domingo, 22 de abril de 2018

El destierro de mi abuelo

Por lo que sé de mi abuelo era un hombre decidido y desenvuelto, superviviente de una guerra y de una posguerra. Se llamaba Ángel y pertenecía a aquella generación de hombres y mujeres que salían adelante sólo con orgullo y fuerza de voluntad. Nunca terminó la escuela, oficialmente era un analfabeto, jamás colgó ningún título en una pared, pero nunca le hizo falta. Sabía todo lo que le hacía falta saber y lo demás lo adquiría gracias a un don muy valioso: la curiosidad. Leía mucho y así aprendía. Además de ese importante don, mi abuelo era inteligente y despierto por naturaleza. Así que el trabajo no le daba miedo. Podía ser fontanero un día y carpintero el siguiente. Pintor o mecánico. Y gracias a como era nunca le faltó el trabajo, ni por tanto el sustento.
Conoció a mi abuela cuando sólo eran unos chiquillos. Vivían en la misma calle, eran vecinos, así que siempre se veían pasar. Pronto la familiaridad dio paso a la amistad, luego al cariño y después al amor. Todas las tardes la esperaba en la esquina para ir a pasear o al cine. El cine era barato, también los pistachos. Antes todo valía cuatro perras. Cuando la película acababa y la magia desaparecía, paseaban, paseaban sin descanso calle arriba y calle abajo. Nunca se cansaron del plan, nunca se separaron. Hasta que tuvo que hacer el servicio militar. La perspectiva de estar fuera dieciocho meses era demasiado dura, demasiado tiempo. Así que intentó “no ser apto para el servicio”. Alegó ser hijo de viuda, alegó ser el responsable del sustento familiar. La trola no le sirvió. De todas maneras la experiencia no fue del todo mala; no lo destinaron lejos.
Lo peor fueron las guardias. Hacía dos semanas que no veía a mi abuela, la echaba de menos, además era fiesta y la idea de quedarse en aquella base oscura, como un pasmarote con un fusil en la mano no le agradaba. Esa misma noche dejó abandonado el arma en la garita y se marchó a la fiesta. La pillería le costó el destierro. Sí, antes desterraban por esas tonterías. Los mandaban a los lugares más áridos y apartados que pudieran encontrar, en su caso fue a Fuerteventura. 
Él siempre presumió de haber sido desterrado por amor, lo consideraba lo mejor de su curriculum.





Música: Shuggie Otis - Sweet Thang

6 comentarios:

lopillas dijo...

Una de las cosas que más me ha alegrado en mi vida es que mi hijo no tuviera que hacer el servicio militar obligatorio! Afú
Encantadora historia Bohemia. No sé si es la de tu abuelo de verdad pero me cae muy bien :)
Besitos

Andres jimenez dijo...

Me gusto mucho y la cancion igual

Montse dijo...

Desterrado por amor, es lo más romántico que he oído ¡qué maravilla!
Muchos besos.

miquel zueras dijo...

Una muy hermosa historia. La gente de esa época era de una casta fuerte. Ya me habría gustado a mí en el servicio militar que me "castigaran" destinándome a Fuerteventura. Donde estaba yo, en Ceuta, no era un sitio muy agradable.
Saludos!
Borgo.

Ana Bohemia dijo...

Hola Lopillas, sí, mi abuelo fue desterrado por amor, ¿a qué suena chulo?, una pena que nunca llegara a conocerle, me habría contado la historia con mas detalles.
Un besote guapa
:)

Hola Andres Jimenez, un placer que te guste. Saludos.
:D

Hola Montse, mi abuela no puede quejarse de haber tenido en su vida un hombre capaz de abandonarlo todo por ella. Gracias por visitarme.
Besotes
;)

Hola Miquel, una casta muy fuerte, doy fe con mi abuela, de hierro forjado. Sí, un buen castigo pasarla en Fuerteventura, jaja, seguro que tú tienes muchas historias de tu paso por Ceuta, lo que marca la mili, ¿eh?
Un abrazo
:D

Anónimo dijo...

¡Es muy romántico, Ana!
¡Gracias por compartir esta historia!
Me ha encantado.
Abrazos, amiga.

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