jueves, 7 de noviembre de 2013

Barei


Cuenta mi madre, porque yo no me acuerdo, que con tan sólo 2 añitos y medio ya me inventaba las canciones en inglés que ella ponía en el coche cada vez que viajábamos y que en la cuna no paraba de bailar y saltar como una loca cuando oía cualquier ritmo que me moviera. Y es que en mi casa siempre había música puesta.
Desde chiquitita les hacía gracia verme bailando sin parar desenfrenadamente cada vez que venía alguien. Ausente, en mi mundo, disfrutando con cada canción como si fuera la última que iba a escuchar.
Un poco más tarde empecé a atreverme con alguna ranchera de las muchas que conocía mi madre y que juntas cantamos una y otra vez durante años.
En el colegio hice mis primeros pinitos como compositora, escribiendo algunas canciones con amigas que también cantaban y tocaban la guitarra (canciones de campamentos, villancicos…)  y esas interminables y somnolientas canciones del coro a las que, a pesar de todo, aún guardo cariño.
Años más tarde conocí a un amigo con el que acabé presentándome en 2001 al Festival de Benidorm con tan sólo 18 añitos, resultando ser los ganadores de aquel año al enterarnos de que el Primer Premio había sido “tongo”. De ahí surgió la idea de grabar una primera maqueta de versiones (tanto en inglés como español) para poder moverla y ver qué ocurría. Mientras tanto, iba haciendo alguna colaboración con algunos artistas por los locales de Madrid en los que tocaban.
Tras esa maqueta vinieron otras, algunas de temas inéditos en los que yo sólo interpretaba los temas elegidos y que quedaron siempre “en casa”. Recuerdo que la primera carta que había escrito años atrás a mi padre, fue la primera en convertirse en canción. ¡Cuánto le echaba de menos!
En 2004 viajé a Miami para pasar unos días de vacaciones y terminé dando un concierto en uno de los lugares más conocidos de Miami Beach. El guitarrista que me acompañó aquella noche me ofreció producir un disco con mis propias historias, escritas por mí y compuestas por él y Rodrigo Bravo (gran compositor, productor y mejor amigo).
Sin pensarlo un segundo, decidí que allí me iba ese mismo verano en cuanto terminase mis exámenes de Arquitectura de Interiores. Y eso hice.
El 4 de julio, día de la Independencia allí, comenzó mi gran aventura. Sin conocer a nadie más que a aquellos dos chicos, llegué con la maleta y mis historias bajo el brazo, para empezar a escribir, aprender, cantar, sentir, vivir… por primera vez lejos de “lo conocido”, la familia y los amigos. Allí estábamos mi ilusión y yo para dejarnos llevar durante  1 año y ver qué ocurría.
Fue una de las experiencias más increíbles que he tenido  y que más me ha enseñado. Desde ese entonces “soy otra persona”.
Regresé con el disco bajo el brazo  y con ganas de sacarlo a la luz pero había algo que me paralizaba. Ahí estaban  mis historias escritas sí, pero no mi música, y yo lo sabía.
Necesitaba dar un paso más, volver a coger la guitarra y mis pequeños conocimientos de música, y empezar de nuevo. Tenía que ver si era capaz de hacerlo sola.
Así llegó mi primer trabajo, “Billete para no volver”, un disco lleno de canciones que hablan de evolución, de cambio, de crecimiento, de esa capacidad de elección que todos tenemos para ser quienes queramos ser.
Precisamente en ese empeño por dejarme llevar por lo que siento, he decidido apostar por temas divertidos y desenfadados, canciones que nos levanten una sonrisa y nos provoquen ganas de salir de casa, de aprovechar las oportunidades y de disfrutar de la gente que tenemos alrededor.
Esta evolución musical vino acompañada de un cambio de idioma, en un paso que me acerca a mis referencias y es que casi todas mis influencias provienen del pop americano y británico, del soul y del funky. Me siento más cómoda cantando en inglés porque las melodías que surgen al componer son muy diferentes y más fieles a lo que me gusta, aunque ahora tengo que ser más exigente que antes y eso supone un riesgo y una evolución que me divierte y hace que me supere cada día.
Superada la incertidumbre del cambio de idioma, el éxito de “Play” -que alcanzó el Top5 en la categoría de música pop de iTunes el día de su lanzamiento y cuyo videoclip suma más de 129.000 reproducciones en Youtube- consolidó el reto de construir un futuro EP a base de grandes singles.
Me he analizado como consumidora y me he dado cuenta de que, cuando me gusta el single de un artista, compro ese tema y no el CD completo, como hacía anteriormente, porque de los once o doce temas de un disco realmente hay solo cuatro o cinco grandes canciones. Por eso quiero apoyarme en una mayor exigencia en la composición de las melodías y las letras para ofrecer al público, cada dos o tres meses, una nueva canción (con su videoclip correspondiente) que aspire a formar parte de la banda sonora de sus vidas.
Así llega “An Other’s Life”, el segundo single de un proyecto que en sí mismo está lleno de proyectos, ya que cada nuevo tema adquiere su importancia como pieza única.
Como ya hiciera con “Billete para no volver”, he confiado la producción de los nuevos singles a Rubén Villanueva, el productor que me acompaña en mi objetivo de cantar y componer lo que yo compraría, con independencia del riesgo que suponga.
Estoy nerviosa, sí, pero quiero seguir soñando.


Me gusta este grupo, no sé si porque me inspira fiesta, andanzas nocturnas, estrellas. Me gusta porque sus canciones son como himnos en los que no importa nada, sólo la noche y el baile y la música. Me gusta porque tiene algo pegadizo. ¡Disfruta!



2 comentarios:

Raquel dijo...

Me ha gustado descubrir a esta cantante, nunca antes la había escuchado y me parece que tiene una voz muy bonita, y además canta en inglés, puede tener un mercado más amplio.
Un beso Ana.

Ana Bohemia dijo...

Me ha gustado descubrirla, sus canciones son pegadizas, a ver si tiene suerte.
Besos hermana-reflejo...
:D

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