Su vida era una carrera pero no siempre
de obstáculos como creía, a veces de cien metros lisos, despejados metros para
batirse a duelo contra el mundo y sus emociones. ¡Pobre niña rebelde!, cómo corría
huyendo de sus pecados y siempre acababa tropezando consigo misma.
Cada noche sentía esa llamada, la de la
delincuencia, la de la adrenalina, la de la libertad.
Libre, se creía libre, libre para reír o
llorar, libre para dejarse llevar, por las emociones o por las frustraciones,
por la tristeza, por la rabia, esa rabia roja y caliente de una niña deseosa
del afecto de unos padres esquivos que sólo la miraban cuando era mala, cuando
la ruindad la desfiguraba o la traía de vuelta a casa en un brillante coche
policial. Ella lloraba con el alma pero ellos no veían sus lagrimas, pasaban
desapercibidas, sólo lo notaban cuando su agresividad la hacía perder la
compostura, cuando la crueldad la derrotaba, así que la pobre niña rebelde
enfiló el camino de la perversión, del robo, del desenfreno.
No tuvo noches de calma, tampoco las
quiso, empeñada en llegar más allá del límite. Era entonces cuando más que
habitar un cuerpo lo que hacía era sostener una percha, algo despojado de
armazón, desarmado. Borracheras, peleas, asaltos, velocidad, caras y pieles. Noche
tras noche rebullía en una tormenta de emociones que la sacudían, que la sacaban
aún más de sus centros, que la catapultaban hacía un campo de espinas.
Sobrevivía tras una impostada máscara de falsa autoestima, de repelente narcisismo
e inestabilidad amorosa. Nunca lo habría reconocido pero su tabla salvadora era
Joe al que ella trataba muy mal y quien le ayudó a solucionar todas sus dudas
existenciales mirando una película de Woody Allen. Él siempre parecía entregado
a ayudarla y animarla, incapaz de percibir como era ella en realidad: tóxica, a
veces amable y complaciente, casi siempre mentirosa y manipuladora, le divertía
destruir, pero aún más destruirse con sus enfados. Ella se aprovechaba sólo
para llamar la atención, hasta que a los demás le empezaron a aburrir sus
conductas, a verlas venir. Eso la enfadaba, la irritaba. Ya no existía el
factor sorpresa ni el elemento escandaloso, hacía falta un ingrediente nuevo,
algo cáustico, algo definitivo.
Se lo tomó como un juego, encontró la
pistola y se la llevó a la cama, Joe llegaría en cinco minutos como cada noche
para una nueva sesión de roces y fricciones bajo el edredón. Estaba segura de
que él se dejaría convencer, cediendo a sus caprichos mas retorcidos se
sometería a sus deseos porque los dos viajaban en la misma vagoneta vertiginosa
del amor y el sexo.
Acarició el arma sintiendo ese ardor
interno e insoportable de la ira, ese elemento que como le recordaba su psiquiatra
era capaz de dar calor y de arrasar lo que encontrara a su paso. Tuvo un
presentimiento al que prestó toda su atención. ¿Qué dirían sus padres si…? Ella cerró los ojos y viajó hacía el
futuro, adelantándose a algo que iba a ocurrir en menos de cinco segundos.
Lentamente abrió los ojos con una expresión tosca. Dudó, pero las balas, todas,
se quedaron en la recámara.
Poco después Joe entró desmañadamente por
la ventana después de trepar dos pisos para precipitarse sobre aquella boca que
lo recibió con algo más que efusividad, boca que le advirtió con una mueca
perturbadora pero tentadora que para esa noche había preparado un juego muy
especial. Y al oírse sintió un calor inusual atravesar su cuerpo, puede que
fuera por la combustión final del alma, quizá sólo fueran las ganas.
Calculadamente le tomó por el pelo apartándolo
de su boca con un suave empujón. Él siguió el rastro de aquel aliento como un perro
sabueso, intentando que ella no le dejara con la miel en los labios, claro que
ella tenía otra idea.
–Joe… –dijo, y sacó la pistola del bolsillo trasero de su pantalón que
colocó sobre la sien del chico–: ¿Alguna vez has oído hablar de la ruleta rusa?
Música: Gold Guns Girls–
Metric
6 comentarios:
¿Cómo que no hay comentarios? ¿Cómo que el mío es el primero? Pues me lleno de orgullo. Primoroso texto, excepcional, bordado hasta que sentimos conocer a esa pobre chica rebelde. Buenísimo, Ana, sencillamente buenísimo. E hilado con perfección.
Enhorabuena, veo que dominas a la perfección el género negro. ¿Escribirás más relatos con este personaje?
Yo prefiero la ruleta rusa gastronómica de los pimientos del Padrón "Unos pican, otros non" uno de cada diez más o menos.
Saludos!
Borgo.
¡Gauuuu, es genial!
Es un gran relato, corto e intenso. Has descrito el personaje con gran maestría, lo has llevado al límite y terminas el relato con una brutal pregunta, dejándonos con el alma en vilo, eso, Ana, es escribir y lo demás son pamplinas.
Te felicito, me ha encantado.
Muchos besos.
Muchísimas gracias Amparo por tus palabras, me animas a seguir escribiendo, es un placer que te haya gustado mi texto.
Un abrazo enorme.
:D
Gracias Borgo, quisiera escribir mas cosas sobre niñas rebeldes a ver si me llega la inspiración y saco tiempo.
En cuanto a la ruleta rusa gastronómica creo que yo también me apuntaría, jaja, ya sería mala pata que me tocara el que picara, ¿no?
Saludos
:D
Eres un encanto Montse, gracias infinitas por tu comentario sobre el relato, me ha cargado las pilas y llenado de buen humor.
Muchos besos para ti y un abrazo grande.
;D
Hola, Ana:
Un relato excepcional. Podía ver a la chica y la conocía, podía estar en su piel y ver a sus padres, sentir sus reproches y huir de todo lo que escapaba. Increíblemente bien captada la personalidad. Te admiro tanto.... Me vas a tener que dar clases on line.... =)
Abrazos:
Carol
Muchas gracias Carol, eres mi mejor fan, siempre me animas mucho y me alientas a seguir juntando letras. Lo de las clases serán mutuas, así yo aprendo de ti y tú de mí nuestros trucos literarios.
Besos
:D
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