Por lo que
sé de mi abuelo era un hombre decidido y desenvuelto, superviviente de una
guerra y de una posguerra. Se llamaba Ángel y pertenecía a aquella generación
de hombres y mujeres que salían adelante sólo con orgullo y fuerza de voluntad.
Nunca terminó la escuela, oficialmente era un analfabeto, jamás colgó ningún título
en una pared, pero nunca le hizo falta. Sabía todo lo que le hacía falta saber
y lo demás lo adquiría gracias a un don muy valioso: la curiosidad. Leía mucho
y así aprendía. Además de ese importante don, mi abuelo era inteligente y
despierto por naturaleza. Así que el trabajo no le daba miedo. Podía ser
fontanero un día y carpintero el siguiente. Pintor o mecánico. Y gracias a como
era nunca le faltó el trabajo, ni por tanto el sustento.
Conoció a
mi abuela cuando sólo eran unos chiquillos. Vivían en la misma calle, eran
vecinos, así que siempre se veían pasar. Pronto la familiaridad dio paso a la
amistad, luego al cariño y después al amor. Todas las tardes la esperaba en la
esquina para ir a pasear o al cine. El cine era barato, también los pistachos.
Antes todo valía cuatro perras. Cuando la película acababa y la magia
desaparecía, paseaban, paseaban sin descanso calle arriba y calle abajo. Nunca
se cansaron del plan, nunca se separaron. Hasta que tuvo que hacer el servicio
militar. La perspectiva de estar fuera dieciocho meses era demasiado dura,
demasiado tiempo. Así que intentó “no ser apto para el servicio”. Alegó ser
hijo de viuda, alegó ser el responsable del sustento familiar. La trola no le
sirvió. De todas maneras la experiencia no fue del todo mala; no lo destinaron
lejos.
Lo peor
fueron las guardias. Hacía dos semanas que no veía a mi abuela, la echaba de
menos, además era fiesta y la idea de quedarse en aquella base oscura, como un
pasmarote con un fusil en la mano no le agradaba. Esa misma noche dejó
abandonado el arma en la garita y se marchó a la fiesta. La pillería le costó
el destierro. Sí, antes desterraban por esas tonterías. Los mandaban a los
lugares más áridos y apartados que pudieran encontrar, en su caso fue a
Fuerteventura.
Él siempre
presumió de haber sido desterrado por amor, lo consideraba lo mejor de su
curriculum.
Música: Shuggie Otis - Sweet Thang
6 comentarios:
Una de las cosas que más me ha alegrado en mi vida es que mi hijo no tuviera que hacer el servicio militar obligatorio! Afú
Encantadora historia Bohemia. No sé si es la de tu abuelo de verdad pero me cae muy bien :)
Besitos
Me gusto mucho y la cancion igual
Desterrado por amor, es lo más romántico que he oído ¡qué maravilla!
Muchos besos.
Una muy hermosa historia. La gente de esa época era de una casta fuerte. Ya me habría gustado a mí en el servicio militar que me "castigaran" destinándome a Fuerteventura. Donde estaba yo, en Ceuta, no era un sitio muy agradable.
Saludos!
Borgo.
Hola Lopillas, sí, mi abuelo fue desterrado por amor, ¿a qué suena chulo?, una pena que nunca llegara a conocerle, me habría contado la historia con mas detalles.
Un besote guapa
:)
Hola Andres Jimenez, un placer que te guste. Saludos.
:D
Hola Montse, mi abuela no puede quejarse de haber tenido en su vida un hombre capaz de abandonarlo todo por ella. Gracias por visitarme.
Besotes
;)
Hola Miquel, una casta muy fuerte, doy fe con mi abuela, de hierro forjado. Sí, un buen castigo pasarla en Fuerteventura, jaja, seguro que tú tienes muchas historias de tu paso por Ceuta, lo que marca la mili, ¿eh?
Un abrazo
:D
¡Es muy romántico, Ana!
¡Gracias por compartir esta historia!
Me ha encantado.
Abrazos, amiga.
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