomarte tiempo para leerme.
Un besote
:)
Hola Raquel, que bueno que me digas todo eso del relato, gracias.
Mil besos
;)
Hola Lopìllas, gracias por dejarte atrapar por las palabras.
Besitos
:D
Bergamota, un olor cálido y adormecedor que te atrapa como esa vampira sedienta de sangre que huye del inquisidor Van Helsing.
Es mejor no intentar escapar de la insaciable sed de sangre de una vampira, yo al menos no lo haría.
Saludos, Ana!
Borgo.
Hola Miquel,la sed de venganza es la mas difícil de frenar, es arrolladora igual que las ansías de una vampira.
Saludos, gracias por leerme.
:)
¡Qué buen relato, Ana Bohem! Me ha encantado.
Desde el principio me sentía dentro, en las catacumbas, y he sentido yo también el miedo y el agobio del protagonista, así como las ganas de volver a sentir de la vampira. Unos personajes muy seductores.
Por cierto: me encanta el olor a bergamota ;normalmente utilizo colonias con ese aroma. ;)
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