Era un mágico planeta, pues los sueños siempre se cumplían…
pero en ese fantástico mundo de sueños cumplidos alguien no era feliz, y ese
alguien sufría mucho, pues no lograba que su único gran deseo le fuera
concedido por el brujo de los anhelos, ya que el único requisito que no os he
contado para que un sueño se hiciera realidad era que quién lo quisiera cumplir,
lanzara una moneda de oro a la fuente de los encantamientos, que por ello era
el pozo más brillante, más resplandeciente y especial de todos cuantos se
hubieran construido.
La norma, porque siempre hay norma, era que dicha moneda
era difícil de conseguir, ya que el príncipe de la región las había hecho
requisar una por una, hasta que no quedara arcón o zurrón que guardara ni una
sola. El príncipe, avaricioso, las quería todas para sí haciendo uso de su
poder como futuro rey, y las malgastaba en las cosas más tontas e
insignificantes, porque había ordenado que sólo él tuviera deseos.
Sin embargo y a pesar de la norma, era bastante difícil para
el pueblo renunciar a sus aspiraciones de riqueza y de prosperidad, a su
codicia, porque aunque alguien tan vil como aquel príncipe lo quisiera, era
imposible hacer olvidar a todo un pueblo algo tan importante como un deseo, y
nadie había olvidado cómo era soñar. Tanta era la fuerza de ese sentimiento,
tan tentadora, que algunos rondaban la fuente de los encantamientos con la idea
de bajar al pozo y robar alguna de las monedas. Lo que ellos no sabían era que
de esa manera condenaban al dueño de la moneda y chafaban su deseo.
El príncipe, temeroso de que fueran desapareciendo sus
deseos y sus sueños tapió el pozo, pero se olvidó de recuperar la última moneda
de oro y volver a lanzarla a la fuente, con lo que de esa manera robó y condenó
el último deseo que no se cumpliría hasta que la moneda fuera recuperada y
devuelta. La fatalidad quiso que el último deseo perteneciera al principie que
había deseado convertirse en un rey justo, y que no podría serlo hasta que no
recuperara la moneda. Alguien sabía de ella y de la desesperación del príncipe,
y llegó a un acuerdo con él, le ayudaría a encontrarla si él abría de nuevo el
pozo y le concedía un deseo. El príncipe aceptó, pues sabía que con su promesa
aquel desconocido removería cielo y tierra hasta conseguirla, ya que lo que más
necesitaba aquel extraño era dejar de sufrir por su sueño incumplido.
La moneda extraviada viajó por muchas tierras, de mano en
mano y de dueño en dueño. Tan pronto como obtenían una pista de su paradero la
volvían a perder. Viajaron detrás de la moneda de oro sin percatarse de que lo
único que ahora realmente deseaban, bastante por encima de todas las cosas, era
encontrarla. Un día llegaron a un palacio en el que no vivía nadie. Siglos de
silencio encerraban sus paredes desconchadas. Allá les aguardaba una sorpresa, en
aquel lugar se toparon con el tesoro más hermoso y bello que sus deslumbrados
ojos hubieran visto jamás. Nadie reclamará este tesoro si nos lo llevamos,
pensaron, porque nadie sabía de su existencia, pero creyendo que les estorbaría
en su empresa de encontrar la moneda, partieron de nuevo, dejando atrás el
tesoro.
Siguieron su viaje por todo el planeta, incansables,
resistiendo. Atravesaron un interminable desierto tras el cual encontraron unas
minas y en ella filones de diamantes, pero al no ver la moneda no perdieron el tiempo
y siguieron buscando.
Y el viaje se volvió más frío y más largo, y en lo alto de
una altísima montaña, en un templo perdido del tiempo y de las estaciones, fueron
a hallar mil vasijas de oro macizo, pero ofuscados por el deseo de encontrar la
moneda salieron de allí, sin reparar en nada más. No pensaron que si se
llevaban las vasijas podrían fundirlas, podrían fabricar cientos de monedas,
podrían formular cientos de deseos, porque era tal la necesidad del príncipe por
su moneda perdida que no reparó en las alternativas que se le presentaban.
Y entonces, después de muchísimo tiempo, un día, en un
mercado donde compraron fruta fresca, por fin la encontraron, y el príncipe no
pudo ser más feliz y dichoso que en aquel azaroso momento.
Los dos extenuados viajeros regresaron al pozo. Les costó
hallarlo porque habían transcurrido muchos años, y las malas hierbas y la
maleza lo habían camuflado con el paisaje. No obstante, el pozo fue otra vez
abierto, y el deseo del príncipe fue cumplido. Y llegó el momento del extraño,
que le exigió al rey que cumpliera con su promesa.
–Oh, querido –le contestó el rey con el corazón partido–,
la tarea de esta búsqueda no sólo me ha costado años sino toda mi fortuna, así
que aunque quisiera ya no quedan monedas de oro para ti y tu deseo.
El extraño miró embelesado a lo profundo del pozo, que
titilaba hipnóticos brillos, y con lágrimas en los ojos se precipitó sobre él,
desapareciendo en la profundidad brillante, donde murió ahogado por los deseos
de los demás.
El rey, profundamente dolido y apenado sintió
remordimientos. Había dedicado tanto esfuerzo a un solo deseo que se había
olvidado de todo lo demás; de sí mismo, de las riquezas que había hallado por
el mundo, y de hacer felices a los demás. Entristecido mandó destruir el pozo
de los deseos y decretó que a partir de ese día cada ciudadano luchara por sus
propios sueños, que fuera capaz de ir un paso más allá por cumplirlos si era
necesario como había hecho aquel extraño por ayudarle. Así nadie lograría un
deseo con una moneda sino que lucharía por él, con tesón y perseverancia. Se dice
que sus súbditos engañaron al rey, que el pozo nunca fue destruido sino
tapiado, para que siempre se albergara la esperanza de tropezar con un pozo que
concediera deseos tan fácilmente.
4 comentarios:
A veces nos ciegan las obsesiones! Buena moraleja.
Besitos Bohemia, me voy a seguir con mis sueños :)
Precioso el cuento que has escrito y con un final esperanzador que encierra una moraleja. Hay que luchar por los sueños!
Muchos besos, Ana.
Besitos Lopillas, adelante con tus sueños.
Feliz Semana Santa
:D
Muchos besos Montse, eso siempre, luchar por los sueños sin importar cuanto nos cueste conseguirlos.
Feliz Semana Santa.
;)
Muy bello cuento, Ana.
Nada más bello que luchar por un sueño... Me ha encantado. Es inspirador...
Abrazos, amiga.
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